Involución en el capitalismo de datos

diciembre 1, 2025
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Ha llegado el tiempo en el que el capitalismo industrial, productivo, comercial, e incluso el de servicios, ha pasado a convertirse en un capitalismo financiero y dentro de esa manera de generar dinero artificialmente, sin base productiva alguna, la primacía la ostenta el capitalismo del uso y abuso de los datos por parte de todo tipo de redes, plataformas y empresas de alta tecnología.

Nos pasamos a la hora de actuar, interactuar y dedicar horas y horas de nuestro tiempo a la pantalla de nuestro móvil, mientras las páginas, las plataformas, las redes en las que nos metemos toman buena nota de nuestro comportamiento, nuestros gustos, nuestras compras, nuestras devoluciones hasta el punto de que nos conocen mucho mejor que nosotros mismos.

Es el trabajo de sus algoritmos, desconocidos para nosotros, difícilmente contrastables, los que les permiten traficar con nuestros datos y obtener beneficios incalculables. Es muy difícil democratizar, seguir, controlar, gestionar y tomar decisiones en ese y sobre ese mundo. Nuestras preferencias, nuestros deseos, nuestros gustos y hasta lo que vamos a querer comprar mañana están a la venta, al mejor postor.

Y no es que el capitalismo no haya hecho siempre todo lo posible para dirigir nuestros comportamientos. Es que ahora los algoritmos, las nuevas tecnologías, las empresas tecnológicas saben y hasta deciden lo que vamos a querer comprar, lo cual significa que todo son ganancias, no hay pérdidas, se puede fabricar de hoy para mañana en la cantidad que deseen, sin riesgos.

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Lo que la inteligencia esconde

octubre 6, 2025
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La IA (Inteligencia Artificial) se encuentra ya en todos los rincones que visitamos en nuestra vida cotidiana. Hasta los buscadores en internet nos sugieren, en primer lugar, respuestas a nuestras preguntas generadas por Inteligencia Artificial.

Hay quienes la utilizan como asesora personal, organizadora de sus actividades cotidianas, de sus vacaciones y hasta recurren a ella como psicóloga. Sus efectos son percibidos como beneficiosos por mucha gente, pero no son pocos los que se ven condenados a tratar con máquinas mientras son incapaces de encontrar el camino para ser atendidos por personas.

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Penúltima revolución industrial

junio 22, 2025
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Nos vemos embarcados en avances tecnológicos acelerados en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. De pronto no sabemos qué ocurrirá cuando se ponga en marcha la computación cuántica. No sabemos qué efectos tendrá que las máquinas manejen cúbits en lugar de bits.

No tenemos ni idea de lo que significan ni bits, ni cúbits, ni qué narices significa computación cuántica. Pero seguro que podremos percibir qué efectos tendrná sobre la producción, la prestación de servicios, el empleo, o los modelos de formación. 

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El empleo en los tiempos de la computación cuántica

abril 21, 2025
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No lo sabemos. No tenemos ni idea de los cambios que se producirán cuando los bits sean sustituidos por los cúbits. Sabemos que muchos de esos cambios tendrán efectos disruptivos sobre de formación, pero es más difícil saber qué cambios se producirán en materia de empleo.

Los observatorios de empleo nos avisan de las  profundas transformaciones que se producirán cuando muchos empleos actuales sean sustituidos por trabajo de las máquinas. Otros nos anuncian que está llegando una sociedad automatizada, en la que muchas tareas actuales serán desempeñadas por máquinas dotadas de movilidad y capaces de tomar decisiones por sí mismas.

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IA, deprisa deprisa

febrero 9, 2024
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La Inteligencia Artificial (IA) nos demanda cada día más atención, más dinero, más inversiones, mucha inteligencia humana aplicada a su desarrollo. Y, sin embargo, tanto esfuerzo se asienta en motivos que tienen que ver poco con la razón y mucho con la mitificación.

El mito de un potencial creciente de autoaprendizaje, profundo, automático de las máquinas. El mito de las posibilidades infinitas de la nube y de unas herramientas cada vez más poderosas y capaces de procesar datos de forma más eficiente y veloz.

Las nuevas tecnologías se han convertido en objetivo de inversores de todo tipo que quieren depositar ahí su dinero, sabiendo que los beneficios serán altos y rápidos. Todo gobernante quiere contar en su país, en su región, con la presencia de una corporación tecnológica, o un campus entero dedicado a las nuevas tecnologías, cueste lo que cueste.

No pasa un solo día sin que conozcamos un nuevo avance en el desarrollo de la IA que justifique estos furores inversores. Curas milagrosas, avances en tratamientos, soluciones a problemas climáticos, persecución de la delincuencia, gestión de archivos y documentos.

En los últimos tiempos la IA nos permite incluso la atención a usuarios de cualquier servicio utilizando voces humanas, escribir trabajos universitarios, artículos, cuentos y hasta poemas. Por nuestros movimientos al andar nuestro dispositivo móvil puede detectar la aparición incipiente de un problema de Parkinson, o puede alertar de un problema surgido en casa de una persona mayor que vive sola.

Así, los promotores del negocio de la IA nos han convencido de que las nuevas tecnologías son el ungüento amarillo, el elixir mágico, la piedra filosofal que puede solucionar cualquier problema. La IA, según esos negociantes, trabaja mejor que cualquier ser humano, puede sustituirnos y puede solucionar cualquiera de nuestros problemas. Sabemos que es mentira, que es un mito, pero necesitamos creerlo.

