Me hubiera gustado, antes
de irme al diablo, retocar
las imágenes en que destruí
tus alas de cera, tu sonrisa
de laureles en el cenicero.
Quisiera volverte lodo de flores,
guirnalda envejecida, sudadera
atroz en un momento de debilidad.
En cambio, soy esta sombra tenue bailando
un ritmo frenético camino al infierno
mientras escucho decir mi nombre
como si alguien pidiera la hora
en un cruce de ausentes.
Dootri
Carlos Vicente Castro
domingo, diciembre 28
En algún lugar del mundo, he muerto
sábado, diciembre 6
Signos vitales
Me había olvidado de mí mismo, de ti
en una dispersión de páginas envolviendo el día,
en una sucesión de autos que en la carretera
van en sentido contrario
y echan sus luces apenas al comenzar la mañana
como si fueran pequeños faros intentando competir
con su significado. Hace mucho que mi alma
no sonreía al dejar atrás letreros avisando de poblados
para dirigirme con velocidad hacia un destino
más bien en las curvas y en el rodar hacia donde se mira la
lluvia
allá en las montañas que parecen salpicar.
Desde este pequeño faro alumbro también la mañana,
este faro que irriga su luz amarilla por las venas de la
carretera
y me anima a avanzar como si el asfalto fuera una sucesión
de puertas abiertas entre viento que susurra a través de una
pequeña abertura
de la ventana. Soy así como he de ser, con las gotas
frágiles que tiemblan
en el parabrisas como pequeñas cucharadas de gelatina, con
su timidez
que el viento traga cuando me dirijo hacia un punto que
entre más me acerco
tiende a alejarse y eso está bien, o no importa si está bien
o si mal, lo que vale es aquello
que voy rebasando o me rebasa y pasa como descubriendo por
primera vez
la cruz en el camino, los hombres de chalecos amarillos
que bordean la carretera y me señalan que baje la velocidad
porque adelante algo pasó, pero una vez que lo dejo detrás
no queda sino pisar el acelerador y continuar la marcha
hacia ese punto
que luego es un poste o una montaña o algo simplemente
destazado al borde de la carretera.
viernes, noviembre 14
Desde la oscuridad
No sabría escribir ahora mismo
desde el silencio. Hace tanto
que no lo topo. Y no solamente
porque ese chirrido hace lo suyo
cada que cierro los ojos y los oídos
parecen abrirse, y al abrirse
desfilar por una cornisa sutil y lenta
de los mil demonios. No
es silencio lo que puedo ir a buscar
a ese encierro del que nada sé,
no hago más que tragar saliva al pensarlo
sin que haya un porqué, nada más
la necesidad de sostener entre las manos
o entre los ojos, la sensación de caminar
con masa en el cuerpo, con densidad
y no solamente este arquear de espalda
como si quisiera arrugar la realidad,
echarla por la ventana del auto. Si
recordar me hace tanto mal, y eso
necesito para escribir, tal vez el mal sea
evadirme de todo cuanto me golpea
como las palmas a un mosquito
que ha ido haciendo ruido toda la noche
y ya está harto de nuestra sangre
y desea que todo termine con este placer
de la noche.
miércoles, noviembre 5
Correr entre las piedras
Si yo quería nada más correr, correr
por las márgenes del río de Santa Rosa,
resbalando mis pies descalzos por la tierra húmeda
entre raíces y lianas, correr aunque me cayera
hacia la corriente fina y brillante, no pensar
sino en seguir corriendo con el sol queriéndose abrir paso
entre dos higueras para tocarme con sus dedos amarillentos
como los de un fumador, como tú, Benigno, cuando encendías
tu mirada triste como un hilito de humo, correr
como si deseara alcanzar todos los amaneceres, todos los
horizontes
que sangraron sus rosas y sus carmesíes, correr
por la boca abierta del lobo, su saliva esta agua con
arrugas
como las que yo tendré cuando sea abuela, bisabuela, cuando
seas, Benigno, mi signo entre las piedras que se llaman como a
mí
me viene en gana, yo que soy Petra, pétrea columna veloz
por sobre las lajas redondas como huérfanos pedazos de sol,
correr hacia atrás, hacia el tiempo en que mi sangre todavía
no alcanzaba a arder en el deseo y en los estertores que son
hijos,
en los hijos donde ya no alcanza la saliva de todo este río
para nombrar,
en los hijos que me pusiste enfrente, Benigno, sin poder huir, correr
como un río de largo alcance bajo las estrellas que adivina
porque hay que correr, correr, Benigno, pisando raíces que
salen de la tierra
como rostros detenidos en el grito, en la advertencia.
martes, noviembre 4
Desdoblamiento
Hace un momento, un par de horas, un poste inclinaba su
sombra hacia el café donde nos encontrábamos. Como si su intención fuera unir
los pedazos de todo aquello que tocaba por encimita. En su torso, si es posible
que tenga uno, pero démoslo por sentado, la maquinaria de un medidor cumplía su propósito: escuchar el ritmo, los acentos del paso sanguíneo de la
luz invisible. Escuchar: cómo el poste erguido transporta energía a una velocidad que
rebasa nuestros cálculos. El hecho es que alrededor de las 12 de la noche el
poste se iba extendiendo hacia las estrellas ocultas por el esmog, pero su sombra, en
un ángulo de 90 grados aproximadamente, parecía caer con toda su negación sobre
la banqueta donde mi interlocutor terminaba su cigarro, como si otro cigarro
gigante intentara apropiarse del fuego. Un titán de sombra escapado del poste
gris para emboscarnos con un tema liviano.
