lunes, 27 de diciembre de 2010

Mérida.

Seguimos viaje y llegamos a Cáceres, donde íbamos a dormir varios días. La decepción fue que la Plaza mayor estaba en obras, pero encontramos un restaurante muy bueno para cenar esa noche y luego dimos un paseo por el casco antiguo con un montón de turistas que venían detrás, estaba lleno de gente, creo que en su mayoría, madrileños y andaluces. También nos encontramos con algún valenciano suelto, pero como nosotras nos hablamos en castellano, disimulamos que los entendíamos, lo cual puede ser interesante. Me sigue llamando mucho la atención cómo habla la gente en cada sitio y los diminutivos en -ino, -ina me recordaron a mis abuelos, que hablan igual porque son de allí.




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Teatro romano. Habrá que volver en verano para ver aquí alguna obra.

El domingo por la mañana nos fuimos a Mérida, que está a una hora de Cáceres, más o menos. Allí estuvimos visitando los monumentos más característicos de la ciudad, como el teatro romano, el puente romano o la alcazaba. Y, sobre las seis de la tarde, cuando se hizo de noche, volvimos a Cáceres. Descansamos un poco en la habitación, después de todo el día pateando la ciudad, que cansa bastante. Había estado lloviendo todo el tiempo, aunque hubo también algún breve rayo de sol como el que se ve en la foto pero, justo cuando nos disponíamos a salir a cenar, empezó a caer el diluvio universal acompañado de viento, lo que hizo que nos quedáramos en el hotel y cenáramos allí las provisiones que aún nos quedaban.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Aranjuez.

Hace veinte días, después de trabajar, nos fuimos en dirección a Aranjuez. Hacía bastante frío, incluso había nevado un poco en los campos y había restos de nieve al borde de la autopista. Casi nos helamos al salir del coche cuando paramos a merendar en un área de servicio, menos mal que las palmeritas de chocolate nos hicieron entrar en calor de nuevo. Nuestro destino final era Cáceres, pero habíamos pensado viajar por etapas, tanto a la ida como a la vuelta, para ir más relajadas. Por eso decidimos hacer noche en Aranjuez.



Nos perdimos un poco a la entrada de Aranjuez, pero al final llegamos al hotel y, para mi sorpresa, aparcamos en la misma puerta. Había un montón de sitio para aparcar, no sé si porque, al ser puente, todo el mundo se había ido de vacaciones o porque es habitual encontrar aparcamiento allí. Como hay crisis y hay que ahorrar, nos habíamos llevado comida para hacer picnics y cenamos en la habitación. Después nos atrevimos a dar un paseo con un frío que pelaba y, por la calle, nos encontramos a tres mujeres que también estaban desafiando al mal tiempo y les preguntamos por una cafetería para desayunar un buen chocolate. Nos indicaron varias, dimos una vuelta para localizarlas y así, a la mañana siguiente ya fuimos directas al lugar adecuado. Seguía haciendo tanto frío que casi se me congela la mano por estar hablando por el móvil sin guantes durante cinco minutos.




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En la foto se puede ver la escarcha en los jardines.



Decidimos dar una vuelta por los jardines, pero no era el momento perfecto, no sólo por el frío, sino porque en esta época del año los árboles están sin hojas y no tienen el esplendor de la primavera. Así que, antes de congelarnos más, nos metimos en el palacio real, hicimos la visita guiada y, al salir, cogimos el coche otra vez para irnos a Cáceres. Por la radio escuchamos las noticias sobre la huelga de controladores y el estado de alarma y nos alegramos de no haber viajado en avión, pero a mí no me hizo ninguna gracia lo del estado de alarma. Me parece que militarizar la vida civil no conduce a nada bueno y, una vez destapada la caja de Pandora, cualquier gobierno con cualquier excusa puede utilizarlo en contra de cualquier ciudadano. Me parece algo muy peligroso, que nos quita derechos y nos iguala a las dictaduras. Hablando del tema y de otros muchos, se hizo la hora de comer algo y, como ya habíamos recorrido varios kilómetros, decidimos parar en una área de servicio para comernos otro picnic en el coche.

martes, 14 de diciembre de 2010

Este puente.

Este puente he ido a Aranjuez, Cáceres y Almagro. El tiempo ha sido malísimo, mucho frío y lluvia todos los días, pero creo que ha valido la pena porque son sitios muy bonitos que hay que conocer. Espero que disfrutéis algún día tanto como yo un paseo por el casco antiguo de Cáceres, con esos palacios y esas iglesias que te hacen volver a los tiempos en que España fue una superpotencia.

Mi padre y toda su familia es de Extremadura, pero tuvieron que emigrar tras la Guerra Civil. Yo he ido dos veces a Extremadura y me ha encantado. Me la esperaba fea, pobre, desértica y es uno de los lugares más preciosos que he conocido, me recuerda mucho a Irlanda a veces. Sesenta y dos años después de que mis abuelos emigraran con sus hijos andaba yo perdida por esas tierras. No tenemos GPS, ni lo queremos, nos manejamos con hojas impresas del Google Maps y una guía de carreteras del año 2007, tres años atrasada. Así que, acabamos perdidas en unos pueblos en los que no me importaría comprarme una casa para ir en verano: todo verde, montañas impresionantes, robles con las hojas marrones a punto de caer o ya caídas al suelo, ovejas... un regalo para los sentidos.

Al salir de ese paisaje, nos esperaba una sorpresa: nos pasaron volando en grupos por encima del coche unas aves que pensamos que eran cigüeñas. Sólo distinguimos sus siluetas negras volando majestuosamente en el horizonte. Sin embargo, al verlas después en los campos, picoteando antes de dormir (se estaba haciendo de noche y se estaban recogiendo) resultaron ser unos pájaros grandes y grises que no sabíamos lo que eran, hasta que vi un cartel que apenas pude leer desde el coche, que afirmaba que eran grullas. La conductora paró el coche en medio de la carretera (no venía nadie), bajó la ventanilla y las oímos emitir unos sonidos, llamándose unas a otras. Fue impresionante. Por eso no quiero comprarme un GPS, para poder seguir perdiéndome por esos lugares que son lo mejor de un viaje.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Cinco años de blog.

Tengo muchas cosas que contar: un viaje a Aranjuez, Cáceres y Almagro pasado por frío y agua, pero intenso, lo que me desagrada esta sociedad nuestra que va recortando derechos adquiridos a sangre y fuego durante siglos y que se van por el desagüe a marchas forzadas sin que a ninguno nos extrañe ni protestemos por ello, que me gustaría que se acabara el Estado de alarma porque nunca quise vivir en una dictadura, me educaron en otros principios distintos del ordeno y mando, es decir, con mejor talante. Me enseñaron a pensar, por desgracia para algunos, y es lo que quiero que mis alumnos aprendan de mí: a pensar, aunque jamás sepan hablar inglés. Y, también quisiera contar que el sábado pasado, en Aranjuez, oí a un señor diciéndole a otro que antes había mucha ignorancia y le dije a mi amiga que sigue habiéndola, por desgracia. Que es triste que siga vigente aquello que escribió Machado:

"—Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
—El vacío es más bien en la cabeza."


Pero también tengo mucho trabajo atrasado que terminar este fin de semana, así que, ya contaré más adelante todas estas cosas. Y, para no dejaros con mal sabor de boca, una de mis canciones preferidas:




La misma canción, para Alberto: aquí.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Otoño.

Al salir del supermercado caen unas gotas y me pega todo el frío en la cara, lo cual me lleva inmediatamente a Irlanda. No sé si el olor de la lluvia, el frío... pero este tiempo otoñal siempre me recuerda a Irlanda porque allí pasé algunos inviernos de mi juventud. Lo que echo de menos es el inconfundible olor a la turba quemándose en las chimeneas al caer la tarde. Algún día volveré, no sé si antes o después de que se acabe esta crisis que nos va atacando a todos y que nos quita, poco a poco, derechos adquiridos con sangre, sudor y lágrimas durante siglos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Hoy se casa mi hermano.

Y este es el discurso que voy a dar:

“Hay una historia que habla de un pueblo en el que la gente tenía unas libretitas donde ir apuntando los momentos en que habían sido felices. Al morir, se sumaba todo y se veía quién había vivido más, porque sólo vivimos cuando somos felices. En 1918 mi bisabuelo empezó esta libreta, en la que se registran los acontecimientos más importantes de la familia: nacimientos, muertes, bodas... Parece ser que todos los López tenían una libreta igual que esta, pero, como mi bisabuela no sabía escribir, lo hizo su marido.

Hoy 20 de noviembre de 2010, vamos a escribir una página más. Seguro que os hemos hecho muchos regalos de boda, pero yo quiero regalaros una libreta nueva, con las páginas en blanco, para escribir vuestra historia a partir de ahora y que se llene de momentos felices. Por ejemplo, de paseos por los álamos del río, como el poema de Antonio Machado que yo recitaba para picar a mi hermano cuando empezó a salir con su novia:

“Allá, en las tierras altas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños..
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.”

Pero, como no todo es perfecto en la vida y muchas veces la rutina hace mella, a fin de evitarlo, me gustaría que mi hermano recitara de vez en cuando este poema de Luis Alberto de Cuenca:

“Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Y este discurso debe acabar como acaban los cuentos: “Y fueron felices y comieron perdices.”

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Corrigiendo.

