viernes, 26 de diciembre de 2025

EN EL FINAL DEL CAMINO


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EMILIANO Canales era alumno de la facultad de Derecho, carrera universitaria que continuaba la tradición familiar. Su padre, Edmundo y su abuelo Dámaso habían también optado por esa jurídica profesión. Canales, 21, era un buen estudiante y persona “abierta” al trato personal. Se mostraba muy ilusionado ante un trabajo grupal que le había propuesto su profesor de Sociología, el catedrático don ALVARO Carriscondo, junto a otros nueve compañeros de clase. Cada uno de los alumnos de este laborioso grupo, colaboraría en una investigación en la que se recabaría información, para su posterior estudio, de personas que estuvieran “razonablemente” próximas a la finalización de su recorrido existencial. En una sesión de tutoría, su profesor les dio por escrito las pautas investigativas, que fueron convenientemente analizadas. Se les recomendaba que acudieran a centros de la tercera edad, a hospitales con salas de enfermos terminales e incluso eligieran mendigos callejeros de avanzada edad, entre otras opciones. Básicamente el estudio que iban a realizar trataba de conocer y analizar la reflexión de estos ciudadanos que se encontraban en el límite de su tiempo vital. Cómo analizaban su presencia en la vida y de qué forma afrontaban el desenlace, que para ellos era más que previsiblemente inminente. 

Se trataba un trabajo de prospectiva sociológica, en el que diez alumnos de la especialidad universitaria iban a obtener una trascendente información, cuyos datos y conclusiones sustentaría la realización de seminarios y coloquios, resultados que podrían servir de base para la redacción una muy interesante publicación. 

Aparte de la tutoría departamental, Emiliano contó con la ayuda de su padre Edmundo, un reconocido abogado de la ciudad, quien realizó las correspondientes gestiones para que su hijo fuera atendido en una afamada residencia de ancianos denominada EL PARAÍSO. El estudiante universitario fue recibido por el director gerente de la institución, don Gabriel Pita. Tras escuchar atentamente al alumno investigador, le indicó que volviera un par de días más tarde por la mañana, pues él tendría que hablar con algunos internos adecuados para esa entrevista, pidiéndoles lógicamente su conformidad, Elegiría a la persona más idónea de los que se prestaran a esta colaboración de análisis científico.

A las 10 en punto de un jueves otoñal, ya se encontraba Emiliano en la sala de espera de la residencia. El director Pita fue también puntual. Tras los saludos, ambos se desplazaron al gran jardín que lustraba el complejo de personas internas. “Hay un residente que ha accedido a colaborar en el trabajo. Se llama IVÁN Celades. Alcanza los 92 años y su enfermedad cardiaca nos hace temer, según los médicos, que su final se aproxima en fecha próxima. Ha sido labriego durante toda su vida laboral, cultivando sus propias parcelas. Lleva con nosotros más de cuatro años”. Emiliano fue presentado al anciano Iván que, sentado en una silla de ruedas, estaba tomaba el lívido sol de noviembre. El residente observó atentamente al joven que tenía delante con una mirada escéptica, casi inexpresiva, como si observara el infinito. En las manos tenía un periódico deportivo, que no leía. No regaló al visitante la menor sonrisa. Un auxiliar trajo una silla, para que Emiliano se pudiera sentar. Éste tendió la mano al anciano quien, tras dudar unos segundos, finalmente se la estrechó. Pita le susurró al estudiante que “hoy no más de 60 minutos. Puedes volver otro día”.

“¿Quién eres? ¿qué necesitas? Don Iván, soy estudiante de la universidad y estamos realizando un trabajo de curso, en la espacialidad de sociología. Me gustaría que Vd. me ayudara, para conocer su forma de pensar acerca de su larga vida. Lo veo muy bien. No todos pueden decir que han vivido más de nueve décadas ¿Cómo se siente, mirando hacia atrás? ¿Contento, decepcionado …?

Tras pensar un poco la respuesta, el anciano explicó el sentimiento que le embargaba. 