viernes, octubre 31
El aullido y la grúa
Pensaba en la grúa inmóvil. Cada vez que me asomaba por la
ventana de mi habitación, en el recuadro delineado por el alambrado y las
bardas blanco sucio de los otros departamentos, con sus ventanas negadas a la
curiosidad, estaba ahí, extendiendo su enorme brazo de varillas metálicas de un
lado a otro de la avenida López Mateos. Entonces ignoraba que cruzaba esa
arteria con ínfulas de embotellamiento; me enteré porque regresaba en coche y
entonces reconocí esa gran estructura. Desde mi habitación no había calculado
su extensión: prácticamente los seis carriles de la avenida y quizá más. Llegué
a pensar, además, que la construcción del edificio estaba detenida, congelada
en algún punto de sus inversiones. Pero no: la grúa de pronto, una tarde,
apuntaba hacia otro lado. Como a veces sucede con el tren, que va en una
dirección o en otra. El silbato de ese monstruo de hierro suele penetrar las
ventanas cerradas, como si se auto-inmolara entre las paredes, como si se
estrellara en todas a un mismo tiempo con un aullido desesperado. Al principio este
ruido imponente causaba estragos en mi cuerpo antes de que me diera cuenta de
que se trataba de la máquina que atraviesa la ciudad a cuadra y media. Mi sobresalto
daba lugar a un sentimiento que poco a poco se instalaba en la pasividad de la
grúa, como si me extendiera su brazo solidario. Inmóvil, aparentemente.
martes, octubre 28
Una sucesión de cosas está ocurriendo en la página falsa
Hace tiempo no he tenido
el impulso de escribir,
el pulso, o eso que hace oír un reloj en las venas
de regreso al órgano motor
del tiempo mismo.
Y no he escrito porque
no hay nombre que nombre mi sangre
obstaculizada
por esta materia oscura que más va que viene
a través de conductos de vacío.
La proporción entre lo dicho y lo caído
no era motivo suficiente
para difuminar lo que iba pasando
en fonemas que bien podrían
no poder. No duermo, esperando,
esperando al verbo
este mismo en gerundio.
lunes, octubre 6
Desayuno sin clave
Se ha ido (las puertas dejaron
de cerrarse) se ha ido
en el contubernio de la mañana el azogue (un clic
resonó durante horas) una máquina
de escribir borradores en la repisa sin
chistar (duerme o vela la rigidez
de los libros como llamas en reposo) los
buenos días rebotan en las paredes de la cocina
como una pelota de tenis (un hule flexible o
esquivo) y el café (nudo de sabores
sepia) y los aguacates remolidos (sobre
la piedra reminiscencia de volcán) y el origen de
las especies (cascarones muerden
lo blanco) con especias (Horacio:
esto taladraría tu intestino) en un plato
donde botones de rosas gravitan
el azul (su significado
en cerámica colonial) como a
un oficio (dedicado a estrellas
de papel metálico)
domingo, octubre 5
Recorren el menú con la mirada y se disponen a solicitar un par de espressos dobles
Igual a ti, que alabado fuiste por muchos
Tínico de Calcis, recitado en los banquetes
y alojado en festejos de amigos poderosos
como un guerrero que en la batalla decisiva
una sola vez dio en el blanco, Er el Armenio presume
haber escrito un buen poema.
No está en sus libros
o las revistas donde ha publicado.
No en la servilleta con jeroglíficos
plisada por su cuaderno de pastas duras, ni
esbozado entre las arduas palabras de la pared
sobre la que escribe al deambular el pasillo
rechinando sus cada vez más débiles articulaciones
e imágenes de otra vida.
Seguramente
lo perdió con los papeles tirados
mientras aseaba la habitación.
sábado, octubre 4
Escrito con un estilógrafo
En los altibajos de la aguja los destellos de la luz
giran
giran en
la noche subida de tonalidad, la mañana
espera su abandonarse a la banqueta, a tu
palabra removida para atrapar una planta del tamaño de una
palma abierta
qué esperas cómo te reconstruyes el viento sábana ondula las
campanas callaron
como si cayeran
como si cayeran desde una altura imprecisa
como si cayeran a la mesa donde bebes el café americano sin
azúcar la lengua tibia
anudada a la espera del poso los gránulos que se asientan
como relojes a destiempo
pero tú estarás aquí en la mesa con el mantel acribillado por
lo que llega de lejos, de antes
de que hubiera este nosotros que empieza a caminar como un
insecto en el cuaderno
de pastas amarillas
miércoles, septiembre 24
Qué es
Un día sin plumas ni cagadas
en el cofre del auto, un día como no lo esperaba:
cargado de la palabra prohibida.
Hoy solo me dispongo a recibir
lo que el sol ilumine detrás de las nubes
que parecen una explosión de espuma
en una tina.
Jugar a esta realidad alterna
es un bostezo incontrolable: alguien
me habla para que despierte.
sábado, septiembre 20
Los perros. Habitación-estudio de la casa. Atardecer.