Corrijo las redacciones de mis alumnos y viajo a Portugal, Bulgaria, Rumanía, Chile, Rusia... Es lo que tiene trabajar en un instituto donde nos mezclamos cada día gente de más de cuarenta nacionalidades distintas y donde se escuchan cada día muchos idiomas diferentes a cualquier hora. Se trata de escribir sobre un viaje que hayan hecho o que les gustaría hacer y la mayoría me habla de sus respectivos países, de las vacaciones en las que vuelven a sus orígenes, de lo que hacen allí, de lo que echan de menos a sus familiares y a los amigos que se quedaron allí. De repente, estoy en la Plaza Roja de Moscú en un día de verano conforme va anocheciendo y se van encendiendo las luces y las estrellas en un espectáculo visual muy bien descrito en inglés por un alumno ruso. No sé si alguna vez iré a la Plaza Roja, pero seguro que, por precioso que sea, no será ni la mitad de como me lo imaginé leyendo la redacción. Ojalá el resto de su vida mantenga esa capacidad de percibir la belleza de un instante. Y también, de saber contarla.

domingo, 14 de noviembre de 2010

A veces me siento así.

"Tengo a mis amigos
en mi soledad,
cuando estoy con ellos,
¡qué lejos están!"

Antonio Machado.

jueves, 11 de noviembre de 2010

La Y griega de toda la vida.

¿Qué es eso de "YE"? La RAE está ya que chochea, será que vieron lo del "Yes, we can" y se lo quisieron agenciar. Lo siento, pero para mí la Y será y griega toda la vida. Y pienso seguir poniendo acento en "sólo" cuando toque y en "guión" siempre. ¿Y Catar? Catar se catan los vinos o la comida, el país es Quatar y punto. Y quorum, sí señor. Eso de "cuorum" parece que estés leyendo revistas del corazón.

sábado, 30 de octubre de 2010

Una tarde muy agradable.

Unos vasos de té árabes. Es el recuerdo que me queda de la tarde que hemos pasado unos amigos de Villena, otra de Elche y yo. Hemos estado tapeando y luego dando una vuelta por el mercadillo medieval probando la comida de los puestecitos. Entonces ha empezado a llover y nos hemos metido en uno de ellos, que era una tetería árabe, sólo porque tenía toldo y no nos mojábamos. Nos hemos tomado un té con pastas mientras esperábamos a que parara de llover y luego hemos dado una vuelta por el "parque de los patos", como se le llama popularmente, para que el hijo de ellos jugara en los columpios y viera a los patos. También hemos ido a ver un espectáculo del Festival medieval, pero el niño se ha asustado al ver a un dragón de madera echar humo y hemos tenido que irnos a una cafetería. A pesar de todo, ha estado muy bien. Una tarde muy agradable.

domingo, 24 de octubre de 2010

Orgullosa de ser profesora.

En estos tiempos en que se nos hace cada vez más trabajar por menos, tiempos de crisis en los que todos los países europeos están recortando gastos de todas partes, menos de Educación, mientras que España lo primero que hizo fue recortar los gastos educativos, cuando todo el mundo se cree con derecho a opinar sin tener ni idea del tema y criticar siempre la labor del profesorado es muy difícil estar orgulloso de ser docente. Y, sin embargo, lo estamos, como se puede ver en este vídeo:




Como muy bien dice el vídeo siguiente:

"Señor gobernante, usted es un gobernador, yo soy un docente. Usted pasará a la historia, yo quedaré en la memoria de miles de niños, jóvenes y adultos. Usted hace escuelas, yo vivo la escuela. Usted decreta, yo enseño. Usted dirige la justicia, yo soy justa. Usted, como otros gobernantes, pasará. Yo, como otros docentes, quedaré. Usted nos humilla, yo sólo espero. Usted habla enojado, yo escucho. Usted nos quiere dividir, yo enseño a multiplicar. Usted recibe abrazos comprometidos, yo recibo abrazos sinceros. Usted me ataca, yo me defiendo. Usted tiene 8 años de gobierno, yo tengo muchos más años de docencia. Usted da subsidios, yo pago los impuestos. Usted gobierna, yo educo. Usted corta cintas, yo corto cadenas. Usted resta haberes, yo sumo conocimientos. Usted ordena, yo busco acuerdos. Usted reparte, yo comparto. Usted tiene los gastos pagados, yo pago los gastos. Usted fue elegido, yo elijo. Usted suma votos, yo enseño a votar. Usted es sólo un gobernante, yo soy un docente."



El otro día me encontré por la calle a unas alumnas que tuve hace tres años y vinieron corriendo a saludarme, hablar conmigo, contarme cómo les va en el instituto y preguntarme dónde estoy trabajando y qué hago. Eso, ¿se paga con dinero? Por tanto, hay que estar orgullosos de ser docentes, a pesar de que la sociedad en general aún no se haya dado cuenta de lo importantes que somos y no nos reconozca lo que es nuestro.





sábado, 23 de octubre de 2010

Voy a ser tía.

20-8-2010, Viernes.

He intentado hacer scones esta mañana, pero no me salía la masa como quería, así que he añadido leche. Entonces estaba demasiado pegajoso y poco firme, así que he añadido harina y un poco de azúcar, para compensar. Total, que al final he acabado echando todo a ojo, sin seguir las medidas. Pero cuando he intentado amasar todo con un rodillo de madera, estaba demasiado blando, no iba a salir lo que yo quería. Cabreada, he puesto todo en un molde de cristal y lo he metido en el horno. Ha acabado siendo un bizcocho, casi con sabor de scone. Tendré que volver a intentarlo otro día.

Mientras intentaba limpiar todo el desastre, me han llamado mis padres, que estaban de viaje, y yo enfadada porque me llamaran justo cuando más lío tenía, con todo por en medio en la cocina y el bizcocho en el horno. Entonces me he enterado de que voy a ser tía y me ha dado ya todo igual.

domingo, 17 de octubre de 2010

Como la vida misma.

Qué fácil sería la vida si los días consistieran en conducir, parando donde nos apeteciera, a sacar esos cientos de fotos que luego llenan los álbumes que guardo en la estantería del comedor. Si pudiéramos comer en bares y restaurantes, unas veces caseros, otras más lujosos, o esos picnics que compramos en supermercados y comemos junto al mar, viendo una puesta de sol. Qué bonita sería la vida si no existiera el estrés, ni los agobios, ni las preocupaciones, sólo senderismo, bosques, playa, y esa comunión con la naturaleza cuando subimos al Mulhacén o cruzamos el mar de hielo en los Alpes, o nos dejamos salpicar por las olas del Atlántico, camino de unas islas perdidas en la costa de Irlanda donde vivieron unos monjes en la Edad Media.



Y, aunque sé que hay que trabajar para ganar dinero para volver a salir de viaje, me mata la rutina de encerrarme en un edificio de ladrillo rojo de 8 a 3, de conducir 90 kms. ida y vuelta cada día, de gastarme un dineral al mes en gasolina, de pagar hipoteca cada día 11 hasta que cumpla 64 años. "Cada mañana trae, como dice Auden, verbos irregulares que es preciso aprender, o decisiones penosas y que aguardan examen", escribió Jaime Gil de Biedma. Aunque a mí, más bien, me gustaría calzarme mis botas y, como dijo Fray Luis de León, seguir la senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Comidas y cenas.

Aparte del viaje a Almería, en las últimas semanas ha habido también una comida con dos compañeras de carrera, sus respectivos maridos y la hija de uno de los matrimonios. Siempre que nos vemos prometemos quedar más a menudo, organizar más actividades juntos, etc. pero, al final, casi todo eso se queda en agua de borrajas. A no ser que sea yo la que decida unirnos de nuevo, yo siempre soy la que junta a los amigos.



Después hubo también una cena con otra amiga en una pizzería cerca del mar, una conversación trascendental y paseo nocturno sin luna, y sin embargo, con siete olas que salté. Ya sé que se supone que hay que saltarlas en San Juan pero, como nunca lo había hecho antes, decidí saltarlas esa noche. Además, hubo una comida de tapas por Benijófar que estuvo bastante bien, completamos los cinco sellos de los establecimientos participantes y a ver si ganamos la cena para dos, ¡ja, ja! Tras la comida hubo un paseo por una playa que me recordó los veranos de mi juventud, cuando trabajaba allí en la oficina de turismo. El día anterior hubo también, con otra amiga distinta, un espectáculo sobre la vida y la obra de Miguel Hernández en el patio de la biblioteca municipal y una cena para volver a celebrar mi cumpleaños, cualquier excusa es buena. Y esa noche hubo, con otra amiga distinta de las anteriores, otra cena de tapeo y un batido tomado en una tetería decorada como una casa de principios del siglo XX. En resumen, qué bueno es juntarse con los amigos, sobre todo cuando hace tiempo que no los ves.

domingo, 10 de octubre de 2010

Fin del viaje a Almería.

ImageEl domingo recogimos todo, bajamos a desayunar y luego nos fuimos camino de Sorbas, para entrar en sus cuevas de yeso. Nos dieron unos cascos con luz, ya que no hay luz eléctrica dentro de la cueva. Éramos muy pocos en la visita, lo cual era bastante agradable. En algunos lugares las rocas habían caído y teníamos que reptar para pasar por debajo, acabamos con las ropas polvorientas y con necesidad de meternos en la ducha. Pero fue curioso por los brillos de las rocas de yeso en las paredes, los techos con murciélagos, ramas y troncos de árboles caídos y que fuera una de las cuevas en estado más silvestre de todas las que he visto. Además era la primera que no tenía estalagtitas y estalagmitas, ya que cuando llueve mucho suele inundarse y, por tanto, no se dan las condiciones necesarias para que crezcan.