“En absoluto estoy contento de la vida. Si yo hubiera podido decidir, me habría negado a venir a este mundo de ´locos”, conociendo cuál ha sido mi historia” “¿Pero no ha tenido Vd. etapas o motivos para el goce o para sentirse feliz? “Tal vez, joven Emiliano.  Pero al paso del tiempo, me he ido dando cuenta y sufriendo acerca de la verdad de la vida. Aquí en la Tierra, nos traen para sufrir de una u otra forma”. “Pero Vd. ha estado casado, habrá tenido hijos, ha trabajado en un oficio admirable, la de agricultor, para hacer que la naturaleza produzca el alimento que nos permite vivir”. “Vamos por partes, joven. Mi mujer ya se fue, pero en gran parte del tiempo en el que estuvimos juntos me trataba con desprecio. Estaba amargada de estar a mi lado. ¿Pero a donde iba a ir? Nos soportábamos, pero no éramos felices. Los dos hijos crecieron y se olvidaron pronto de nosotros. Alguno viene por aquí de tarde en tarde. Pero, siempre tiene prisa para irse. Están en sus cosas. No me traen nada, ni pagan lo que vale estar aquí. Tuve que vender mis tierras, y con el dinero que me dieron y alguna pensión que me da el gobierno puedo seguir aquí para que me cuiden. Toda mi vida he estado trabajando, bajo el sol o la lluvia, para ganar el sustento que necesitaba mi familia. Y llega esta hora amarga, en la te “aparcan· para que no estorbes. Cuando llegue la hora, llegará también el olvido. Apenas puedo caminar. Por mis padecimientos tengo que tomar papillas y más papillas. Nada de alcohol. Solo agua. Soy un “trasto” viejo, súper viejo, que hay que quitar de en medio para que no moleste. Mira, joven. Cuando llegue allí arriba, que no creo tarde mucho en realizar el inevitable viaje, si quieren que me reencarne, le diré al jefe que no quiero repetir. A menos que existan otros mundos, el que conozco, es un asco. Si de mi dependiera, tras lo visto, no hubiera nacido. Tu eres joven. Te voy a dar un sabio consejo, aunque apenas sé leer y escribir. Pásatelo bien, todo lo bien que puedas. Diviértete, pues eso es lo único que vas a llevar en las alforjas. Aparte de la naturaleza, el sol, la lluvia, el agua del mar, los ríos y los lagos, todo lo demás es una gran mentira”. 

Emiliano, después de escuchar el duro y radical realismo de este veterano y buen labriego, que estaba viviendo o recorriendo su última estación, sólo tuvo el valor de darle un fuerte abrazo, de sinceridad y afecto. “Volveré a visitarle, amigo Iván. Sus palabras me han llegado al alma. Siempre tendrá en mí un buen amigo”. 

Cuando una semana después volvió a la residencia El Paraíso, le comunicaron en la recepción que “Iván ya no estaba”. Se sintió muy triste con la noticia. El paquete de dulces variados que le llevaba lo dejó para que otros residentes lo disfrutaran.


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El segundo objetivo de investigación para Emiliano era, por naturaleza, especialmente complicado. El tema de la muerte es una cuestión muy dura y difícil, sobre todo cuando va vinculada al dolor de la enfermedad. Pero era la obligación del trabajo y no podía defraudar a su profesor ni a sí mismo. Estuvo preparándose mentalmente durante algunos días y cuando se sintió lo suficientemente fuerte se desplazó al HOSPITAL CLÍNICO UNIVERSITARIO, VIRGEN DE LA VICTORIA.  

Al igual que con Iván, e campesino de la residencia, llevaba una carta de presentación explicativa, con el membrete de la facultad y con la firma del catedrático de Sociología. Le indicaron que subiera a la 1ª planta y fuera al despacho del director gerente del gran centro médico, don RAMIRO Valenzuela, especialista en urología que ejercía en este momento como director del hospital. Emiliano le amplió los contenidos de la carta con las características del trabajo que él y otros compañeros iban a realizar. “Aquí tenemos otros muchos compañeros, estudiantes de medicina, que realizan sus prácticas” le comentó el amable interlocutor. Le habló con franqueza: Entenderás que tenemos que ayudar a enfrentarse con su último viaje a muchos enfermos. La ayuda psicológica es muy importante para mantener fuerte, en lo posible, el nivel anímico del paciente. Me dejas unos días, para que te pueda localizar al paciente adecuado para que te ayude en ese interesante trabajo. Su aceptación, lógicamente, es necesaria. Te invito a un café y me vas comentando como vais funcionando en la facultad de derecho. Tengo un sobrino que quiere entrar en tu facultad en año próximo.