Carlos: ─Te dije que esta esquina estaba
apartada, ¡aquí solo debían estar mis letras, tarado!
viernes, septiembre 19
Débito
Amartillas el filamento del día empotrado en la pared
como una sombra huyendo de su objeto.
En la tibieza
una garza apostada en la azotea:
palo de bandera sin bandera,
ojos del moho guiñan centavos.
Aliento de colibríes fétidos, escombros
engarrotados huyen de la luz que parpadea
atrapada en la correa.
La novedad de un pensamiento miente.
Morlocks
entibian el nitrógeno atrapado en pulmones de hule.
Y en un trozo de asfalto puntilloso
entre dos muros
el mórbido
lagarto desciende como una provocación
texturizada.
miércoles, junio 4
Aleatoria
¿Dónde abandonaste las cucharas
de la tarde
ilesa?
escribir con tinta china.
o pestañas:
una flor amarilla
en las hojas
leídas por un niño.
le quemaron
las orillas.
jueves, mayo 29
martes, mayo 6
Escena
Su nombre está incompleto en la puerta,
sale todos los días a las once de la mañana
sonando sus tacones por el piso de lajas
en el patio central,
deja detrás un par de arbolitos
que no han crecido demasiado
a falta de espacio en su cajete.
Ella avanza hacia el estacionamiento
con la decisión de quien se ha liberado
por diez segundos
mientras llega a su auto
abre la puerta, la alarma suena, la apaga
queda un poco de gasolina
menos mal
en el asiento
su máscara.
martes, marzo 25
Solamente
importa tomar un objeto cualquiera
una impresora un bote de agua vacío
la impresora sin cartucho imaginemos aunque lo tenga
el librero lleno de libros sin libros
la computadora con archivos descompuestos
imaginemos
un hombre sin alma desalmado un fantasma
eso es un hombre sin cartucho como un bote de agua vacío
imaginemos
un hombre en un cuarto solo un libro de letras tachadas
imaginemos una casa sin palabras sin nadie
ni reflejos en sus ventanas sus espejos deformes
una casa es un hombre
imaginemos
un hombre no es una casa
imaginemos
un hombre o una impresora sin cartucho
un bote de agua vacío una computadora trabada
imaginemos
no es que pretenda aniquilarlo
no sé por qué dirige sus pasos hacia fuera
el hombre es una casa cuando quiere
la casa vacía espera
viernes, marzo 14
Enigma
Sale a medianoche del departamento
hacia las vías del tren.
En las raíces de un árbol enorme
la banqueta es un mapa de rupturas.
Una llanta descansa de girar entre hojas secas
y trozos de bolsas de plástico.
Una ventana del edificio
proyecta su tenue luz
de televisión:
la sombra móvil de las ramas
parece la silueta
de una esfinge.
No sabe cómo responder
a su pregunta.
viernes, marzo 7
Gotas ceiba girones
no sé cómo ocurren las espinas
deletreadas en la construcción
espinas alzadas contra las nubes disipándose
espinas de ceiba hechas de tierra minerales espinan
el cielo a gajos los hombres se perfilan
como pajaritos en las varillas van a ocultarse
las varillas van a ocultarse bajo capas grises y serán ventanas
se aprecia aquello que va alzándose como si multiplicara
los sitios negros que se volverán personas que alojan
trucos de líneas que no son más que luz embarrada
en una pantalla líquida como un río de hojas que el viento
rasga como a las nubes deshilachadas por las espinas
el edificio es una tela alambres de babel en construcción
las ramas y los vacíos negros se alzan se alzan se alzan
el néctar del concreto el cielo en trozos de tela
las sombras son huecos necesitados
el concreto los hombres los filos los filos
gotean
Lo no visible
Una bestia espera
en los lingotes de la tarde blanca.
Mina sus huellas apenas aparecen
en los intersticios de caminos privados.
Trasluce el vigor olvidado en vanas travesías
de libélulas pintadas en alas de colibríes famélicos
sobre el cable electrificado de la vecina.
Le han dicho que se trata de esperar,
que todo ─así
sea el hambre de veneno─
es atizar un fuego azul en la madera
de los ojos por si algo aparece
en la duna hueca de latidos,
en el epicentro de la aguja perdida.
Con la rapidez de un zumbido
despide lo que llaman verdad
para sepultarla y que no cause
daño a los escarabajos escondidos
con miedo a ser escudriñados
por otros escarabajos.
Qué fantasmas aletean como ángeles
aturdidos, qué borroso es todo esto
de no salirse de la línea
por temor a que sea visible.