Al salir nos limpiamos un poco con unos cepillos que allí había y pusimos rumbo a Garrucha, donde comimos muy bien en un restaurante del paseo marítimo. Luego fuimos a Mojácar playa y al pueblo, nos tomamos un helado y emprendimos la marcha para volver a casa, porque al día siguiente teníamos que trabajar para poder ganar dinero para ir a más viajes. Más viajes que harán que dejemos huella en otras playas, como lo hicimos en la de la foto.

domingo, 3 de octubre de 2010

Cabo de gata II.

Al día siguiente, tras el desayuno, nos fuimos a explorar la zona. Casi por casualidad acabamos pidiendo un mapa en la oficina de turismo de Rodalquilar. Luego visitamos un jardín botánico que había cerca y, en la puerta, un hombre nos preguntó en inglés por la oficina de turismo. Qué suerte tienen algunos, en un pueblo en el que no había casi nadie por la calle, va a dar justo con alguien que habla inglés. Se lo expliqué y entramos al edificio, donde había una exposición, y después se accedía al jardín por una puerta trasera.


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El sol también riela, no sólo la luna.


Hacía mucho calor y, tras parar a hacer fotos en miradores que había por la carretera, le dije a mi amiga que nos compráramos una gorra o íbamos a acabar achicharradas. Así que nos compramos sendas gorras en La isleta del moro, un pueblo muy majo al que volvimos después para comer pescado en una terracita. Era el sitio ideal para unas vacaciones sin estrés.

Mi amiga llevaba el bikini puesto, pero yo no, lo tenía en la mochila, por lo que tuve que cambiarme en el coche, tapada con la toalla. Y la verdad es que me costó, porque tenía los pantalones pegados del sudor. Encima, mi amiga partida de la risa diciéndome que venía un autobús y me iban a ver, pero al final lo conseguí y nos bañamos en una de las mejores playas que he visto en mi vida: la playa de los genoveses. Unas aguas cristalinas, una calma... ¡qué bien se estaba allí! Y eso que el agua estaba helada, pero con el calor que hacía, nos dio igual.



A continuación nos fuimos a la Playa de monsul y, para nuestra sorpresa, había mucho oleaje y gente haciendo surf. Era lo opuesto a la playa anterior, con lo quieta que estaba allí el agua. Ya era un poco tarde, así que decidimos volver a La isleta del moro y comer en uno de los restaurantes que habíamos visto allí.



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Playa de Monsul.



Después de comer continuamos viaje y nos dimos un paseo por otra playa cuyo nombre no recuerdo y luego fuimos al faro del Cabo de gata por una carretera estrechísima. Era el O'Connor Pass de Almería, incluso puede que peor, aunque afortunadamente más corto que su versión irlandesa. A todo eso, ya eran las siete de la tarde, llevábamos todo el día por ahí y estábamos un poco cansadas, así que volvimos al hotel a ducharnos y cambiarnos de ropa para salir a cenar a una pizzería preciosa y disfrutar de otro paseo con luna llena cerca del mar.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cabo de Gata.

Este fin de semana me fui a descubrir una provincia cercana, pero que todavía no conocía. En dos horas llegamos a Las Negras, en el Cabo de gata, Almería. Se nota que ha sufrido el boom de la construcción que se acabó con la crisis, pero el ladrillo, a pesar de todo, ha respetado bastante el pueblo y no es aún, esperemos que no lo sea nunca, la burrada de cemento y hormigón en la que se han convertido muchos municipios turísticos del Mediterráneo español. Llegamos sobre las siete y media de la tarde, dejamos las cosas en el hotel y nos fuimos a dar un paseo por la playa. Luego volvimos y cenamos en la terraza de la habitación la tortilla que había preparado mi compañera de viaje. Hay que ahorrar un poco en comidas y cenas, para poder irnos de viaje más a menudo. Desde allí vimos anochecer y salir una luna preciosa, elegimos ese fin de semana precisamente porque había luna llena.



A continuación nos echamos a la calle a disfrutar de la luna y para ello nos sentamos en una cafetería donde nos tomamos un té justo delante del mar, contemplando las barcas que salían a pescar y lo que decía aquel famoso poema que aprendimos de memoria en la niñez: "La luna en el mar riela, en la lona gime el viento y alza en blando movimiento olas de plata y azul". Rielar, qué bonito verbo apenas conjugado y tan apropiado para esas costas almerienses, que en su época sufrieron los ataques de los piratas berberiscos, piratas como el protagonista del poema de Espronceda. Para quien no lo recuerde, en este vídeo aparece entero:





Hablamos del pasado, el presente y el futuro, arreglamos el mundo y, ya cuando empezábamos a tener un poco de frío por el relente de la noche, nos fuimos a otro bar, un poco más adentro del pueblo, pero desde el que todavía se podía contemplar el mar y la luna llena. Allí nos tomamos sendos mojitos para celebrar que estábamos vivas. A las doce, como cenicientas, volvimos al hotel y nos fuimos a dormir, que al día siguiente teníamos maravillosas playas por descubrir.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Labordeta.

No sé cuántos años tenía cuando, estando en el colegio, en un día de la paz nos dieron unas canciones y, una de ellas, era esta, que me impresionó desde entonces:






Yo era muy joven durante la Transición, tenía dos años cuando murió Franco y, por lo tanto, estas canciones las he conocido con posterioridad, conforme fui creciendo y descubriendo que "una de las dos Españas ha de helarte el corazón", como decía Antonio Machado. A los veinte años tuve la suerte de conocerlo en persona y de asistir a un concierto suyo en Benasque (Huesca) durante un curso organizado por la universidad de Zaragoza. Fue impresionante cantar todos juntos esta canción agarrados de la mano.


Siempre me pareció un hombre íntegro, honesto, que actuaba según sus ideas, un hombre de los que nos haría falta tener más. Descanse en paz y ojalá que un día, al levantar la vista, veamos una tierra que ponga "libertad".

viernes, 17 de septiembre de 2010

Vuelta al cole.

Después de dos semanas preparando fotocopias, de reuniones, de llevar material a las aulas y demás, empezamos las clases el miércoles. Los grupos que elegí creo que bien, mi horario podría estar mejor, no me convence mucho, pero bueno, y los nuevos compañeros de inglés, muy majos. Creo que este curso va a ser mucho mejor que el anterior, aunque todavía es pronto para saberlo. Pero ojalá me den el traslado para el año que viene y pueda trabajar más cerca de casa, porque estoy harta de conducir tanto.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Irlanda 2010 (Última parte).

El último día en Irlanda nos levantamos un poco nerviosas por tener que ir a devolver el coche y luego marcharnos a España, no queríamos llegar tarde al aeropuerto, pero aún teníamos varias horas por delante, así que, tras desayunar y recoger las maletas por última vez, nos fuimos a ver el pueblo. Entramos en algunas tiendas, en un par de iglesias y, cuando nos cansamos, pusimos rumbo a Cork. De camino paramos en Cahir, vimos el castillo por fuera, hicimos algunas compras y fotos y ya volvimos al coche, resignadas a marchar hacia el aeropuerto.

ImageAyuntamiento de Clonmel.


Encontramos un trozo de autopista muy buena, aunque de peaje, pero no era muy cara y llegamos muy pronto a Cork. Nos perdimos buscando una gasolinera para devolver el coche con el depósito lleno y que no nos pegaran un sablazo después. Pero al final encontramos una justo al lado del aeropuerto y de la empresa donde teníamos que dejar el coche. El hombre que lo revisó al entregarlo y vio que estaba sin un rasguño, aunque un poco lleno de barro, nos dijo que habíamos recorrido 1557 kms. Reorganizamos el contenido de las maletas mientras él inspeccionaba el coche y, cual sería nuestra sorpresa al facturar que la grande pesaba justamente 15 kgs. Ni más, ni menos, como a la ida. Y eso que habíamos cambiado cosas de sitio...

En el aeropuerto comimos las manzanas y lo que nos quedaba de los picnics y nos tomamos una sidra para despedirnos de Irlanda antes de partir. Una cola de irlandeses deseosos de llegar a las playas mediterráneas y de algunos españoles que, como nosotras volvían a casa tras las vacaciones, nos agolpábamos antes de entrar en el avión. El viaje fue bastante tranquilo, nos despedimos del verde para ir al encuentro del marrón desértico de la zona donde vivimos, mi compañera se quedó dormida mientras yo pensaba en la historia de los monjes de las Skellig, que les contaría algún día a mis hijos antes de que se durmieran. Sin embargo, casi al llegar, nos pilló una tormenta con las consiguientes turbulencias, cosa que no me gusta nada dentro de un avión, pero aterrizamos sin problemas, recogimos las maletas y volvimos a casa.




FIN

jueves, 9 de septiembre de 2010

Irlanda 2010 (Octava parte)

Nos levantamos más o menos temprano porque teníamos que cruzarnos media Irlanda antes de llegar al último B&B, desayunamos muy bien, como siempre, nos despedimos de los dueños, que estaban aún riéndose de mi aventura sin agua del día anterior, y decidimos ver la costa de Connemara. Pasamos por la Bahía de Mannin, donde mi compañera de viaje volvió a ser niña buscando conchas en la playa: había un montón de caracolillos y trozos que parecían de coral, además de unas algas rojizas. Había bajado la marea y por eso se veían todas estas cosas. Paramos en Roundstone para dar una vuelta y luego en Oughterard para comprar los último souvenirs y comer en un restaurante bastante majo. Tocaba probar el Irish Stew, que es un plato típico de Irlanda.



ImageVista desde el B& B de Connemara.