“Soy Ramiro, Emiliano. Ya tengo un paciente que acepta hablar con un estudiante universitario, sobre esta vida que se le va. Es mujer y se llama VALERIA, 89. Lleva internada casi cuatro semanas. Pensábamos que la íbamos a perder casi de inmediato. Está lúcida, aunque por la tarde la sedamos para que haga un buen descanso por la noche. Vente mañana. Habitación 307, en la tercera planta. Su hermana, también persona bastante mayor, conoce tu propósito y ha accedido. Piensa que un rato de distracción y reflexión no le hará mal, sino todo lo contrario. Te espero. Un abrazo”. 

Tratándose de una mujer tan mayor y en un estado “terminal”, indujo a Emiliano a llevarle unas flores que alegraran la habitación hospitalaria. Cuando llegó al complejo médico, pasó por una pequeña tienda en la que compró un ramo de rosas, añadiéndole una cajita de bombones. Llamó a la puerta y ahí estaba Valeria, sentada en una silla de ruedas, con su bata hospitalaria y una toquilla de lana gruesa. Su brazo izquierdo lo tenía vinculado al gotero y tomaba un rayito de sol que entraba desde el este. Otra compañera parecía dormida, tras un biombo separador para la privacidad. Por el contrario, Valeria tenía los ojos bien abiertos, recibiendo al joven de la chamarra azul vaquera con una sonrisa.

“¡Qué flores más preciosas! Te habrán dicho que me gustan los bombones, ¿verdad? Son unos detalles muy bonitos, que te agradezco. De modo que eres el estudiante de leyes. Te veo muy guapo y envidio, lo entenderás, tu juventud y tu salud. Me alimentan y me dan las medicinas a través de este gotero. Mi estómago ya se ha cansado de trabajar. Tengo casi 90 año, dentro de dos meses los cumplo. Dudo que pueda celebrarlos, aunque las máquinas y fármacos hacen lo que pueden. Don Ramiro me ha hablado de tu trabajo de clase. Pues te cuento.

He llevado una vida sencilla, con un marido que un día quiso cambiar de pareja. Buscaba libar en flores más jóvenes y esbeltas. La naturaleza no quiso darnos hijos. En aquellos años lejanos de juventud, la ciencia no estaba tan adelantada como hoy. He sido escritora. Así me he ganado la vida cuando residía en Madrid. Cuando me alcanzó la jubilación, vendí mi piso y me vine a vivir con mi hermana Soledad, aquí en Málaga. La pobre había enviudado hacía meses. En la editorial hacía casi de todo. Corregía pruebas. Ilustraba muchas publicaciones. Mantenía contactos con las librerías. Preparaba (en este momento guardó silencio, llevándose la mano derecha a su estómago. Fueron unos minutos tensos. ¿Quiere Valeria que llame a la enfermera? No te preocupes. Es que la máquina “está muy estropeada” y los mecánicos dicen que no tienen piezas de repuesto. Te decía que preparaba los envíos y los contactos con la imprenta. Mi horario de trabajo era de ocho a tres. Por las tardes sacaba tiempo para escribir. Poemas, relatos, tengo por ahí una novela, con muchos folios escritos, pero … ahora carezco ya de fuerzas-

Como ves una vida humilde, feliz, sosegada, con momentos muy gratos. Pero todo principio tiene una estación de término. Y tengo que decir adiós a una vida que amo. ¡Cómo me gustaría una segunda oportunidad! Hablan de la reencarnación, pero creo que es sólo un recurso para la esperanza. ¡El Cielo, el infierno, Satanás … madre mía, que imaginación tienen los curas! Lo que más lamento en este momento son las cosas que me han quedado por hacer. Sobre todo, viajar más. Y ayudar más a los demás. Pero en el trocito de vida que se nos concede, perdemos el tiempo en cosas banales, tonterías, preocupaciones, enfados etc. Y después nos lamentamos del tiempo perdido y tratamos inútilmente de buscarlo. Qué necios somos. Los humanos somos tozudos en el aprendizaje.

