¿Qué tal tanto tiempo? Y sí, el tiempo pasó y nosotros nos colgamos entre tantas ciudades, playas y encuentros. Pero acá estamos y ya falta poquito para nuestro arribo el 2 de noviembre a Ezeiza.
Pasaron muchas cosas ante nuestros ojos en este último tiempo. Recorrimos Berlín, Budapest, España y Portugal, dos meses viajando por lugares hermosos de Europa, dos meses en un recorrido donde a veces nos sentíamos ya casi en casa pero donde no faltaron las sorpresas.
Voy a empezar por Berlín. ¿Qué decir de la ciudad? Es perfecta!! Estuvimos 6 días caminando sin parar… Estábamos lejos del centro en un hotelito muy lindo y el subte era Increíblemente caro, sobretodo para dos muchachos recién venidos de Asia. De todos modos, no nos quejamos, Berlín es una ciudad que es linda en todos sus rincones con sus edificios estilo racionalista, un río que uno encuentra a cada paso, parques por doquier y el muro… A veces lleno de grafitis o chicles, otras un pedazo solitario y gris, otras sólo un surco en el suelo indicando el lugar por donde pasaba. Y la imaginación vuela y uno no termina de entender lo inentendible. Los museos otra gran cosa de Berlín, muchas veces gratis y con audio guías buenísimas Y los monumentos, las calles, la gente, las salchichas, el chucrut, la ensalada de papas alemana, las cervezas al mismo precio que el agua, todo buenísimo y tan tan tan perfecto!
Luego Budapest, aquí nos encontramos con mi hermano Pablo que viajaba por trabajo y estuvimos el fin de semana en familia paseando por la ciudad. Increíbles los baños termales, muy recomendables! Para quién guste de las emociones fuertes no hay como una rápida inmersión en una pileta a 20°C luego de pasar unos 10 minutos en el sauna a 60°C. La ciudad es muy bonita, linda para caminar y relajarse.
Y le tocó el turno a España. Qué placer viajar por España! La comida un capítulo aparte: tapas riquísimas, jamón crudo todos los días, tinto de verano, paella y frutos de mar de todo tipo. La gente, con ese acento tan lindo, hablando Catalán, Gallego, Español, todos encantados de charlar un rato, con esas frases tan divertidas y el “Valeeee”… “Vengaaa”… Uno se siente como en casa!!! Recorrimos bastante: Barcelona, Granada, Córdoba, Sevilla, la costa del sol y un poquito de Galicia.. Ahora ya en Madrid estamos a punto de despedirnos camino a Italia. Todo el legado moro o bien musulmán es muy interesante. La Alhambra y la mezquita de Córdoba increíbles. Barcelona fue un lugar de encuentro con nuestros amigos Javi, Vicky y Julo, con asados, milanesas con puré, anécdotas de viaje y largas veladas. Continuamos el viaje con Vicky y Julo por antiguas tierras de moros para despedirnos en el sur de Portugal con un hasta luego ya que prontito nos vemos en Buenos Aires.
Y entre Sevilla y Galicia nos tomamos 15 días para recorrer Portugal de sur a norte. Desde el fin del mundo hasta las tierras del Oporto, el vino verde y el parque nacional Peneda-Gerez al norte del país. Portugal fue una sorpresa. Fue uno de los lugares más lindo de todos los que visitamos. Sagres, o fin do mundo, la barbilla de la península ibérica, es fascinante. Desoladas playas acantiladas, un cielo y un mar azul que se pierden a nuestros ojos…Un paisaje entre solitario, melancólico y reflexivo desde los abruptos acantilados que se volvía cálido y relajado ya bajando a las playas. Decididamente un lugar para visitar y quizás porque no, para vivir. Luego Lisboa y Porto. Ambas extenuantes con sus continuas subidas y bajadas, llenas de edificios viejísimos, bares con increíbles sopas y pescados, callecitas pequeñas, gente grande charlando en la calle y mucho oporto. Cerca de Lisboa, un día pasamos por Sintra llena de palacios de muchos siglos de antigüedad y estilos muy distintos. Porto nos encantó con sus bodegas donde, luego de una pequeña visita, empezaba la degustación!!! Y de bodega en bodega íbamos a pie. Nada de mareos en el auto y un conductor aburrido. Acá en Porto todos toman!!! Dejando la ciudad, y ya en auto, visitamos los viñedos en el Duero, tierra del Oporto, y fuimos sumando una botellita ante cada parada. También tuvieron su lugar los viñedos del vino verde, propio de Portugal. Por esos pagos, paramos ante un cartel de turismo rural, subimos por un camino lleno de sombra y parras y llegamos a un lugar de película. Una mansión de piedra, una pequeña capilla y colinas llenas de hermosas viñas descansando al sol. Claramente era un lugar muy por fuera de nuestro presupuesto. Por esas cosas de la vida terminamos charlando con los dueños de historia, vinos, gente, filosofía y orígenes mientras saboreábamos vinos verdes caseros propios de la quinta. Nos fuimos luego de tres horas, con un vino bajo el brazo que no nos dejaron pagar. Esa noche, terminamos en un pequeño pueblo llamado Ponte de Lima con un impactante puente romano, música funcional en las calles y wi-fi gratis en todas partes. Había algo raro en ese pueblo. Al otro día partimos para el Parque Nacional Peneda-Gerez ya muy cerquita de los caminos de Compostela y seguramente en un entorno similar.
Luego cruzamos a España, y llegamos a Brantega, un pueblito en el partido de Pontevedra en busca de una iglesia donde se casaron mis bisabuelos y encontrándonos luego de un poco de caradurismo y mucha suerte con algunos parientes lejanos. Otra historia de película que quizás les cuente en otro momento.


















































































