domingo, febrero 9
Narcisos
Llevaba
más de dos semanas levantándome con un golpe de barra en medio de la espalda. No
precisamente una barra de hierro como las que utilizan para hacer zanjas en
jardines pedregosos o de tierra seca y dura. Sino una barra de frío húmedo. Una
barra que había socavado mi espalda al centro y el resto de mi cuerpo como si
mis nervios fueran un cúmulo de cables que alguien jalara con el puño, sin
sacarlo de ahí. Fui descubriendo poco a poco que se trataba de humedad, una
humedad que no podía señalar con el dedo por ser imprecisa, nebulosa, invisible
como el aire hasta que lo pronunciamos. Ahí estaba, causando grietas en mi
cuerpo casi quincuagenario. Apenas uso esta palabra por primera vez y sé que la
década estará impregnada de su idea. Porque ha de tratarse de una idea, al
igual que el rostro cuarteado que miro en el espejo. Adiós a ese cutis suave y
hasta femenino de la juventud. Cuando voy al gimnasio por las mañanas, los
chicos me hablan de usted, de señor, incluso de profesor. Y es que el gimnasio
está en la universidad donde doy clases y además estudio una maestría. La
entrenadora del gimnasio me mira con cierta condescendencia para explicarme una
y otra vez el uso de las máquinas para mi rutina. JALÓN CON POLEA AL FRENTE
ABIERTO AGARRE PRONO. Dos o tres chicos ─se entiende que también las chicas─ están embebidos subiendo escaleras
interminables con una lentitud que no utilizaría para las reales. De hecho, les
he visto tomar el elevador al cuarto o quinto piso en el edificio de Artes. Nos
hemos encontrado en ese espacio cerrado mirándonos furtivamente por el espejo.
O al menos yo lo he hecho: siento curiosidad por los gestos y las actitudes de
las personas que me rodean. Son muy amables conmigo y, si están conversando en
grupo, apagan su conversación una vez que se cierran las puertas y oprimen el
botón con el piso al que ascenderán; es entonces que las miradas de soslayo parpadean
como las lucecitas intermitentes de nuestros celulares con notificaciones todavía
no vistas. Esto de subir escalones en una máquina y usar otra máquina para ir
hacia los pisos superiores del edificio es una situación embarazosa. Nadie
parece darse cuenta de ello. En mi caso, he ido al gimnasio no porque desee
esculpir mi cuerpo como lo hacen algunos chicos. No disimulan ante el espejo
del baño común, sino que se solazan en posar en toalla como si fueran faunos
griegos o pinturas atléticas que lanzaran el disco. Otros al parecer intentan
imitar al conocido lugar común del David de Miguel Ángel, pero con la pantalla
del celular sostenida por uno de sus brazos hercúleos e inmóviles. Su público
dará like a sus marcadas abdominales, quién sabe si con igual o menor
admiración de la que ellos parecen mostrar frente al espejo empañado. Son
jóvenes. Cuando yo lo era, llegué a marcar los músculos ejercitándome en el tae
kwon do, el basquet, la bici y la frenética caminata diaria hacia la parada del
camión. Nunca logré volumen, la intención era otra. Abominaba la idea de
ejercitarme en un gimnasio porque me parecía que esos músculos voluminosos no
servían para nada: ni para patear al contrincante ni para atrapar un balón en
vuelo. Nunca se me ocurrió, mientras jugaba basquet, medirme los bíceps con
cinta ni mucho menos presumirle a nadie mis pantorrillas. Era flaco y correoso.
Algunos de estos chicos compiten entre sí levantando pesas enormes y en el
inter comparten fotos de sus avances en Instagram. He presenciado, en mis
clases al frente de algún grupo de programadores, cómo algunas alumnas se intercambian
con cierto regusto y gracia esas mismas imágenes que he tachado de narcisistas.
Esto me ha hecho pensar que se trata no de un narcisismo individual, no de un
Narciso que se ahogue en un estanque, sino de una red colectiva de narcisismos
ahogados unos en otros. Una flor sobre otra, un montículo de Narcisos contaminando
con su exceso al lago y asfixiándose entre sí. Seguramente este chico que se
toma la selfie medio desnudo ligará a otra chica ─o chico─ con los músculos también esculpidos
con esmero, tendrán una cita y cada uno se excitará con su propio cuerpo. En
fin, igual habrá disfrute, deseo, tacto. Juventud, rebosante. Yo ni siquiera me
atrevo a ponérmeles enfrente. Soy como uno de los intendentes que nunca he notado
sino subrepticiamente en los pasillos: me escurro por los recovecos y, como una
cucaracha prudente, me detengo cuando detecto movimientos para volver a avanzar
en cuanto el barullo se va desvaneciendo. Se supone que estoy allí en busca de
salud, combatiendo la recalcitrante diabetes. Pero en momentos, a solas,
también me descubro supervisando mi silueta en el espejo que recubre toda la
pared poniente del gimnasio, o el mismo espejo empañado que refleja a los
Narcisos. Me pregunto si ya bajé la pancita, si alguien notará los nudos de mis
piernas una vez que me decida a abandonar el pants, cuándo las líneas de mi
abdomen resaltarán de manera que desee compartir el hallazgo en Instagram, para
regocijo propio.