Hace dos días, mi hermana me trajo un cura, don Eleazar, para que hablara conmigo. Su gran humanidad corporal era manifiesta. Apenas cabía en el sillón en el que estás sentado. ¡Un sacerdote bonachón con una gran barriga! El buen hombre hizo su trabajo. Yo lo escuchaba pacientemente. En un momento dado, le dije con una sonrisa. No se esfuerce más, hermano, aprecio su voluntad y su generosidad. Con todo el respeto, no quiero ofenderle, ¿Vd. se cree todo lo que me está diciendo? Su plática era como el niño que se ha memorizado la lección y la repite de carretilla. Le ponen un 10 y tan contento. Pero no sabe lo que ha dicho. El buen clérigo hizo un esfuerzo para salir del sillón, me dio un abrazo y me dijo una frase enigmática “Hasta pronto, Valeria, Veremos lo que hay después de todo esto”. 

Emiliano, yo acepto el final de la vida. Te imaginas si todos fuéramos inmortales. No cabríamos aquí, en el espacio terrenal.  Las flores también se marchitan y hay que sacarlas del jarrón. La naturaleza tiene que sustituirnos. Llegamos, vivimos y desaparecemos. Creo que el dolor es inútil y profundamente cruel. Aun así, creo que volvería a probar esta dura experiencia. Creo que volvería a nacer”

El joven Canales, cortó la grabadora (veía muy cansada a la señora) y se arrodilló para abrazarla. Valeria le dio un beso. ¡Volveré la semana que viene! La entrevista con esta enferma terminal lo había dejado muy afectado. 

Siete días más tarde, volvió al centro hospitalario. Llevaba un nuevo ramo de flores.

“La paciente por la que pregunta, que ocupaba la 307, falleció hace una semana, a las cinco de la tarde”. Un tanto aturdido, dejó las flores para la capilla del centro. Volviendo, en el bus municipal número 11, pensaba en que la vida le había dado la gran oportunidad de hablar con Valería precisamente el último día de su recorrido por la vida.

La aportación de Emiliano al trabajo colectivo MIRANDO HACIA ATRÁS, AL FINAL DEL CAMINO, fue muy valorada por don Álvaro Carriscondo. El catedrático animó a los diez participantes a que organizaran los materiales y emprendieran su publicación colectiva. 20 historias acerca de la vida y su compleja justificación.  – 

 

EN EL FINAL

DEL CAMINO

 

 

           José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

           Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga


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                                 Viernes 26 diciembre 2025

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viernes, 19 de diciembre de 2025

COMPORTAMIENTOS INSÓLITOS O SURREALISTAS.

 

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En nuestro recorrido vital vamos “atesorando” imágenes, vivencias y curiosas experiencias que, siendo gratas o desagradables, resultan prioritariamente sorpresivas, insólitas o incluso “enemistadas” con la lógica racional. Como es natural, algunas de esas escenas las hemos vivido “en directo”, personalmente, otras nos han sido narradas por personas allegadas para nuestro asombro y conocimiento. Nos pueden extrañar, indignar, reírnos por su comicidad, pero todo es consecuencia de la complejidad de nuestras mentes y de las respuestas, tantas veces absurdas de nuestras voluntades. Las tres vivencias que hemos elegido, aparte de sorpresivas y henchidas de rarezas, sustentan una inusual discordancia con los hábitos de la racionalidad. Sus autores no se comportan “según los cánones establecidos” tal vez porque hacen lo que no espirábamos que hicieran, según las circunstancias del entorno. Comentemos los tres casos, de entre otros muchos.