Después de comer seguimos viaje hacia Galway, sin parar allí, y luego dirección Limerick. Encontramos una de las pocas autopistas que hay en Irlanda, aún estaba en construcción en algunos tramos, y por fin pudimos desquitarnos de los caminitos que habíamos recorrido durante el viaje. Pero, como las alegrías duran poco en casa del pobre, la autopista se acabó pronto y volvimos a las carreteras estrechas, aunque no tanto como otras veces. Llegamos a Cashel a las 6.15 y poco antes había sido el último pase para ver el castillo. Además, estaba en obras, así que, no sé qué habríamos podido ver. En vista del éxito nos fuimos a tomar un capuccino con scone, el último del viaje, antes de seguir hasta Clonmel, que era nuestro destino.




Image Bahía de Mannin, Connemara.

Allí nos perdimos un poco, pero como preguntando se va a Roma ("¿de dónde crees que vengo?", dice el chiste), al final llegamos. Era un sitio un poco extraño, casi de novela de Agatha Christi, menos mal que no nos pasó nada. Pensamos si salir a buscar un pub, pero al final nos pudo la pereza y nos quedamos haciendo las maletas para el día siguiente y tirando envoltorios de los regalos que teníamos para que hubiera menos peso y la compañía aérea no nos cobrara más. Nos quitamos todo el lastre posible, la verdad, y nos salió bien.

Image Una calle en Cashel.

Cuando ya teníamos unas maletas en perfecto estado de revista y peso, nos tomamos un té, estuvimos hablando un rato y, al final, nos fuimos a dormir.



CONTINUARÁ...

viernes, 3 de septiembre de 2010

No water, no water (Irlanda 2010 séptima parte).

Me pongo a ducharme, abro el grifo, me mojo, cierro la ducha, me enjabono, abro la ducha y... no sale agua. No puede ser, ¿será que viene de un depósito y se ha gastado toda? Porque había oído también la ducha de los de al lado. Y yo pensando: "¡Los franceses de al lado me han robado el agua!" Vuelvo a intentarlo y, como las duchas en Irlanda son tan raras, que tienen un mini calentador incorporado y unas ruedas que giran para un lado y para otro, pienso: "A ver si es que no la he sabido abrir bien" y sigo dándole a aquello. Al final, como no había manera, salgo a pedirle ayuda a mi compañera de habitación, ya que ella se había duchado la noche anterior, para que me explicara cómo iba.

Salgo en toalla por no vestirme otra vez y aquella, que estaba medio dormida, al verme de esa guisa, tirando de la toalla por todos lados para que no se me viera nada porque me venía corta, se despierta y se parte de risa conmigo. Me dice: "Si quieres, bajo y les digo a los dueños: "No water, no water" y luego me subo, porque no entenderé lo que me contesten... O si no, bajas tú en toalla, con lo sexy que estás, a ver si te ligas al dueño, que no sabemos si está bueno (no lo habíamos visto aún, nos atendió su mujer la tarde antes). Y la tía, muerta de risa. Total, que al final me visto, con todo el champú en el pelo aún, y bajo. Estaba la familia desayunando en la cocina, tuve que tocar la puerta porque la tenían cerrada. Les cuento la historia y me dicen que ya han llamado para avisar porque ha habido un corte de agua (se ve que se rompió una tubería o no sé qué que habían cambiado en abril en esa zona) y que no se podía hacer nada, que todas las casas estaban igual. Así que les contesto: "Bueno, pues me quedaré con el champú en el pelo". Y entonces me dice el hombre que probara el baño de los niños, que al estar en la planta baja, aunque no tenía mucha presión, sí que llegaba algo de agua, no como al primer piso. Así que me subo a por la toalla, bajo y me encuentro a la mujer puesta de guantes de goma limpiándolo todo (estaba limpio, pero bueno) y le digo que no se preocupe, que sólo voy a usar la ducha y no soy tan tiquismiquis. Y ya por fin me pude duchar. Pero el hombre cada vez que venía a nuestra mesa en el desayuno a servirnos, estaba intentando no reírse. Y mi compañera de viaje también, de verlo. Hasta que nos fuimos estuvieron con el cachondeo y creo que aún se estarán riendo de mí con el champú en la cabeza. Y eso que no bajé en toalla, si no...



ImageAbadía de Kylemore.

A continuación nos fuimos a ver la abadía de Kylemore, que yo ya había visto, aunque no con tanto detalle porque siempre íbamos con un poco de prisa. Había sacado las entradas por internet porque eran un poco más baratas que en taquilla, así que al entrar tuve que enseñar el papelito con la factura de internet. Hicimos la visita guiada por la casa y luego ya nos fuimos a pasear por los jardines inmensos que tiene. Nos encontramos con una pareja española y nos hicimos fotos unos a otros, respectivamente. Vimos el jardín victoriano amurallado, las casas de los jardineros y luego ya, nos fuimos a la tienda a comprar algún detalle y salimos de allí para ir al Parque Nacional de Connemara.



El día, que había empezado soleado, se había puesto lluvioso y la verdad es que no daba gusto pasear al aire libre. Al llegar al Parque Nacional de Connemara fuimos a la cafetería y nos comimos unos sandwiches y tomamos un capuccino de sobre que estaba bastante malo. Dimos una vuelta por el bosque y, al final, decidimos coger el coche y recorrer la parte norte de Connemara para hacer fotos. Era precioso: lagos, ovejas, campos verdes... Pero la lluvia, con esa niebla que crea, afeaba el paisaje y lo desdibujaba tanto, que apenas se veía en las fotos. Buscando Cong, un pueblo con monumentos medievales, nos perdimos en algún lugar debido a que había pocas señales y, las que había, estaban en irlandés y no las entendíamos. Acabamos, no sé cómo, en el condado de Mayo, no llegamos a Irlanda del Norte de milagro, al paso que íbamos... Mirando el mapa nos dimos cuenta de que teníamos que rodear un lago enorme para llegar a Cong, pero la conductora necesitaba ir al baño. Así que paramos en un lugar llamado Partry y nos dirigimos a un pub. Al abrir la puerta de aquel universo masculino y ver a los bachelors (solteros) de County Mayo allí reunidos en torno a la barra y más aburridos que ostras en una tarde de domingo, en vista del panorama, decidimos huir, literalmente, ¡ja, ja! Cerramos la puerta y nos largamos.



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En algún lugar de Connemara.


Paramos en el siguiente pueblo, Ballinrobe, que estaba más desierto que el Sáhara. A pesar de todo, conseguimos encontrar una extraña cafetería-restaurante y estaba abierta. Había muy poca gente dentro: unas señoras mayores tomando el té con scones y luego llegó una pareja, también mayor, a cenar. Pedimos un capuccino con apple crumble, una especie de tarta de manzana, pero diferente de cómo la hacemos aquí. Luego seguimos camino a Cong, vimos una abadía medieval, dimos una vuelta por el pueblo y decidimos volver al B&B porque empezaba a llover bastante fuerte y ya eran las 8 de la tarde de todas formas. Al llegar estuve bastante rato hablando con la dueña, que me contó que habían reparado ya las tuberías y teníamos agua, nos contamos cosas de la vida en Irlanda y la vida en España y, al cabo del rato, me conecté a internet (había bajado para eso, pero como nos pusimos a hablar...) y cuando me cansé subí a la habitación y le conté a A. lo que me había contado la señora. Ella estaba viendo El jardinero fiel, en inglés, por supuesto. Hablamos un rato, no recuerdo si nos tomamos un té, y luego ya nos fuimos a dormir con un poco de pena porque se nos estaban acabando las aventuras irlandesas.



CONTINUARÁ...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Irlanda 2010 (Sexta parte)

Ese día remoloneamos un poco sin acabar de decidirnos a levantarnos (ya llevábamos varios días de viaje, de levantarnos temprano y recorrer muchos kilómetros) pero al final bajamos a desayunar. En el salón había ya una pareja de americanos en la cincuentena. Ella hablaba con una voz muy parsimoniosa, muy pausada, incluso lenta, casi en un susurro, sobre temas muy profundos: el amor y la amistad, las fronteras que hay entre uno y otro, las relaciones personales (con ejemplos de su propia vida) y también mencionó algo de alumnos y clases, con lo cual supe que era profesora. Además, de las de soltar el rollo magistral y que nadie rechiste hasta que no haya terminado, porque su acompañante no se atrevía a decir ni mú. Evidentemente, era profesora universitaria. Por el lenguaje y por esa cierta soberbia con la que hablaba, como si lo supiera todo. En una clase de secundaria los alumnos no la habrían dejado seguir hablando y menos de esa manera. Era algo surrealista oirla hablar de esos temas tan profundos mientras desayunábamos mirando a las vacas y los cuervos por la ventana.



Tras el desayuno y cuando los americanos ya se habían marchado, nos quedamos un rato hablando con los dueños del B&B, quienes nos contaron un montón de cosas de su vida y de cómo ir a los acantilados de Moher, saltando una valla por la que estaba prohibido saltar, para ahorrarnos los ocho euros que cuesta el parking. Estos irlandeses son la leche, ¡son peor que los españoles! y mira que aquí somos pícaros. "Money for your pocket", me decía el dueño. Dinero ahorrado, al bolsillo. Intentamos hacerle caso, pero nos metimos en unos caminos rurales tan estrechos que me arrepentí de ello. Acabamos delante de una valla de piedra con unos pinchos de alambre en la que ponía claramente que no se podía invadir la propiedad privada (ya me lo había dicho el dueño del B&B, pero me dijo también que la ignoráramos y que, como éramos fuertes y jóvenes, no nos costaría saltar la valla). ¿Y los pinchos qué? ¿Y si nos pillaba la Garda, la policía irlandesa, qué? Además, había una puerta de metal para ganado y era difícil aparcar allí sin taparla. Total, que decidimos ir por donde va todo el mundo y pagar los ocho euros. La verdad es que, desde el año 95 es la cuarta vez que voy y creo que la primera que me cobran, estos irlandeses están espabilando mucho.