domingo, diciembre 15
Los perros 15 12 2024
Me creo capaz de escribir día a día marcando el polvo, a
veces haciéndolo caer con la punta de mi pluma Bic de tinta verde. ¿De qué
color era este muro lleno de telarañas? ¿Con qué transparencia dejaban pasar la
luz estas ventanas biseladas con adornos florales, rotas y manchadas de gotas
de pintura roja? La casa es una heredad, un pasillo lento que se va recorriendo
incluso cuando me quedo de pie frente a la maleza del jardín, las hormigas que
van fragmentando los arbustos. Podría investigar en alguna enciclopedia cómo se
llaman, pero no creo que valga la pena. Qué me importan los nombres de unas
plantas que no los necesitan. El anonimato es su esencia, al menos desde donde
yo lo veo. Y ellas no parecen tener una respuesta al respecto. Ni preguntas. Se
mecen, tiemblan con el viento que de pronto las acaricia como si pasara su mano
por encima, una mano parsimoniosa, carente de la noción del tiempo. o quizá más
bien tan inmersa en el tiempo que solo detectamos su paso por el movimiento de
las hojas ansiosas. Acabo de añadir este adjetivo solo por diversión. Ansiosas,
las plantas. Las plantas que ni si quiera quieren ser nombradas. Que no quieren
nada, ni agua. Que más bien son ajenas a la voluntad mí y de ellas mismas. Solo
están allí. Son, en todo caso, producto de la voluntad de la naturaleza, la
misma que me ha puesto a mí frente a ellas, la misma que me ha dado la
capacidad del lenguaje que enmarca las yerbas del jardín. Pero cuál jardín, si
un jardín es algo cuidado, es precisamente la naturaleza domesticada. Y aquí
corre libre, asediando el limero que quién sabe cómo sobrevive si no creo que
nadie tenga la paciencia de regarlo. Haré algunas anotaciones sobre estos
verdes y amarillos salvajes en mi cuaderno, y las acompañaré con estas hojitas
carcomidas por gusanos, esta flor blanca de olor a miel. Ya veremos si regreso
algún día a este espacio en la pared apretujado por otras palabras. A las hojas
de mi cuaderno que parecen paredes llenas de polvo y telarañas.
***
No puedo negar el dolor, no estoy capacitado. No crean que
me refiero a un dolor abstracto, sino a aquella vez que un caballo me pateó en
la rodilla izquierda. Íbamos corriendo los primos por la calle Pedro Valdez en Cocula,
de la casa de mi abuelita María a la sempiterna tienda de la esquina, pasando
por el billar, donde varios caballos alazanes esperaban a ser montados de nuevo.
La patada fue la de mi primo al pasar corriendo, al caballo, y a mí me tocó la
venganza. Nunca nada me ha dolido tanto en la vida. Y eso que ya tengo 21. Nada,
nada se le compara: quería arrancarme la pierna y arrojarla lo más distante
posible, donde el dolor se escuchara a lo lejos. Los otros dolores son algo
bien distinto. Por ejemplo, sé recibir golpes. Más bien, estoy acostumbrado a
ellos. Desde pequeño, sacar malas calificaciones era motivo para ver la trayectoria
hiperbólica que seguía el fajo hasta mi cara. Había estilo en eso. Pero yo resistía:
mantenía mis calificaciones igual, retando a los consabidos gritos y magulladuras
de lo que percibía entonces como mi cuerpo de metal. En eso se transformaba y
entonces ya solo era cosa de ir a recomponerlo. Los golpes sonaban en el hueco,
porque que yo sepa ningún muñeco de lata tiene un órgano que irrigue sangre,
podría oxidar el armatoste entero. Pero hablaba del dolor más grande: sí, fue
contra mi rodilla y no tuve oportunidad de convertirme en hojalata a tiempo.
***
martes, diciembre 10
Verbum interius
De lo dado a lo que arrebatamos,
de lo articulado con lengua de fuego
a lo que el juego nos articula,
de lo saboreado con la sangre
al saber que se extingue circulando.
jueves, diciembre 5
Mamá abre y cierra cajones
Mamá masculla sus maldiciones
en la otra habitación, ha apagado la tele
pensando que está sola
y mientras esculca los cajones
dispersa murmullos al viento en
resistencia.
Oigo cómo le vienen a la memoria
asuntos pestíferos, cómo sale de su boca
el bestiario de un libro de horror.
Mi madre ahoga sus palabras
como municiones en un blanco de feria,
es su momento de golpear lo que la ha
golpeado,
de estropear el día
como si lo apaleara con una escoba
para respirar su polvo.
No estoy en condición de negarle este
placer
de revivir lo olvidado como si saqueara una
tumba,
de tachar la noche con más noche.
Sus palabras rondan como aguijones
mientras abre y cierra las puertas del
clóset
donde le aguarda un monstruo de cien ojos
al que intenta
forzar por el desagüe
del lavabo.
sábado, noviembre 23
Algo rechina cuando volteas
La palabra fantasma
recibe a los muertos recientes.
Caminar suena como un crujir
de huesos expuestos a los elementos:
la mano de la oscuridad
busca en una bolsa
dulces envenenados.
Tus ojos son puntos suspensivos,
alguien los abandonó en una mesa
junto a un par
de dados, a sabiendas
de que nada es dado, sino
lo que no merecemos.
Es en momentos como este
cuando huyes
hacia un bosque de hojalata.
viernes, octubre 25
Lluvia Café
Bodegas
30 bolsas
transparentes
cajas, una de esta
otra de esta
una limonada
dos limonadas
cuatro limonadas
sobre la mesa
es el inventario
ah, el cliente
como él
la quiera
la caja
lo que contiene
ah, y comprar
una máquina
para medir
lo blanco, lo negro
una y otra vez
cajas
domingo, octubre 20
Benigno
Aquí estoy, inmerso en la línea punteada
que trazan las hormigas desde el manzano,
suben por los ladrillos huecos del muro
hasta perderse en otra casa, de la que no se oye
sino el gallinero: se huele, se adivina.