 

Años 60 de la pasada centuria, en un pueblo modesto, pesquero y agrario, que en la época estival incrementaba su reducida población con la llegada de un turismo básicamente nacional que buscaba acomodo en casas alquiladas a buen precio. Durante las demás estaciones del año, su imagen urbana quedaba bastante vacía, gozando de esa tranquilidad que siempre le caracterizaba con los lugareños residentes en sus tareas laborales y cotidianas. Como cada mañana, a las 9 en punto, el sacerdote de la localidad, persona culta y bastante seria, DON JUAN el cura, decía misa a la escasa feligresía que asistía a la celebración. Era una misa “breve”, en la que no había predicación de la homilía. Sólo las partes básicas de la ceremonia, para que las señoras beatas, de madura edad, confesaran, comulgaran y retornaran a sus domicilios en la paz del Señor. Aquella fría mañana de febrero, la iglesia había sido abierta por la madre del cura, que actuaba como eficaz sacristana, labor que realizaba casi a diario. Su hijo, el sacerdote, no era muy madrugador, Llegaba al templo medio adormilado desde la casa parroquial, a pocos minutos de las 9, pues era persona que le gustaba dormir con amplitud. Ya se encontraban en el interior del recinto sacro unas ocho feligresas, todas ellas vestidas de severo color negro y, entre ellas, doña Ana, la madre del sacerdote. Comenzó la celebración de la misa sin monaguillo, pues el chico que ejercía de tal estaba preparándose para asistir a la escuela, mientras que, en la misa de la tarde, a las siete después del rezo del rosario, Salvi ayudaba al padre cura. La misa transcurría, con la monótona rutina de todas las mañanas, roto el silencio por el rezo de las oraciones del celebrante, plegarias que eran respondidas por las escasas beatas asistentes. En el momento previo a la consagración del pan y el vino, don Juan, ante la sorpresa y el desconcierto de los escasos fieles presentes, comenzó a cantar con gran potencia de voz las oraciones en latín y con entonación gregoriana. Las ocho feligresas se miraban unas a otras, ante una situación tan inesperada e insólita, que nunca habían presenciado. Don Juan seguía cantando ante la mirada descompuesta de doña Ana, que guardaba las formas, preguntándose a qué venía esa “salida monacal” de su hijo el sacerdote. El cura continuó cantando en el resto de la ceremonia, incluso cuando repartió la hostia sagrada de la comunión. Las beatas no se explicaban el comportamiento del cura, pues incluso desde la sacristía llegaban los salmos gregorianos al acabar el sacrificio de la misa. Se decían unas a otras “un hombre, tan serio y formal, que le ha dado esta mañana por el canto. No me lo podía esperar de don Juan. Y la pobre doña Ana, el sofoco que habrá pasado” Este insólito episodio fue la comidilla del pueblo durante muchos días. El cura párroco, a preguntas de su madre, bastante enfadada, se justificaba diciendo “es que me salió así, no lo pude evitar. Tal vez permanecía algo adormilado”

 

Viaje grupal de personas jubiladas, para realizar una visita a un bello pueblo de la serranía, con sus blancas casitas de tejas andaluzas, viviendas encastradas las laderas de una compleja orografía. El desplazamiento matinal había sido bastante cansado para las decenas de ilusionados turistas, ante una carretera sinuosa con muchos km de curvas y contracurvas, mostrando el buen conductor del gran autocar una destreza digna del mayor elogio. Tras la llegada a la localidad, los visitantes recorrieron una parte del pueblo hasta llegar a la plaza de la iglesia. Allí se presentó el guía, BIODORO, delgado y muy ágil en los movimientos, con barba en el rostro y mostrando de continuo una gran facilidad de palabra con una grata proverbial simpatía. Hubo que esperar unos minutos para el comienzo de la explicación, pues la inmensa mayoría de viajeros había estado casi dos horas y media sin poder utilizar “servicio” o lavabo alguno, ya que el conductor no hizo parada durante el trayecto. Las ganas de orinar eran manifiestas e imperativas. Una verdadera “carrera” de señoras y señores mayores se organizó hacia el único pequeño bar que había en la Plaza. Cuando el propietario del establecimiento vio la entrada o “invasión” a tropel de tanta gente, para guardar cola ante los dos “excusados” de que disponía el local, quedó como impactado o asustado y rogaba una y otra vez que los usuarios esperasen fuera de la puerta, aunque éstos poco caso hacían del razonable requerimiento, dado el limitado espacio que tenía el interior del bar. La urgencia de la necesidad era indisimulable en tantas personas de avanzada edad. Las tuberías de desagüe despertarían de su letargo, ante tan novedoso, denso y variado aporte orgánico. Y comienza la explicación del sr. guía. Para sorpresa de todos y goce de muchos, él va a ser el protagonista contando su vida. Narró cómo llegó y a qué edad llegó a este lugar, pues procedía de una provincia norteña. Qué motivos le llevaron a viajar al sur. Qué fue lo que le encantó de este paraje natural. Y entonces se detuvo en  su vida matrimonial, con todo lujo de detalles. “las dos mejores cosas que he hecho en mi vida ha sido venirme a vivir aquí y en segundo lugar divorciarme. Mi ex ya ha rehecho su vida. Y en la boda de nuestra hija, yo llevaba en el coche a mi nueva pareja y detrás a la antigua con su actual compañero. En realidad, nos llevamos muy bien”. El auditorio, muy atento, prestaba firme atención a las vicisitudes de este gran navegante por la vida. Lo que contaba era interesante y divertido. También añadió datos curiosos sobre su vivienda, su estructura y lo que pagó por ella. Nadie se acordaba del arte en la iglesia, la población, la historia, las fiestas, la economía y la cultura del lugar. Lo que motivaba era las vivencias del ágil y teatral Biodoro. A tal nivel llegó el caso, que el encargado de la organización del viaje tuvo que recordarle que los turistas habían estado dos horas y media de continuo viaje, por carreteras espectaculares en el peligro, pero no para escuchar su variada biografía. El guía se disculpó, ante el semblante de íntima decepción en una gran mayoría de viajeros, divertidamente interesados en los chascarrillos y aventuras vivenciales de un profesional con muchos km en su memoria. Entonces los turistas comenzaron a subir y bajar la natural orografía urbana de un pueblo de montaña.

