Alternando canciones de este nuevo CD con temas de su (
extenso ) repertorio anterior, el trío de Ruzafa ( convertido temporalmente en
cuarteto con la inclusión del multiinstrumentista Celso Sierra ) hizo las
delicias de los asistentes, en su mayoría, incondicionales de Cat Club, pero
también ( y esto es importante señalarlo ) caras nuevas que descubrieron a una
banda y unas canciones fuera de serie. Un concierto antológico.
No me cansaré de decir que Cat Club son, por encima de
muchas cosas, unos músicos de primera categoría. Miguel Ángel es capaz de
sacarle a su guitarra una gran diversidad de sonidos, desde los más limpios a
los más rasgados, rozando la distorsión cuando el tema lo precisa, pero siempre con ese
punto de elegancia que caracteriza al sonido CAT CLUB.
Archie Boogie teje las melodías, acompañando con el
contrabajo y segunda voz las canciones, y Lucky remata los ritmos con su
batería. Por si fuera poco, los temas se enriquecen con la inserción de
teclados en la segunda parte del concierto, a cargo de un mayúsculo Celso Sierra,
que cambia al ukelele y guitarra cuando es necesario.
Acordes precisos, ritmos trepidantes y letras pegadizas son
el santo y seña de la banda, que en este último trabajo ha incluído un par de magníficas
baladas, una de ellas, “suena Honky Tonk Party Floor “con nostálgico aire “
country.
Mención aparte merece el primer tema extraído de “ mundo de
locos “, llamado “Esclavo de tu amor”: una letra llena de imágenes evocadoras, acordes
que vuelan y parecen sostenerse en el tiempo. No en vano fue el tema de presentación
del nuevo trabajo de Cat Club. Pura declaración de intenciones: cuando la
mayoría de gente tal vez esperaba un trallazo hecho ritmo, Miguel Ángel Escorcia y los
suyos acometen esta pequeña maravilla de cadencia lenta.
Uno tras otro, los temas van encadenándose, desde los más
populares a los más nuevos; versiones incluídas. El público, algo frío en un principio,
se entrega por completo a la magia derrochada por los músicos, coreando
estribillos y agitándose al ritmo del rock´n´roll. Tras un brevísimo descanso, regresan al escenario. Parecen no querer terminar nunca. Suenan aplausos que premian su entrega. Han derrochado energía durante más de dos horas encadenando canciones. Como los buenos conciertos, de menos a más. Apabullantes. Impresionantes. Sonrientes, los gatos saludan desde el escenario a los allí congregados. La magia empieza a diluirse cuando se apagan los focos. Salimos a la calle y parece que hace menos frío.
En el local, suena Chubby Checker invitándonos a bailar el twist otra vez. Fuera, los noctámbulos se dispersan, cada uno hacia una dirección. Cada uno con la impresión de haber asistido a una actuación memorable. Pensando en la próxima vez que vuelvan a alinearse los astros.