Nadie se preocupa de explicarnos que la IA no trabaja como nosotros sino que busca aceleradamente combinaciones de datos hasta lograr clasificar, ordenar, ofrecernos un diagnóstico, una previsión climatológica, una situación de riesgo. Por eso, sigue siendo necesario el papel del ser humano que interprete la pertinencia y adecuación de los resultados obtenidos por la IA.

Dicho de otra manera, la IA puede ganarnos utilizando las reglas de cualquier juego, pero tiene problemas de intuición, de aplicación del sentido común, que no puede resolver. La IA puede “aprender”, pero le cuesta manejar ese nonsense que caracteriza muchos de nuestros comportamientos, convicciones y hasta decisiones.

Hay quienes se han dedicado a convencernos de que muy pronto las máquinas superarán la inteligencia humana, aunque nadie nos garantiza que esa grandiosa capacidad de procesar miles de millones de datos utilizando algoritmos de aprendizaje automático deje de ser propiedad de esas grandes corporaciones que los acumulan y utilizan en su propio beneficio.

Entre unas cosas y otras, cunde la sensación de que nosotros, los humanos, no sólo somos mortales, somos absolutamente prescindibles. Al menos intentan convencernos de que debemos aceptar un destino subordinado a las decisiones que vayan tomando por nosotros los sistemas manejados por la IA.

Nos hacen creer que no trabajaremos y viviremos de una renta básica más o menos cuantiosa. Nadie tiene pruebas de que los empleos que se pierdan no se van a transformar en nuevos puestos de trabajo que requieran nuevas capacidades. Nadie lo sabe, pero todos parecen empeñados en convertirnos en esclavos de un nuevo poder al que llaman IA.

Y, sin embargo, nada está escrito aún, Nadie tiene por el momento el poder de decidir qué futuro nos espera, porque todo depende de si vamos a ser capaces de permanecer atentos al devenir de unos acontecimientos que no necesariamente nos terminarán convirtiendo en esclavos.


La distopía biodigital que se avecina

abril 24, 2023
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El mundo está cambiando aceleradamente. El poder económico se ha redistribuido, la tecnología se ha globalizado y los equilibrios geopolíticos se han roto. Con todo, el mayor riesgo creo que se encuentra en saber en qué nos convertiremos dentro de muy poco tiempo, como personas y como especie. Cómo pensaremos, qué esclavitudes aceptaremos como normales, qué conciencia guiará nuestros pasos.

Basta asistir al virulento debate sobre la gestación subrogada, los vientres de alquiler, la clonación de seres humanos, para entender que el transhumanismo disfrazado ahora de posthumanismo y su aceptación de una naturaleza humana líquida, plástica, hecha de elementos naturales y componentes artificiales facilitados por medios técnicos ya disponibles, al menos para los que cuentan con el dinero necesario, serán el eje del debate al que nos enfrentaremos.

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Los invisibles, el coronavirus y la Inteligencia Artificial

mayo 19, 2020

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El coronavirus nos ha situado ante la realidad de una revolución digital que podíamos percibir pero de cuya profundidad y dimensiones no habíamos tomado conciencia. Como si de un iceberg se tratase, lo que era una punta visible se ha convertido en un inmenso espacio virtual en el que hemos vivido el confinamiento

Desde el trabajo al entretenimiento, desde los estudios a las actividades culturales, de las compras a las gestiones administrativas y buena parte de nuestra información (desinformación a veces) los hemos realizado utilizando internet y las nuevas tecnologías. El confinamiento hubiera sido otro muy distinto sin estas herramientas. Aún así sus potencialidades, sus problemas, lagunas, e insuficiencias, también han quedado en evidencia.

Eso que llaman ciencia de datos ha demostrado ser muy útil para las grandes corporaciones económicas privadas, sin embargo no lo está siendo tanto para las organizaciones sociales y para las personas que padecen las peores consecuencias de la desigualdad. Los invisibles lo son hoy más que nunca y la brecha que los recluye en la pobreza es cada vez mayor.

Hasta en la muerte la brecha está presente. Con unos u otros criterios los muertos europeos por coronavirus serán contabilizados. Los muertos por COVID19 en países como Ecuador sólo se contabilizarán si se producen en un hospital. Los demás no existirán.

En Europa nos preocupa que el Gran Hermano nos vea, controle, utilice nuestros datos más de la cuenta, invada nuestra privacidad. Reclamamos el derecho al olvido, como la posibilidad de borrar todos nuestros datos de internet. Sin embargo, lo hemos comprobado también con el coronavirus, el problema para muchas personas consiste en conseguir ser vistas, un poco vistas, entrevistas al menos.

Miles de millones de personas en este planeta son invisibles, no podrían demostrar su existencia (dónde nacieron, cuando, quienes eran sus padres), a veces ni papeles tienen que demuestren su identidad, dónde viven, ni tener una cuenta bancaria, ni comprar una vivienda, contratar un seguro, o un teléfono móvil, ni conseguir un trabajo regular, ni tan siquiera votar, no acceden a la educación, ni al sistema sanitario, ni viajar pueden. Lee el resto de esta entrada »


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