 

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La acción o suceso tuvo lugar en un centro cultural municipal, en el que muchos días de la semana tienen lugar actividades diversas, relacionadas con el mundo de la cultura. Para un viernes de noviembre, a las siete de la tarde, estaba invitada una figura nacional de prestigio vinculada al mundo de las letras, el cine, la ciencia y la filosofía. Era un escritor consagrado, muy veterano y distinguido con premios diversos por su rica y variada creatividad. Alguna vez había optado para entrar en la Real Academia de la Lengua, pero no tuvo “los padrinos” adecuados para conseguir tan anhelada meta social. Se llamaba ZENÓN Cifuentes de la Aldaba, septuagenario, muy conocido no sólo por la venta de sus numerosas obras, sino también por su frecuente participación en foros radiofónicos y televisivos. Su último best seller tenía un título muy atrayente: EL ARTE DE VIVIR. Era un escritor provinciano, que había renunciado a establecerse en el corazón cultural madrileño. No se había casado. Vivía solo y era bien celoso de su privacidad. Fue a recibirle el concejal municipal de cultura, NICASIO Barroso, pues viajaba en el tren AVE desde Valencia-Madrid-Málaga, acompañándole hasta su alojamiento en el gran Hotel Miramar. A un escritor de esta categoría había que proporcionarle un hospedaje de alto standing, por supuesto con pensión completa para dos noches. A la conferencia prometió asistir el propio alcalde la ciudad, dada la categoría del literato, novelista y ensayista. Tras descansar esa noche, al día siguiente, conferenciante y concejal recorrieron lugares emblemáticos, por su arte y belleza, de la bella ciudad malacitana. Esa tarde fue a recogerlo al hotel a las 18:30. Apareció vestido con extremada elegancia. Traje de chaqueta azul, camisa celeste clara, corbata roja y zapatos de charol negro. Su cabeza entrecana le daba una grata madurez. Usaba lentes con la montura negra, que le proporcionaban apariencia de un gran intelectual. Cuando miraba la hora, dejaba ver un Rolex auténtico, plateado con incrustaciones doradas. Cuando llegaron al centro cultural Maynake, en la zona de Teatinos, la sala estaba abarrotada de un público interesado en escuchar a una figura de las letras españolas. Ya lo esperaban el Sr. alcalde y varios concejales de la corporación municipal. Encima de la mesa lucían tres ejemplares de su última obra El Arte de Vivir. Iba a ser presentado por el también afamado escritor local VENANCIO Briales que también ejercía como cronista oficial de la ciudad. Faltaban unos 15 minutos para el comienzo de la presentación y la exposición del “maestro” Entonces, ante la sorpresa de las autoridades presentes, Bernardo se dirigió al concejal Nicasio: “Barroso, necesito una guitarra y un tambor”. La sorpresa del munícipe era difícil de describir. Pero el munícipe era un joven muy diligente. Llamó por teléfono al Parque de Bomberos, para que un policía municipal motorizado se acercara con rapidez y trajera uno de los tambores utilizado por la banda del Real Cuerpo de Bomberos. En cuanto a la guitarra todo resultó más fácil. Habían visto, al llegar al centro cultural, a un cantautor callejero, que tocaba ante un restaurante de menús económicos y tapas