Image Acantilados de Moher.



Llamé a Luciano para decirle que ya se había hecho tan tarde que no nos daba tiempo para comer en Galway, pero que podíamos tomar café después y me contestó que no nos preocupáramos. Seguimos visitando el Burren, una zona pedregosa que hay cerca de los acantilados y allí, en una oficina de correos perdida del mundo, compré sellos. Eché algunas postales, pero no quise echarlas todas porque no las iban a recoger hasta el lunes siguiente y pensé que en Galway las recogerían antes, pero después allí era igual. Llegamos a Galway sobre las cuatro de la tarde y estuvimos paseando por la zona comercial hasta que llegaron Luciano, Ángela y el pequeño Leandro. Entonces nos sentamos en una terraza a tomar un capuccino y estuvimos hablando de todo un poco, ya que hacía tres años que no nos habíamos visto.



Luego ya, seguimos viaje hasta Connemara, que era donde íbamos a dormir esa noche. Paramos por el camino a comprar víveres para hacer un picnic y mi compañera dijo que sería un buen momento para ver la puesta de sol, ya que ese día no estaba nublado como otras veces. Le pregunté a la dueña del B&B y nos indicó un sitio precioso, en un lugar donde teníamos el mar a un lado y un lago al otro lado. Nos perdimos un poco, pero al final lo encontramos justo a tiempo, justo cuando estaba a punto de esconderse el sol. Cenamos dentro del coche y, al volver al B&B nos encontramos con unos burritos blancos en la carretera. Al llegar, nos tomamos un té y nos fuimos a dormir, que ya habíamos recorrido un buen trozo de Irlanda ese día también y nos esperaban más aventuras a la mañana siguiente.



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Puesta de sol en Connemara.


CONTINUARÁ...

Pdata. Gracias a todos los que se han acordado de que hoy es mi cumpleaños y, a los que no, pues se lo recuerdo, ¡ja, ja!

lunes, 30 de agosto de 2010

Irlanda 2010 (Quinta parte)

Al día siguiente dejamos Portmagee con bastante pena y emprendimos la marcha hacia Dingle. No pudimos recorrer la península entera porque teníamos un largo viaje antes de llegar al siguiente B&B, ya que no encontré alojamiento más próximo; en los pueblos más cercanos estaba ya todo ocupado para esa noche. Vimos una abuela haciendo autostop para ir al pueblo de al lado y estuvimos a punto de recogerla, pero casi no había sitio para parar al borde de la carretera y no era plan dar un frenazo con lo pegados que venían los de detrás. Además, recordemos que, como las maletas no cabían en el maletero, llevábamos una en el asiento de atrás, justo por donde tendría que haber subido la señora. Así que lo dejamos estar, otra vez será. Tampoco recogimos después a algún universitario que hacía autostop entre Oughterard y Galway, que habría sido como Brad Pitt en Thelma y Louise, aunque ninguno de ellos estuviera tan bueno, pero en fin, nos lo perdimos. La próxima vez ya alquilaremos un coche con maletero más grande, para no perder oportunidades.



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Portmagee


Paramos un rato en la playa de Inch, donde hacía bastante frío y había gente aprendiendo surf, y luego seguimos camino hacia el pueblo de Dingle. Allí comimos una sopa y un sandwich (una cosa cada una porque no teníamos mucha hambre tras el desayuno inmenso que nos daban cada día) en una librería-cafetería llamada en irlandés An café litearta, un sitio muy interesante y muy tranquilo, con poca gente. Mi compañera de viaje me preguntó por la historia de Irlanda y empecé a soltar un discurso desde los tiempos anteriores a las plantaciones para entrar en más detalles en los acontecimientos del siglo XX y principios del XXI. Al acabar me preguntó: "¿Cómo sabes tantas cosas de la historia de Irlanda?" Y le contesté que porque me gusta, porque viví en Irlanda del Norte, donde la gente me contaba cosas, lo cual me hizo interesarme por la historia irlandesa y porque un día, volviendo de vacaciones a España una Semana Santa, cuando todo el mundo compraba novelas de amor o de terror en el aeropuerto de Stansted, yo me compré un tocho (concretamente, este) sobre la historia de Irlanda y lo devoré con más ansias que los lectores de novelas rosas devoran las suyas. Yo siempre fui un poco rara, ¿qué le vamos a hacer si me gustan los libros de historia de Irlanda? Además, el tema 56 de las oposiciones también trataba sobre la historia de Irlanda y nunca me salió, con lo que habría disfrutado contándolo.





Tras dar una vuelta por el pueblo, emprendimos la marcha, pero nos perdimos y acabamos en una mini aldea de tres casas donde hasta el pub estaba cerrado. Las señales no eran muy claras y no sabíamos a dónde ir. Tampoco sabíamos dónde estábamos. Pero en esas que apareció una furgoneta verde de Correos irlandés con un señor que iba recogiendo las cartas de los buzones perdidos en la Irlanda rural y allá que me fui hacia él, mapa en mano, para preguntarle dónde estábamos y cómo teníamos que ir donde queríamos. Me explicó que teníamos que volver por dónde habíamos venido y buscar allí indicaciones para otra carretera. Así que volvimos a Dingle y, al final, conseguimos encontrar el camino. ¿Quién quiere GPS habiendo carteros irlandeses con los que charlar un rato?





Image Connor Pass



La carretera en Connor Pass era tan estrecha que no dejaban pasar autobuses ni camiones y menos mal que no encontramos a nadie de frente porque si no, a ver cómo hubiéramos pasado. Pero el paisaje era impresionante y nos paramos a hacer fotos antes de entrar en ella. Al salir de Connor Pass estábamos en la costa de nuevo y seguimos camino hasta Tralee, donde pusimos gasolina. Me acordé de la canción, The Rose of Tralee, pero no vimos ninguna rosa. De todas formas, teníamos que ir al condado de Clare, así que, tras perdernos y encontrarnos, seguimos viaje. Llegamos a Tarbert justo cuando llegaba el trasbordador y nos pusimos a la cola de coches para entrar. Veinte minutos y dieciocho euros menos después, llegamos a la otra orilla, tras cruzar el río Shannon. Impresionante el Shannon, parece el mar. Para gente como yo, acostumbrada al hilillo de agua del Vinalopó, el Shannon son diez mares. Si el Vinalopó tuviera la sexta parte del agua del Shannon, aquí haríamos milagros.





Ya estábamos en el Condado de Clare, habíamos recorrido ya tres condados de los 32 que hay en Irlanda: Cork, Kerry y ahora, Clare. Paramos en Kilrush a comprar comida para cenar y a llamar al B&B para avisar de que llegaríamos tarde para que no anularan la reserva. Luego nos dirigimos a Spanish Point, donde los buques de la Armada invencible encallaron. Por eso dicen las leyendas irlandesas que los irlandeses de esas zonas son más morenos de pelo y de piel, de ojos castaños, y se cabrean más rápidamente, porque son descendientes de marineros españoles de la Armada invencible, que se quedaron allí y nadie fue a rescatar. Hacía viento y frío, aunque había un grupo de paquistaníes o hindúes jugando al fútbol en la playa. Nos quedamos en el parking, dentro del coche, preparamos un picnic y contemplamos un mar embravecido como el que se tragó a nuestros compatriotas varios siglos antes.





ImageLiscannor. Vista desde el B&B.



Después continuamos viaje hasta llegar, por fin, a Liscannor. Localizamos el B&B y, estábamos tan cansadas, que ni bajamos a la salita para huéspedes donde el dueño nos había dicho que podíamos ver la tele. Mientras mi compañera de viaje se duchaba, yo preparé un té (había siempre té y café en las habitaciones de los B&B) y me puse a contemplar el paisaje por la ventana: todo verde y unas vacas pastando. Unas casitas nuevas en las que empezaban a encenderse algunas luces y, a lo lejos en el horizonte, los acantilados de Moher y el mar. La calefacción estaba encendida ese día porque hacía un poco de frío. Nos tomamos el té junto a la ventana, charlamos un rato mientras anochecía y luego, yo me puse a escribir las postales que me faltaban mientras A. se quedaba dormida.



CONTINUARÁ...

domingo, 29 de agosto de 2010

Skellig Islands 2 (Cuarta parte, bis).

Oímos a unos catalanes hablando en catalán y mi compañera de viaje se dirigió a ellos en valenciano para que nos hicieran una foto. De broma, le dije: "Me encanta cómo hablas inglés. Impresionante." Después de unas cuantas fotos decidimos empezar a bajar, poco a poco, para no apelotonarnos todos después de vuelta a los barcos. Al subir no se notaba tanto, porque íbamos de cara a la montaña, pero al bajar ya se apreciaba la altura a la que estábamos, con el mar allá abajo, y daba un poco de vértigo, la verdad. Sobre todo, este trozo:




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Skellig Michael


Al llegar abajo, hicimos fotos con algunas gaviotas que se acercaban desafiantes, como a disputarnos nuestro derecho a estar en la isla. Y luego ya fuimos a esperar al barco. Estaban todos en el mar y sólo uno en el puerto (sólo cabía uno). Al final, nuestro barquero se cansó de esperar a que se llenara ese barco y se fuera, porque faltaban aún varios turistas después de un rato allí. Así que, ni corto ni perezoso, vino, ató su barco al otro y nos hizo pasar saltando de barco en barco. Repito lo que dije en el post anterior: ¡Menos mal que llevábamos botas de montaña! Y que el barquero joven de la otra embarcación nos ayudó a subir.