De allí vienen las hormigas y allí regresan
una a una, con sus trozos de amarillos
que no significarían nada si no fueran
una continua demolición.
Aquí, pienso: el transcurso agobiado de las tardes
no ha sido suficiente, los días
no roban algo de mí poco a poco,
no detento más derecho que este manzano
o el ciruelo de más allá, el arbusto de café.
Contemplo el pequeño huerto,
agradecido por los muchos hijos
salidos de Petra como de un hormiguero
para roer el mundo, o al menos
este caserío tenso como una pistola,
este jardín donde el canto de los gallos
está a punto de suceder,
donde mi sangre camina.
jueves, octubre 17
Teología procesual
Me han dicho que dios con esta
pesa
sube, baja, da tonificación
a la realidad de la puerta sin
cerradura,
la que juega con anuncios de
ánimes
en la pantalla móvil del
Streaming
esperando. Pero qué sé yo de
dios,
solo que quizá quiere colgarse
del vivir vedado a sus ojos sin
Pantone,
los dedos sin cortes. Quizá sea
su manera de ser menos abstracto
enlodarse de frases sueltas
que dan otro significado a lo que
nos toca
con su lengua bífida.
Quizá dios también sea
proceso del fracaso.
sábado, septiembre 14
Limonero
Dabas el agua agridulce y ácida
con amarillos y verdes rugosos
al jardín donde la música
era jugar a las escondidas.
Esas fibras o gotas sólidas
─legañas
del que despierta
si se abre en dorados─
al reventar
aguijoneaban la lengua, el sabor atónito
del día que se olvida.
De pronto: una ráfaga seca
o te quebraron las piernas los gusanos
y tus hojas apiñadas como hormigas muertas
son el signo de algo pasado subido a tus dedos
como dicen va perdiéndote la cicuta,
medusa
petrificada.
lunes, agosto 26
Streaming
Escuchar las plantas es para mí
florecer sin la tecnología
que me abruma
a ciertas horas
contagiadas de gripe imaginaria.
En la televisión recorto hierbas, soles
contritos, detrito
y me parece tan real
esta pesadilla de la que aún no me entero.
Soy espectro entre figuras cromáticas, no hay sillón ni cama
ni escritorio con sus llagas extendidas.
Voy tejiéndome a la historia
como un insecto que inmerso en la pantalla
piensa estar al filo de una bugambilia.
martes, julio 23
Secuencia am
Los relámpagos en la ventana de un
cuarto de azotea
balbucean lo que va a ocurrir
pero no saben que a mí los videojuegos
no me alcanzan, ni Super Mario
con sus herramientas para hacer de la mañana
un cúmulo de Cladosporium a todo color.
Yo no sostengo que debiéramos guardar
lo que nos mancha la yema de los dedos
y podría matarnos, lo cierto es que
los hongos me son indiferentes
hasta que reprograman los buenos días por haber leído
un libro del que se alimentan y entonces
ya forman parte de los sucesos
que siguen.
martes, julio 2
La conjetura de Wile Coyote
Si el aire sostiene cuando lo ignoras
¿por qué patear la piedra
que no se ha dado cuenta?
Pulso
Enhebré las manecillas del reloj
al ritmo
de venas apaciguadas
por si acaso me quedo sin la cabeza de flamingo
desbalagada por el librero
entre una sucesión de páginas muertas
que no saben si resistir
o liberarse a la inercia
del ruido.
lunes, julio 1
Gumball contra el caballero en mallas
Son tus bigotes los que
tiemblan
cuando el padre toca el claxon
y la chica que es un alce
se asoma por los hoyitos
de sus ojos como por una máscara
para recordarte
que no importa lo que piense el caballero
con mallas
al importunar el palo de escoba
ni el padre a punto de atropellarla
sino su forma de mirarte
cuando un bote de basura se estrella
una y otra vez
contra tu cara.
viernes, junio 28
La calle repetida
Quién eres cuando confundes
los
brillos en la ventana
con la grasa de manos infantiles
Al paso las raíces
ya no se acuerdan de tu ritmo
tocas cortezas como a fantasmas
la lluvia desdibuja en los charcos
muros que nunca volverán
La banqueta huele a sangre
como
si alguna vez la peste
devolviera preguntas
Caminas en una dirección
no sabes si atinada
el azar no cabe en la rutina
es
cosa de insectos
Las ventanas regresan la sospecha
alguien saluda
la
claridad
engulle todo a tus espaldas.
viernes, junio 7
La utilidad del mecanismo
Tus ojos bajo los párpados se mueven como manecillas:
uno lento, otro
a mayor velocidad.
Ya sé por qué sigues ese movimiento en círculos:
la idea de que el
presente no pasa de aquí,
eres su límite.
Mientras muevas algo de tu mecanismo
algo te sitia en
este lugar, ahora
que has empezado
con tus torpezas.
Tu carátula asediada se humedece
por el humo que
echas en lo desmedido
de quien se sabe
feliz, sin adivinar...
sábado, mayo 25
Chamarra en el perchero
Sin mi papá no eres una sombra
que quiera alcanzar con sus pliegues
el tablero de ajedrez dibujado con ladrillos.