variadas, para pasar después el “platillo”. Le dieron una buena propina para que les prestara su instrumento de trabajo durante una hora. El comienzo del acto se tuvo que retrasar porque el motorista policía local no llegaba, a causa del tráfico callejero. Era un viernes frío de noviembre. La expectación alcanzaba un grado máximo. Al fin, a las 19:30 comenzó el acto. Autoridades organizativas e invitadas y el propio público se preguntaba qué papel iba a desempeñar una guitarra y un tambor, colocados en un taburete entre la mesa baja y el sillón del ponente.  La exposición del gran filósofo, escritor, periodista y figura de prestigio había llenado completamente el local. Después de un fuerte aplauso, tras la entrada majestuosa del ilustre orador, éste agradeció las muestras de afecto que recibía. A continuación, comenzó su exposición, hablando de temas exotéricos, que la mayoría de los presentes apenas entendían. Después de unos 10 minutos, exponiendo contenidos que no tenían nada que ver con “el arte de vivir”, título de la conferencia, el orador se levantó con lentitud parsimoniosa de su asiento, se colocó la cinta del tambor al cuello, tomó los palillos y tras un redoble inicial de atención, comenzó a percutir los palillos sobre la piel de becerro del tambor a ritmo de procesión. Dio dos vueltas tocando el tambor por el pequeño escenario, mientras el respetable alucinaba. Las autoridades sentían un sudor frio, preguntándose a qué venía esa cómica performance. Tras dejar el tambor y los platillos en el taburete, junto a la guitarra, tomó asiento y continuó hablando de nada que tuviera relación con el título de su disertación. Habrían pasado otros diez minutos de la críptica exposición, cuando se levantó de nuevo, en medio del murmullo de la sala, y poniendo el pie en el taburete y tomando en sus manos la guitarra del cantautor, comenzó a tocar las cuerdas, sonando una pieza flamenca con algo de menor pericia que había aplicado al tambor. Unos reían de la forma más disimulada que podían, otros se mofaban del esperpento que estaban contemplando, la mayoría sufrían vergüenza ajena y el sr. alcalde cerraba los ojos pensando en cómo “huir” de aquel sainete surrealista. El bochorno de Nicasio, el concejal de cultura era patente, según el color de su rostro. Cuando Zenón ya había efectuado varias intervenciones, hizo una pausa para aclarar al público que desde pequeño sentía fascinación por los redobles de tambor y el sentimiento andaluz proporcionado por las cuerdas de la guitarra. Entonces la gente, de manera espontánea, comenzó a aplaudir, en parte por nerviosismo y en parte por “choteo”, tal vez también por ese aborregamiento servil que se presta a las personas importantes. El concejal Barroso, por indicación del alcalde, dio por finalizado el acto, indicando que el conferenciante tenía obligaciones perentorias que cumplir. Zenón Cifuentes lo miró con impertinente fijeza, tomó de nuevo el tambor y abandonó la gran sala tocando otros redobles militares. Cuando el concejal llevaba en su vehículo al pensador, camino del hotel, éste le preguntó si le había agradado su exposición. Barroso le respondió de inmediato “por supuesto, maestro. Su inteligencia preclara siempre nos regala fascinantes sorpresas y valores”. 