Luego dimos una vuelta completa por la isla pequeña y fue impresionante ver la cantidad de aves que estaban allí posadas y sobrevolando el cielo. Cada puntito blanco que se veía, era un ave y había miles, como se puede ver en la siguiente foto (podéis pinchar en ella para ampliarla):

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Little Skellig


Poco a poco nos fuimos alejando de las islas, que se empequeñecían en el horizonte hasta desaparecer por completo. Nos dio un poco de pena, pero había que volver a tierra firme. Al llegar, nos recibieron los mismos escalones empinados de otra escalera de hierro similar, trepamos por ellos al puerto y después nos dirigimos a este museo sobre las Skellig que hay en Valentia Island. Había empezado a llover, el tiempo había cambiado bastante, así que antes de entrar nos refugiamos un rato en el coche para comernos los picnics que llevábamos en las mochilas desde por la mañana mientras mirábamos Portmagee y el mar desde otra isla, aunque esta tenga un puente a tierra firme.

Al salir del museo fuimos a la otra punta de la isla para coger el trasbordador, con el coche y todo, y cruzar a la otra orilla. Desde allí fuimos a Rossbeigh para pasear por la playa, aunque la tarde no era muy agradable. A la vuelta, estuvimos mirando varios sitios para cenar en varios pueblos, pero no nos convencieron, así que volvimos a Portmagee y decidimos probar el pub "rival", pero creo que nos equivocamos. Es que sólo hay dos pubs: uno que pertenece a los dueños del B&B donde estábamos alojadas y otro. Como la noche anterior habíamos cenado ya en el restaurante de los dueños del B&B, decidimos explorar. Pero en el otro pub, que era típico irlandés, eso sí, sólo había un grupo de hombres en la barra y otra sala donde estaban cenando una familia francesa y una pareja italiana. Eso ya debería habernos dado la pauta, porque en el otro local se llenaba siempre de gente del pueblo y alrededores, o sea, que tenía buena fama. Pero bueno, al final la cena no estuvo mal, a pesar de todo.

Faltaba todavía ir a pub de siempre para gastar la invitación que teníamos a un café irlandés, así que, allá fuimos y pronto nos dimos cuenta de que el ambiente era mucho mejor: pub más nuevo, mejor decorado, todo más limpio, mucha más gente, aunque tampoco estaba abarrotado porque, a esas horas, ya habían terminado de cenar y se habían ido a sus casas, que era un día entre semana y al día siguiente tendrían que trabajar. Los italianos del pub anterior, por cierto, también se habían venido a este y se habían sentado en la barra. Pedimos los cafés y nos sentamos en una mesa cerca de la ventana, para ver anochecer sobre Valentia Island, que la teníamos enfrente. El whiskey irlandés desató las lenguas, sobre todo la mía, y acabamos hablando y hablando hasta casi las doce de la noche. No nos queríamos ir, pero al final decidimos subir a la habitación y dormir, que al día siguiente teníamos que conducir un montón de kilómetros y atravesar varios condados antes de llegar a nuestro destino.

CONTINUARÁ...

viernes, 27 de agosto de 2010

Skellig Islands 1 (Cuarta parte de Irlanda 2010)

La mañana del cinco de agosto nos levantamos pronto para ir al puerto, que estaba frente al B&B, y coger un barco que nos llevara a las Islas Skellig. Son dos, son reserva de aves marinas y una de ellas, está declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, debido a su interés histórico (hay un antiguo monasterio de la Edad Media) y paisajístico. Es uno de los lugares más impresionantes donde he estado en mi vida, uno de esos lugares que debería estar en las listas de: "Los diez sitios que hay que ver antes de morir". En el puerto había mucha gente y muchos barcos, cada uno de ellos transporta a doce personas como máximo. Cuando localizamos a nuestro barquero y nos indicó la escalerilla de hierro agarrada a la pared del muelle por donde debíamos bajar hasta el barco... ya me empezó el vértigo. Era muy estrecha y había unos dos metros desde donde estábamos al barco. Menos mal que ese día nos habíamos puesto las botas de montaña porque habíamos visto en internet a dónde íbamos. Luego bajó un chico en chanclas, se le cayó una al mar y hubo que rescatarla antes de irnos, ¡ja, ja!



Cuando por fin estábamos todos, emprendimos la marcha saltando entre las olas y eso que, parece ser que ese día no había muchas, pero pegamos unos buenos saltos, la verdad. Increíblemente, sólo una de mis fotos ha salido un poco movida. Pensé que, al ser una cámara de carrete, no saldría ninguna foto decente. Pero se ve que la apoyé bien en el borde del barco, la sujeté con fuerza para que no se moviera mucho y por eso las fotos han salido muy bien. Poco a poco fuimos viendo en el horizonte la Pequeña Skellig y luego ya, de repente, la grande, Skellig Michael, que nos recibió así:

Image Skellig Michael.



Era una inmensa roca escarpada de color verde que parecía que se nos fuera a tragar. Y, al mismo tiempo, la sensación era acogedora. Habíamos tardado 45 minutos en llegar y el barquero nos dijo que nos esperaba a la 1.30 pm. Empezamos a subir por una rampa haciendo muchas fotos, nos quedamos las últimas, y, al llegar ya donde empezaba la escalera, había una guía explicando las medidas de seguridad, porque ha habido accidentes en los que se ha matado gente. Claro que, uno de los que hubo el año pasado, fue por salirse de las sendas marcadas, que la gente también es muy inconsciente. Luego nos dijo que leyéramos un cartel que había allí recordando las normas de seguridad (lo típico: no salirse de las sendas, tener cuidado al bajar y al subir, sobre todo, no empujar a nadie, si alguien tenía una enfermedad de corazón o de otro tipo, pero grave, que ni se le ocurriera subir, etc.) y yo me puse a leer y a traducir al español a mi amiga. A la guía le hizo gracia porque todo el mundo pasó del cartel y se fue para arriba mientras que yo me lo tomé muy a conciencia leyendo todo de pe a pa y traduciendo, así que, cuando acabé de hablar en castellano, me dijo en inglés, sonriendo: "Bueno, ya podéis subir", como pensando: "Venga, nenas, que llegáis tarde".

Image Así que empezamos a subir por la escalera al cielo, pensando que, desde luego, si los monjes querían estar cerca de Dios, no había un sitio mejor. Y qué paciencia construir los seiscientos y pico escalones que hay hasta llegar al monasterio. Hubo que tomárselo con calma, pararse a descansar, a hacer fotos y a observar a las gaviotas, animales hambrientos a la caza del sandwich del turista incauto que se le ocurriera sacarlo allí. Vimos cómo volaban sandwiches por el cielo en los picos de las gaviotas en menos que canta un gallo mientras los turistas les gritaban protestando. ¡Qué habilidad! Era sacar un sandwich de la mochila y en dos segundos ya se lo habían llevado por los aires. Eso no lo ponía en las instrucciones del cartelito, ¡ja, ja! Claro, cincuenta mil aves hambrientas en la isla de al lado, como para perderse la ocasión de saborear unos sandwiches, lo raro es que no nos comieran a las personas también. Así que decidimos guardarnos el almuerzo para mejor momento, porque habíamos desayunado muy bien, no teníamos hambre y tampoco queríamos que, con el meneo del barco, nos sentara mal la comida después.

Por fin llegamos al monasterio y había otra guía explicando cómo vivían los monjes en esas celdas de piedra que me recordaron a los pozos de nieve de mi tierra (ver aquí), es decir, piedra a piedra formando un círculo y, poco a poco, ir haciéndole una bóveda hasta que la última piedra encaja justo en el hueco que queda. En el vídeo que recomiendo más abajo se ve más claramente lo que digo.

ImageMonasterio.


Debía ser una vida bastante dura la de los monjes y no sé cómo se atrevían a subirse en aquellos barcos tan frágiles (si los de hoy son frágiles, imaginad los de la Edad Media) para irse a vivir a estas islas en las que el buen tiempo, ni siquiera está garantizado en verano. Como dijo la guía, hace dos o tres veranos hubo un temporal en el que los barcos no pudieron llegar a las islas durante diez días. Los guías viven allí durante el verano, debe de ser impresionante, sobre todo de noche con luna llena. Nos quedamos pensando dónde hay que echar el CV para solicitar ser guía. Un verano allí sería una experiencia inolvidable.



Más información sobre las Skellig:









CONTINUARÁ...

domingo, 22 de agosto de 2010

Irlanda 2010 (Tercera parte)

Como ya contó mi compañera de viaje en un comentario anterior, este día le tocaba estrenarse conduciendo por la izquierda. Pero mejor leamos sus palabras: "Antes de salir de España estaba muerta de miedo con la historia del coche. Esta tercera noche creo que no dormí pensando que tenía que coger el coche. Y mira que la habitación era acogedora y agradable. A la mañana siguiente, mi primera experiencia "por la izquierda". No me preguntes cómo llegue del B&B, a la salida del pueblo, al aparcamiento del puerto, sin caerme al agua, sin llevarme por delante todos los espejos de los coches aparcados, a todos los irlandeses e incluso a los cisnes de la bahía; hacía frío, pero sudé. A partir de ahí: prueba superada." Doy fe de ello y, era tan buena conductora, que al final condujo casi todo el resto del tiempo.