Tienes otra vida, una que, pese a las apariencias,
no se deja absorber por la gravedad,
una que se guarda en los bolsillos
notas de súper hechas puño.
No tienes que escuchar,
dinero y llaves no te faltan
y por ahora simplemente meditas.
Jardín
Escucho “Tom's Diner”,
la versión de AnnenMayKantereit
y Giant Rooks
en esta oscuridad espesa
donde las gatas se pierden
para atrapar serpientes grises
con delicados hexágonos en la piel.
Juegan y las abandonan medio muertas
para que uno acabe con ellas,
son su tributo a la casa.
No parpadea la luz del celular
ni se mueve la cámara de video,
nada sorprende, a no ser
una inoportuna
Annie Lennox que canta
“Sweet Dreams”.
viernes, mayo 24
Botella de Coca-Cola
Has
cambiado tantas veces y en el fondo
eres
la misma: nos acompañaste
a
mí y a mis hermanos por las junturas
que
hallábamos en las banquetas
jugando
a no pisar el pasto,
en
los partidos de futbol con los amigos
que
me encomendaban cuidar la portería
por
mis patadas de tae kwon do.
Estuviste
allí, botella de vidrio con sangre negra
cuando
los vecinos rompieron nuestro teatro de títeres,
cuando
salíamos de la ciudad sin pensar en el regreso.
Ahora,
entre tus pequeños cambios
te
anuncias sin azúcar. ¿A quién engañas?
Alguna
trampa estás haciendo
como
la vez en que afirmabas curarlo todo
y
no fue cierto.
sábado, mayo 4
El origen del día
las nubes son mamparas.
La flor del engaño
abre un claro
con los dedos
y pasa, ilumina.
viernes, marzo 29
Notas
alguien dio por abrir un taller de carpintería
de modo que nadie duerme a pierna suelta
o sin que se le suelte una pierna.
Las líneas punteadas del escritorio
apuntan a la pintura cayéndose de la barda, sombras
a pedazos juegan con el sol a hacer figuras alargadas
de pensamientos cansados.
La bomba de agua replica
cada 30 segundos aproximadamente contra la tiranía
que ejerce en los cuerpos con su chorro
matutino, su ansia de llevarse consigo
las nubes pegadas en los poros.
Algo desde el fondo de los huesos se agita
como una lavadora paciente. Algo está más allá
de la planeación del día que hace un árbol sin pájaros.
No sé si esa boca reseca la luz natural.
Con pasos ligeros unas notas organizadas van penetrando
el escenario de las azoteas, se sientan y se sienten
como una lancha abandonada, con todo y cañas de pescar
con las que nunca nadie pescó.
Respirar es lo que acompasa
los tendederos de ropa al escurrir burbujas, aire
en ebullición.
martes, marzo 19
lunes, marzo 18
Los amigos distantes
en un mapa pegado con diurex.
Como si se hubieran confabulado
en la desaparición, en el accidente,
en el mutis para hacer otras cosas,
ver a otras personas.
Quedarse solo no es la gran cosa,
se tiene tiempo de listar lo dejado atrás,
de que regrese lo olvidado como
un tren de carga: pesado, seguro en la vía.
domingo, marzo 10
sábado, marzo 9
jueves, marzo 7
Posibilidades
el movimiento inocuo del rey en el
tablero
la fruta podrida en el pretil sin que nadie la guarde o la tire
la luz que traspasa la cortina y se vuelve azul
el que se deshace de sus ideas en celofán blanco
el que respira hondo antes de convertirse en el ruido de un motor al
encenderse
el que con la boca reseca recuerda pasos de baile
un rostro desfasado al imprimir en el mismo lado de la hoja
un tornillo suelto que vibra al acelerar
los dados cayendo de la mesa hasta que los detienen con el pie
la pregunta que se quiebra
lo visto en un espejo ajeno
la noche en una terraza donde la luz artificial oculta el jardín
una hormiga instalada en los intersticios del cerebro de broca
un par de zapatos que rechinan al dar vueltas de un lado a otro de la casa
el reflejo en el cuchillo que alguien acerca al estómago y formalmente indica este
es un asalto
la charla a deshoras en un auto con las luces de la cabina encendidas para
buscar algo debajo del asiento
la raíz cuadrada de dos
El invitado
Sería bueno
que te embarques,
que el
filo de la frontera te parta
de un
tajo: entonces ya no llamarías
a destiempo
para preguntar
si tu
flor de plagio ha llegado ilesa.
Atente a
la radiación del círculo
que has
destruido: pon un pie en la ruta
de
quienes no ignoran
cómo saliste
del hormiguero,
bot
ante una pregunta obvia.
Seré claro,
ya que estás en pedacitos:
no regreses
con la fortuna entre los dientes,
no vengas
a hacer mella en la armadura de aire.
Sé el papeleo
de los primeros días,
piérdete.
miércoles, marzo 6
Sutileza del entusiasmo
Pasa desapercibido
lo confuso de la luna.
No es intención de un objeto
o de otro, enredarse
en símbolos prohibidos
aunque se complementen.
Quisiera desaprender
como una lagartija disecada
en el cereal del desayuno.
No lo repitas.
martes, febrero 27
Empatía de lo semejante
Y es que, cabeza abajo, las cosas
presentan su desafío: o me fío
o las dejo con sus códigos en clave
decir disparates porque no entiendo.
