Él mismo Bielsa se encargó de ponerse el parche antes de la herida. Alguien le habrá contado con qué chicha se estaba curando…
Los que no saben mucho de historia del fútbol, la gran mayoría de los 16 millones -aunque duela decirlo- tiende a subirse por el chorro con una facilidad que asusta. Ante el primer aroma a triunfo aparecen con tropicalismos alimentados por medios de comunicación irresponsables. Entonces terminamos como en otras varias ocasiones, embriagados de gloria y pidiendo nacionalizaciones, canonizaciones o envestiduras para gente que sólo merece reconocimiento por la pega bien hecha.
A Marcelo Bielsa, anótenlo ya, le patea en la güata la idea y promulgación del bielsismo leninismo así como los conceptos que le vinculan cambios de mentalidad y revolución, promulgación del método como herramienta nunca antes usada o el destierro de costumbres anteriores a la hora de jugar una pichanga. No señores, acá no cambió nada más que el rendimiento en números y es hora de irse dando cuenta. Llega a ser espantoso como el tipo al que podríamos aprovechar de sobremanera ya está entregando luces de cómo le afecta el exceso de expectativa insana y oportunista que algunos levantan como bandera de lucha.
¿Y si pierde todos los partidos en el mundial? ¿Lo vamos a hacer pedazos como los argentinos en el 2002?
Un dato. Este veranito de San Juan lo vivimos antes con Luis Álamos, Ñoño Santibáñez, Orlando Aravena, Mirko Jozic, Nelson Acosta, Horacio de La Peña y Perico de Los Palotes en su momento. Y volvimos a fojas cero. ¿Por qué? Por poco serios. Por tropicales, inmaduros… Porque todo vuelve a su estado natural y el deporte nunca fue la excepción.
Asi que si usted lee a esos columnistas exagerados o ve toneladas de minutos dedicados a la selección nunca pierda de vista que le ponen mucho, que se suben al carro, que es un mero negocio. Hoy, a las puertas de un éxito asegurado como clasificar a Sudáfrica no viene mal demostrar que estamos aprendiendo las lecciones…