Ese día fuimos a visitar la Bantry House, una mansión del siglo XVIII. El hombre que nos vendió las entradas era como un mayordomo de película. Nos dio unas hojas plastificadas cogidas con anillas con las explicaciones pertinentes en español, sólo que, como siempre, en traducción muy peculiar del inglés, pero bueno, se entendía bastante bien. Yo es que, por deformación profesional, soy muy maniática con las traducciones. Encima, me da mucha rabia que, en la mayoría de los sitios, haya traducciones hasta del italiano, pero del español no, siendo una lengua tan importante como la nuestra y con tantos millones de hablantes. Me parece una discriminación tremenda.



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Bantry House


Al salir fuimos paseando por toda la bahía, contemplando los peces y las medusas, los cisnes, el cementerio al fondo, a la izquierda de la mansión. Nos encontramos en el suelo un cangurito amarillo, de plástico, que acabó siendo nuestra mascota en el coche y que ahora está junto con unas conchas de la Playa de Mannin que A se afanó en recoger, en mi estantería del comedor. Luego seguimos viaje por el Condado de Kerry, por la Península de Iveragh. Paramos en Sneem a tomarnos un capuccino con scones y luego seguimos viaje, haciendo muchas fotos por el camino, hasta llegar a Portmagee tras superar una cuesta enorme en una carretera estrechísima por la que no paraban de bajar coches y no nos dejaban pasar.



En Portmagee, donde el pirata Magee se refugiaba tras sus correrías, teníamos reservadas dos noches, la cena de ese día, que fue de lujo, y más cosas que contaré en el próximo post. Tras la cena cruzamos andando el puente que va hasta Valentia Island mientras caía el sol y yo recordaba el viaje anterior a ese mismo lugar, con Anaví y los niños (ver aquí). Lástima que no nos hayamos podido ver esta vez, that's life. A la vuelta, escribimos algunas postales antes de dormir y nos preparamos para la gran aventura del día siguiente.



CONTINUARÁ...

viernes, 20 de agosto de 2010

Irlanda 2010 (segunda parte)

Al día siguiente, que ya era tres de agosto a todo eso, después de desayunar recogimos lo que nos faltaba, volvimos a hacer las maletas, devolvimos la llave en recepción y nos fuimos a esperar el autobús del aeropuerto, para ir a recoger el coche alquilado. La parada del autobús, por suerte, estaba en nuestra misma calle, a unos metros del albergue. Esperamos un rato hablando con un chico joven americano y luego ya vino el autobús. Al llegar sólo tuvimos que firmar unos papeles y mostrar los carnets de conducir porque ya estaba todo hecho por internet. Así que, allá que nos fuimos a recoger nuestro coche.




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Primera sorpresa: el coche apenas tenía maletero y no nos cabían las tres maletas que llevábamos. O metíamos la grande y las dos pequeñas se quedaban detrás de los asientos delanteros o metíamos las pequeñas y la grande se quedaba detrás de los asientos. Yo iba un poco tensa porque no era mi coche, porque había que conducir por la izquierda y hacía tanto tiempo que no había conducido en Irlanda que me costó un poco acostumbrarme. Encima, cuando por fin llegamos a Killarney y encontramos un parking para poder dejar el coche... la llave no salía. No había manera de sacar la llave del contacto, ya la podías poner en la posición que quisieras, que no salía. Y no había instrucciones del coche por ningún lado. Ya me veía llamando a la empresa de alquiler cuando, de repente, me fijé que en el contacto ponía "push", apreté y salió la llave. ¿Por qué no te dirán esas cosas básicas cuando alquilas un coche? La radio nunca supimos cómo pararla, menos mal que al sacar la llave del contacto se apagaba sola.



Comimos fish and chips en un pequeño restaurante, compramos provisiones para la noche en un supermercado, dimos una vuelta por Killarney y nos fuimos al castillo, que está en las afueras. Mi amiga M.Jesús decía que Irlanda tiene "carretera, camino y senda". Pues bien, al atravesar el Parque Nacional de Killarney nos metimos en una senda, aunque ellos lo llamaran carretera nacional, la velocidad máxima fuera 100 (¿¿¿¿Cien???? ¡si en mi pueblo no nos dejarían ir a mas de 20 por una carretera así!) y pasaran autobuses llenos de turistas y todo. Apenas cabíamos dos coches de frente, cuanto menos, un autobús. Una de las veces me quedé atascada en una curva con pendiente, no podíamos salir ni el autobús que venía de frente, ni yo, no sé cómo al final conseguimos pasar. Y la verdad es que me fui poniendo de bastante mal humor, lo siento por mi acompañante, que me tuvo que aguantar. Pero el paisaje era precioso, la carretera, poco a poco se fue haciendo más ancha en algunos tramos y ya no pasaban tantos autobuses. Atravesamos túneles de hojas y ramas de árbol y también otros excavados en la piedra para cruzar montañas, vimos verde por todas partes, el mar llegando ya a la Bahía de Bantry, ovejas y vacas en los campos...



Ya en Bantry, localizamos el B&B donde íbamos a dormir, dejamos el coche y las maletas, y nos fuimos a pasear y a cenar un picnic en la bahía viendo caer el sol. Había mucha gente caminando por allí, solos o con perros, y un señor mayor se acercó para hablar un rato con nosotras con la cortesía y curiosidad que tienen los irlandeses, que hablan hasta con las paredes si se presenta. Estuvimos un rato hablando, le dimos uva, y luego se fue. Al rato, tras contemplar los cisnes y ver todas las medusas que al bajar la marea se habían quedado varadas en la playa, volvimos al B&B, nos preparamos una infusión en una salita muy coqueta y luego nos fuimos a dormir, que ya habíamos tenido bastantes aventuras por ese día.



CONTINUARÁ...

domingo, 15 de agosto de 2010

Irlanda 2010 (Primera parte)

Llegamos a Cork ya casi a las doce de la noche y nos estaba esperando el taxista de la compañía que habíamos contratado por internet. Un irlandés muy alto y con una furgoneta grande, en la que cabíamos toda la familia, como le dije. Y eso que por e-mail yo había especificado que sólo éramos dos y que llevábamos pocas maletas. Nos fue explicando al pasar por algunos edificios lo que eran, en plan guía turístico, y luego, como la calle del albergue era muy estrecha y tenía coches y hasta furgonetas aparcadas a los lados, se tuvo que meter marcha atrás y le costó algunas maniobras. Como se había portado muy bien esperándonos veinte minutos más de retraso que trajo el avión sin cobrarnos nada por ello, le di una propina para que se tomara una Guinness a nuestra salud. Tras pagar y rellenar los papeles correspondientes, el recepcionista nos ayudó con las maletas y nos llevó a la casa donde estaba nuestra habitación, justo en la calle de detrás, más amplia y donde el taxista habría podido parar un momento y descargar las maletas sin tanta maniobra. Como ya era tarde y, para nosotras, una hora más porque nos habíamos levantado en España ese día, nos fuimos a dormir. Nos costó un poco por el ruido y el tráfico de la calle, pero al final caímos rendidas.


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Cobh, foto de A. Pérez.


Al día siguiente desayunamos unas tostadas, té y café en el albergue y nos fuimos a explorar un Cork vacío porque allí era fiesta ese día. Luego cogimos un tren para ir a Cobh, fue un trayecto muy agradable mirando por la ventanilla el verde y el río, aunque también había zonas más industriales. Hacía muchos años que no había estado en Cobh, desde que tenía 24, y me apetecía ir. Además, la última vez no estuvimos mucho tiempo. Paseamos por un Cobh de cielo plomizo y nos metimos a comer en un restaurante que yo había visto en internet y que está muy bien: Gilbert's. Empezó a llover mientras comíamos en un lugar donde apenas había ruido, a pesar de que estaba lleno de gente y donde éramos las únicas extranjeras. Era un lugar muy especial y un momento también para relajarnos y disfrutar del sitio y de la compañía.



Al salir había parado de llover, pero la tregua no duró mucho: nos mojamos antes de llegar a la estación. Al llegar a Cork, habían abierto las tiendas, ya que abren incluso los domingos y festivos, y nos dedicamos a hacer algunas compras. Luego fuimos a la universidad, que yo recordaba como muy antigua, pero que está llena de edificios nuevos y muy modernos. A la vuelta, nos perdimos porque el río se divide en dos canales y pensábamos que estábamos en el río y nos estábamos yendo bastante lejos, hasta que miramos el mapa, no nos cuadraba nada, encima muchas de las calles no aparecían, preguntamos a gente... Total, que por fin conseguimos llegar al albergue sobre las siete y pico de la tarde, varias horas después y un poco cansadas.



Había una cocina en la planta baja que nos habían dicho que se podía utilizar, así que nos pusimos a preparar algo para cenar. Mi compañera de viaje metió el pan en la tostadora y, de repente, saltó la alarma de incendios. Y eso que ninguna de las dos habíamos notado humo, pero las alarmas de incendios se disparan por nada, son ultra sensibles. En mi casa de Derry al final le quitamos las pilas porque estaba todo el rato dando por saco, debía de tener algún cable mal y se disparaba con o sin humo. Ella se quedó un poco descolocada, mientras que yo, al haber vivido en ese país, reconocí el sonido, salté de la silla diciendo: "¡Mierda, la alarma de incendios!" y miré al techo para ver dónde estaba (lejos de la tostadora, por cierto) para apagarla. Pero no tenía el botón rojo enmedio como la de mi casa de Derry, aunque se apagó enseguida ella sola, menos mal. Y se ve que no había nadie por allí, porque nadie vino a ver qué había pasado, así que, no dimos mucho la nota.