Y no me conmueven porque no son
principio de nada que pueda tocar
con la mente en claro, el sentido oscuro:
se vuelven en mi contra si las persigo
como las formas que son separadas
de su materia en esto que llaman alma.
Pero qué dice el alma de las cosas
que las mueve o las estanca en su inercia,
qué dice si se abandonan a su gravedad,
tan serias que resultan, tan en su mundo
esquivo, de pensamientos impenetrables.
Cosas: hagan algo, estiren sus átomos
o aprendan de las motas de polvo,
que o son alma o la mueven, sean
más que su materia, algo como principio
que duele y trajina, que se alegra
como ahora mismo en su papel
de libros recargados en libros, guitarra
de juguete llena de polvo, vaso
de plástico con alma de agua.
Y yo, con ustedes, bote de basura,
televisión apagada, impresora,
me detengo a saber qué se siente,
o a no sentir si así les pasa.
martes, febrero 20
Rodando cabezas
pisado por niños en un baldío.
Y eso que ya no eres una estatua de sal
por mirar la destrucción
de otros que no fueron capaces de salvar
su pequeña habitación, sus uñas.
Ahí andabas de avestruz asomándote
al algoritmo, te hacías el torpe y calumniabas
las cabezas grises, piedras que rodaron
como la tuya, pegaron contra la pared,
se rompieron en dos, en tres, y ahora
están inmóviles con los pensamientos de fuera.
martes, febrero 13
Paradoja
Las cerezas son amargas en los dientes blandos
de las neuronas
duras. El egoísmo
de una hermana que le sirve a otra
hermana, pero a nadie más
se desliza con las ruedas
de un cielo más claro cuando nubla.
Lo que cruje es el espacio que no cabe
en mi tiempo. Cada quien
da
lo que no merece: sangre de gato,
córnea
sin equilibrio.
sábado, febrero 3
El holograma X504 reajusta subrutinas ópticas
No existo fuera de estos muros familiares,
de la ventana abierta en mi ojo con láser
no para ver el mundo, para que vaya hacia mí
con sus haces de luz que dan forma a ideas,
a estas sospechas por la finalidad de la
madera,
de los trazos, las superficies, las líneas que
ocultan puntos
y se hacen reales en el subespacio del pensamiento.
Quisiera decirme programado, y resulta extraño
que cierta palabra quepa en aquella llena de
lógica:
programar se conjuga
como amar. Quizá esta sea la señal, la clave
cuyo secreto guardaré como a un clavo corroído
en la armazón de mi sistema
abandonado a esta condena de decidir
una cosa o la otra, una cosa
o la otra.
martes, enero 30
Contrapunto
Ha esta taza roja bebido
como quien algo mira escribir
en una terraza ajena a los grillos.
Una taza que con el pretexto del incendio
enciende su espejo repetido y respira
como un mantel fatigado.
Las botellas de cerveza
le echan en cara sus 85 calorías
o que tire los dados
al atrapasueños.
sábado, enero 27
Carretera
para limitar la vida cotidiana de alguien desconocido.
Un autobús Flecha Amarilla señala con su logo
hacia un pueblo donde alguna vez anduve entre sus cuevas.
Escucho canciones rancheras.
A la izquierda venden navajas para gallos.
Una barda con la pinta del Partido Verde dice “renace”.
Alguien vende aire luego de acondicionarlo.
Un tope mueve el teclado y me hace escribir con errores
que quizá sean simplemente errores.
Porque una vez pasado el poblado, la carretera se vuelve un lugar
para acelerar, si no fuera por una lenta camioneta que “Se vende”.
Dice Aristóteles sobre la naturaleza de las cosas.
Estamos a punto de atravesar por en medio una montaña.
La camioneta lenta nos rebasó para desacelerar después.
Un motociclista nos rebasó por la derecha.
Si desviáramos nuestro camino podríamos llegar a El Barro.
Hay más y más agave hiriendo con sus puntas el aire.
Vacas contemplan el paisaje, vacas flacas y deslucidas.
¿Es tiempo de vacas flacas?
Porque los cables eléctricos son sostenidos por gigantes de metal
sobre las montañas.
Nopales, hierba seca, mezquites, monas de caña al paso.
Los verdes parecen infinitos.
En la cima de la montaña roja, los zopilotes.
Una cruz rosada en medio de la carretera nos avisa.
Porque un cementerio de automóviles.
La irregular carretera se tiende para conectar
un punto con otro.
Porque maquinaria pesada, un lugar llamado Pocitos.
Naves industriales, caña seca, lista para la cosecha.
En el cristal polarizado el cielo se mezcla con los brillos
del tablero.
Un crucero.
“Se venden muelles”.
“Urgencias”.
martes, enero 23
Trueno
En las cuchillas del bambú
el rojo abre camino, va
hacia el sistema de símbolos,
la oscuridad del jardín origami.
Aunque nadie lo sepa
agita la jaula de los gatos
en ventanas de sigilo.
Observa lo que haces: cuida
las huellas amarillas
hacia el infarto del trueno.
Su lengua artificial
sabe del saber y el sopor, contempla
ruido de líneas en la mano.
Por algo se ha desprendido
tu ojo como de un limonero
cuando lo sacuden.