diciembre 14, 2012

Mudanza o Post del Fin del Mundo

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Imagen tomada de la Web

Pensé muchas veces qué hacer con “esto”. Terminarlo era una opción. Moví unas fichas aquí y allá. No funcionó. Y todavía la idea del fin daba vueltas en mi cabeza. ¿Qué hago?, ¿qué hago? En esta vida estamos acostumbrados a los ciclos; las mujeres y la luna, llevamos ventaja. Ya “esto” había cumplido su misión.

Hace ocho años comencé, tímidamente, a garabatear, en un blog, algunas ideas más o menos lógicas, impulsada por mi querida amiga, desde el kínder, Marianne. Mi blog tiene un título, poco creativo, sugerido por la fascinación que ejerció en mí, Ana Frank, en mi tardía adolescencia. Y a mi nombre, para hacerlo artístico, le atravesé una “k”.

Las palabras llegaron a mí en el momento preciso, fueron terapia y salvación. Ahora, el verbo es vida. Aquí caben cientos de lugares comunes y miles de paraísos vírgenes. Puedo decir que una vez pensé que iba a morir, y resulta que fue verdad. Esa vez dije: "¿Qué estoy haciendo?" Y no lo seguí haciendo. Fue una clara llamada de atención. No esperé una segunda y abrí el telón. Improvisemos y erremos. Para morir, es necesario haber vivido.

Llegué a las palabras, a gatas, como un bebé… Con la misma ingenuidad, y descubrí el mundo, a través de ellas, también como bebé. No he crecido más porque no he querido. Así que cada vez que puedo, me siento a jugar con ellas, que, más que amables, se dejan, por lo tanto: abusé de acentos, comas, canciones, despechos y de la complejidad de mi alma que no se puede traducir; utilicé indiscriminadamente adjetivos; todos somos iguales, así que no hice distinción de géneros; redundé viciosamente y más; aprendí por fin a resumir y a traducir suspiros (siempre y cuando, en español); y una que otra vez, se me ocurrió sugerir una nueva palabra, acepción y hasta un posible verbo. Soy culpable, me divertí, lo confieso; y quiero seguir haciéndolo. 

Las palabras son un regalo que quiero compartir, como me gusta compartir el café con un mejor amigo. La palabra es un encuentro conmigo, es la intimidad en la que me reconozco como ser humano. Las palabras son devoción y religión. Te beso, ¡Oh palabra!, los pies… Te beso, ¡Oh palabra! las manos… Te beso, ¡Oh palabra!, toda… Envuélveme.

Doy las gracias a los “amigos invisibles” que pasaron por este lugar, su casa. Me acompañaron fuerte y contundente, de una nueva manera. El tiempo hizo de las suyas, y yo, los extraño.

En vista de que es imposible terminar “esto”, continúo haciendo garabatos, divirtiéndome, jugando… Me mudo de casa, pero sigue siendo el mismo hogar.

Eternamente agradecida,
Vero.

PD: Cuando termine de pintar, los invito. 

diciembre 05, 2012

Plin plin

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Imagen tomada de la Web

Cada noche que entro en la cocina, desde una esquina, entre la pared y las gavetas de arriba, me llega un sonido familiar. Hay un animalito, que desde su escondite, deja su voz sonar.  Conoce mi rutina, y no sé, porque todavía no aprendo su idioma, si quiere un poco de café o me está invitando a cazar. Cómo me gustaría decirle: -es un placer, vámonos ya-. 

noviembre 23, 2012

Transeúnte sin nombre

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Jean  Francois Dupuis

El tiempo va pasando y una se va disolviendo; es poco menos que un recuerdo, una foto desgastada en un cajón olvidado de una casa en ruinas. Por eso las canas y el encogimiento. Una va recogiendo los pasos desperdigados y se los echa en la espalda, dónde más, si ya el vientre está reseco, la piernas preñadas de cansancio y los pies sordos. Transeúnte sin nombre, insignificante brizna de una amnesia colectiva. Solo queda la esperanza de que el viento sople fuerte y me impregne en todas las cosas que no fui. 

noviembre 13, 2012

Volver a la emoción

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Imagen tomada de la Web


Volver a la emoción es volver a mí misma. Aquí estoy, entretejida en humo de café y en finos hilos de telaraña. Aquí estoy, emocionada por ti. Pierdo identidad cuando no encuentro el complemento a mi piel azul y a mi cabello desteñido por el rocío. Atisbo una luz debajo de la rendija de mi encierro, y me precipito a hurgar los instantes venideros, con la sutil esperanza de encontrarme la libertad en una espontánea sonrisa, o en unos ojos cómplices. Desembarco en el sitio exacto de tus cejas, me acomodo en tus párpados para ver el día y ya no quiero dormir.

octubre 10, 2012

Inutilidad

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Imagen tomada de la Web

Acerca de la inutilidad de la espera, puedo dar testimonio. Esta ocasión en particular forma parte de una nada, una espiral engullidora, un laberinto insalvable. La respiración deja huellas en el aire viciado de extravíos, mientras los pies van desapareciendo, lentamente, como ha de ser, en una arena movediza que gruñe un monótono "tic tac". Así es como mis pantorrillas se sumen en esas fauces espesas y el aire empieza a oler a mí, que algún día, para algún amante quise oler a durazno, pero nunca lo logré. Ahora huelo a mi cuerpo, que no es precisamente un campo florido, eso también se los puedo demostrar. No soy miel que llame a un oso. ¿Quién vendrá a lamer viejas cicatrices? Entonces espero. Y hay un "mientras tanto" que propone un suspenso aburrido, porque yo no sé qué decir. Mis rodillas reciben el lodo y yo pienso en alguna terapia alternativa para las articulaciones. Pero antes, me he de salvar a mí misma. Como si fuera tan fácil. Cuando el calor llega a la pelvis, no me pueden pedir que piense en la paz del mundo. Rememoro. Siento otra vez el deseo brotar como lava de volcán. Una mano debajo de mi falda. Unos dientes en el pezón. Fui joven. El barro abraza el sitio que tenía mi cintura y encuentra mis senos, un poco más abajo del lugar, derrumbados por el tiempo. Mis senos no han dado de mamar. Mi corazón ha dado de mamar. Tengo el barro al cuello. Hay que esperar. Pero es inútil, todo vuelve a empezar.  

octubre 01, 2012

Amada

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Detalle de un cuadro de William Adolphe Bouguereau

Me siento amada. Tan amada como para hacer una pataleta y obtener el privilegio del perdón. Reclamo la verdad y no la veo. Saltan sapos, ranas y un llanto malcriado de desesperación. Una brisa, invisible como siempre, ubicua constancia de la maravillosa cotidianidad, siembra sus dedos en una pretenciosa cabellera. Y un vaivén hipnótico, como ola que besa la orilla, me baña, con paciencia, la desazón. Hay un desconcierto exultante en mis rodillas. Me postro. Entonces, me abraza, como torbellino, algo que todavía no puedo mirar a los ojos, pero que veo con cada poro milimetrado de mi ser. Me sobrepasa la piel. Cedazo. Afuera es otro mundo, pero yo me pertenezco en este instante. Me besa los labios el silencio para darme una nueva voz. Y es cristal. De mi boca nace un arcoiris. Y otro, y otro, y todos los demás. Me siento amada, quiero que tú también. Cierra los ojos, te besaré.

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