Tras la cena, nos fuimos a un pub, The Corner House, donde se supone que había música en directo, pero tardaron en actuar y no había mucho ambiente, había muy poca gente. Así que, cuando nos tomamos la sidra, nos fuimos a dormir, que había sido un día lleno de aventuras y nos esperaban más al día siguiente, ya que lo primero que íbamos a hacer es recoger el coche de alquiler que teníamos reservado en el aeropuerto.



CONTINUARÁ...

jueves, 12 de agosto de 2010

Irlanda, de nuevo.

ImageIrlanda, "siempre la misma y siempre diferente", como decía un verso de Ángel González que no hablaba de Irlanda, por supuesto. Algunos lugares, esta es la cuarta vez que los visito. Desde los 21 años hasta ahora, que estoy a punto de cumplir 37. Y, curiosamente, en muchos de esos lugares desde el año 98 hasta ahora he hecho fotos con la misma cámara de carrete de toda la vida. Cuando tenga que acatar la moda tecnológica, jubilarla y comprar una digital, lo sentiré mucho. Además, seguro que ninguna digital será capaz de durar tanto. (Por cierto, como los carretes no estarán revelados hasta el lunes, todas las fotos del blog son de A. Pérez, que me riñe si no pongo fotos en los posts.) Esos lugares, además, son recuerdos de gente que pasó por mi vida y ya no está o está pero en otras ciudades y nos vemos poco, aunque intentemos estar lo más en contacto posible.



Y, aunque no lo parezca, desde el año 95 hasta ahora Irlanda ha cambiado. Hay algunas autopistas, incluso con túneles. La gente ya no conduce por los arcenes, como antes, como si fueran otro carril más, aunque siguen teniendo un caótico modo de conducir que, a los irlandeses del norte, les hace decir que "si conduces en la república, puedes conducir en cualquier lado". Las empresas de alquiler de coches han inundado la isla de automóviles y hay muchos tours en autocares que pasan por carreteras muy estrechas, creando un gran peligro para todo el mundo. Sin embargo, creo que la mayoría de turistas son americanos, después alemanes y franceses y los españoles nos quedamos en minoría. Sólo hemos oído hablar en español masivamente en los acantilados de Moher, en la Abadía de Kylemore y el Parque Nacional de Connemara. El resto parece estar poco explorado por nuestros compatriotas.



Lo bueno es que Irlanda sigue teniendo unos paisajes impresionantes donde perderte de la civilización deseando no volver más y una gente encantadora que habla hasta con las paredes. Eso es lo que siempre me enamoró de Irlanda. Por eso vuelvo de vez en cuando.

domingo, 8 de agosto de 2010

Fina la besona.

Hoy hace dos meses que murió Fina la besona. ("Besona" en valenciano significa "gemela", porque tenía una hermana gemela.) Supongo que la llamarían así para distinguirla de todas las Finas de la calle, entre ellas, mi abuela. Además, pertenecía a una generación en la que todo el mundo tenía apodos (nicks se dice hoy más modernamente, como abreviatura de "nickname", que es "apodo" en inglés, en los blogs también tenemos todos o casi todos apodo), ella, mis bisabuelos y muchos vecinos más. El más curioso de todos, el de "el tío Pere per ara i després vorem". Según contaban mis bisabuelos, cuando nació el pobre hombre, su padre había muerto, su madre murió en el parto y, al preguntarle al abuelo cómo le ponían, en el agobio del momento contestó: "Poseu-li Pere per ara i després vorem." (Que traducido del valenciano, significa: "Ponedle Pedro por ahora y después veremos.") Y así se quedó toda la vida.



Para mí, Fina la besona y su hermana Pascuala, desde que las conocí a los 8 años, cuando me mudé a este lugar donde mi bisabuelo compró el terreno por 250 pesetas en 1936 y se hizo una casa, siempre eran unas señoras mayores que vivían enfrente. Unas señoras muy activas. Voluntarias de la Asociación española contra el cáncer durante muchos años colaboraron en el hospital y también recaudando dinero en los días en que salían a pedir con huchas y se iban por todo el barrio y casi toda la ciudad. No iban ellas solas, reclutaban a un grupo de mujeres y niños para ayudarles a poner pegatinas en las solapas de los ilicitanos e ilicitanas y siempre batían el récord de recaudación. Paradojas de la vida, Fina la besona ha muerto de un cáncer.

Me da pena que muera la gente mayor porque parece que, poco a poco, vamos perdiendo el pasado, la gente que conoció a mis abuelos y bisabuelos, y la calle cada vez se va haciendo más impersonal, como en cualquier ciudad moderna. Ya no nos conocemos todos, ya no sabemos quién es quién. Ya no salimos por las tardes en verano a la puerta con las sillas y las mesas a cenar, a coser, a pararnos en la calle a hablar con los vecinos, a ver pasar la vida. Las puertas de las casas ya no están abiertas, como antaño, porque es un peligro. Ya no hay esa confianza de que todo el mundo es bueno y no te va a robar ni a hacer nada. Hemos perdido la inocencia. Y, cada vez que muere una persona de cierta edad, perdemos un poco ese mundo otra vez.

viernes, 30 de julio de 2010

Lo que da de sí una visita a Alicante.

  • El mar visto desde el aparcamiento en la terraza de un centro comercial.


  • Una invitación a comer por parte de Virginia y Paqui por haberles ayudado a aprobar las oposiciones escuchando sus exposiciones orales y sirviendo de "apoyo moral".


COMPRAS

  • Unos vasos comprados para empezar a llenar el piso recién estrenado de Virginia.

  • Una báscula de baño para pesar las maletas y no llevarme sorpresas cuando vuele el domingo.

  • Un mapa de Irlanda y una guía de viajes.

sábado, 17 de julio de 2010

Identidades.

“Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ¿Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy? (…) ¿Medio francés y medio libanés entonces? ¡De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una ‘dosificación’ singular que nunca es la misma en dos personas”. Amin Maalouf.

Ahir vaig començar el dia parlant en valencià al curs que estic fent. Després vaig continuar hablando en castellano con un amigo con el que me fui a comer un arroz espectacular. Me prestó una película que se compró en EEUU y que, por tanto, sólo está en inglés. So I watched the film in English at the end of the day. Or, maybe, I could say:


Yesterday I started my day speaking in Catalan in the course I am doing. Then I continued parlant en castellà amb un amic amb el qual vaig anar a menjar un arròs espectacular. Em va deixar una pel.lícula que va comprar a Estats Units i què, per tant, només està en anglés. Así que la vi al final del día. O, quizá, debería decir:



Ayer comencé el día hablando en valenciano en el cursillo que estoy haciendo. Después continué speaking in English with a friend and I went to have a fantastic paella with him. He lent me a film he bought in the USA, which means it is only in English. Així que la vaig vore al final del dia. O potser hauria de ir el que he dit a la primera línia del post.



Una vez leí que la religión y la lengua es lo que crea más conflictos entre los seres humanos. Sin embargo, la diferencia entre ambas es que una persona sólo puede tener una religión, mientras que puede hablar varias lenguas. No obstante, esas lenguas ocupan un espacio diferente, puesto que no se puede hablar varias lenguas al mismo tiempo, sería un caos como los textos anteriores. Hay varias lenguas en mi vida y las uso cuando me apetece o cuando lo requiere la ocasión, por eso nunca me gustaron las personas que se limitan a un idioma y se piensan que es el mejor y que todos los demás han de descartarse. Ese nacionalismo absurdo no me gusta y me parece demasiado limitado, propio de gente intolerante que no sabe ver más allá de su casa, su pueblo o su país. Vamos, de gente que sólo sabe mirarse el ombligo, incapaz de ver nada más. En un mundo en el que, cada vez más, somos de muchas partes por diversas razones, me parece absurdo definir qué es una "nación".

martes, 13 de julio de 2010

Momentos importantes en la vida.

Acabar la carrera, casarse, el nacimiento de un hijo, sacarse el carnet de conducir, aprobar unas oposiciones... También hay otros momentos malos que son importantes, pero esos no los voy a mencionar ahora. Hoy este post va dedicado a mis amigas Paqui y Virginia, que llevan esforzándose desde 2004 y este año, por fin, han aprobado las oposiciones. También se lo dedico a Paula, una compañera de mi instituto que también ha aprobado. Empieza para ellas una nueva etapa de la vida y este año habrá marcado un antes y un después.

jueves, 8 de julio de 2010

La universidad.

Estoy haciendo un cursillo en la universidad y ha sido agradable volver a reencontrarme con compañeros que ahora dan clases allí y también con un campus más bonito que cuando yo estudiaba, como ya conté aquí. Lo peor siguen siendo los atascos en la autovía y en la propia entrada de la universidad y que los aparcamientos están llenos, ¡hay más gente que en las playas! Muchos de esos alumnos son extranjeros aprendiendo español, lo cual me lleva a mis años mozos, cuando di clases de español en Irlanda del Norte.



También ha sido agradable conocer hoy, por fin después de tantos años leyéndonos y escribiéndonos, al compañero bloguero Garin, aunque apenas hayamos tenido tiempo de hablar porque llegábamos tarde a clase. ¡Vaya par de alumnos! Menos mal que, de profesores, somos más formales, ¿verdad, Garin? A ver si la semana que viene podemos quedar un ratito más, que hoy ha sido todo muy precipitado. Y eso es todo por ahora, andaré perdida porque tengo un examen del cursillo el viernes que viene y, como no me aplique, me temo que suspenderé.