 

En esta vida, la única que conocemos, siempre hay que estar preparado para cualquier contingencia, por surrealista que pueda parecer. El ser humano es por naturaleza profundamente imprevisible. Psicólogos y psiquiatras no se explican, aunque lo disimulan con esa verborrea científica tras la que se escudan, las causas últimas y convincentes de la complejidad de la mente humana. –

 

 

COMPORTAMIENTOS

INSÓLITOS O SURREALISTAS

 

 

                     José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

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Viernes 19 diciembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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viernes, 12 de diciembre de 2025

RECUERDOS PARA LA ETERNIDAD



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MAURICIO Cañadas es un veterano maestro de enseñanza primaria, jubilado, que sigue añorando la convivencia con “sus niños” en el aula (los consideraba como “hijos”) quienes lo llamaban con esa hermosa palabra de “maestro”, aunque los más mayorcitos ya utilizaban el don Mauro, con respeto y afecto. 

Cuando despierta por las mañanas, siguiendo el tradicional horario escolar, imposible para él de olvidar, continúa con el ritual bien aprendido del aseo, el desayuno y la toma de las cada vez más numerosas pastillas farmacéuticas. Después se arregla con modestia, sin olvidar la gorrilla y las gafas para el sol. Antes de salir al diario paseo matinal, su mujer de toda la vida ELEONORA le hace algunos encargos del Mercadona. No quiere “estorbar” en las tareas del hogar que realiza su respetada esposa. 

Cada día suele elegir un itinerario distinto, en el laberinto urbano malacitano. Entre esos destinos para el paseo, prioriza aquellos espacios en donde encuentra vegetación, arbolado, sosiego, el frescor, los sonidos y la alegría del agua, con la percusión continua de su acústica en las fuentes, los estanques y en esos chorros que desde los grifos sacian la sed y estimulan la imaginación. Durante esos ratos para la tranquilidad para el cuerpo y el ánimo, observa, piensa, a veces lee y casi siempre escribe. Analiza en silencio el comportamiento de los viandantes, los amigos que intercambian las palabras, las madres que cuidan de sus retoños (especialmente por las tardes) alegres pequeños que van aprendiendo de la vida, con sus juegos y su sana e inocente espontaneidad.  

De una u otra forma llegan a su mente las añoradas imágenes de aquéllos que compartieron su vida, con sus diferentes grados de conocimiento y el valor inconmensurable de la amistad. Familiares, compañeros de colegio o trabajo, miembros de la vecindad, profesionales de toda naturaleza que trabajaban en el barrio y, sobre todo, aquéllos con los que tenía la inmensa suerte de poder llamarles verdaderos amigos, como elogio y como necesidad. Pero, es la ley de la existencia, la inmensa mayoría de esas afectivas personas ya no están. Y nadie sabe con certeza en dónde se puedan encontrar. No hay respuesta para tan críptico interrogante. Se lamentaba que “lo penoso es que eran referentes de mi vida y con ellos ya no puedo hablar, comentar, discutir, reír, compartir o caminar”. 

En esas diatribas se encontraba el bueno de Mauro, cuando tuvo una “luminosa” idea, para mantener los recuerdos que fluían de su memoria con intensa nostalgia y ansiedad. Se dijo a sí mismo “¿y cómo no voy a poder hablar con ellas, aunque sea para contarles lo de aquí y lo de allá? Comenzó entonces a diseñar un plan que al tiempo le divertía y compensaba las ausencias que su alma sentía. Se levantó de su asiento en el Parque y buscó un “chino” cercano, en donde poder comprar papel para escribir, sobres y también (en un estanco de la zona) sellos de correo para franquear los envíos. 


El “plan” consistía en escribir cada semana una larga carta, a una de esas personas que recordaba con nostalgia. Se comunicaría con ellos, como si aún estuvieran en esta vida. Este travieso juego le ayudaría a compensar la acre soledad que sufría ante tantas ausencias. Las detalladas cartas, acerca de cómo iba su vida, las echaría en el buzón. Como destinatario sólo podría el nombre y el oficio que ejercían sus antiguos amigos. Como remitente, sólo el nombre de Mauricio. Cada lunes introduciría una carta en el buzón de correos. ¿Pero a quién dirigía las sencillas y sentimentales misivas, que con tanto esmero se disponía a escribir?

Como antes se ha expresado, elegía a una persona concreta, que bien había conocido y tratado. Trato en ocasiones variable, pues somos humanos e imperfectos y en nosotros alternan los buenos momentos y los bajos estados del ánimo. Pero, con el paso del tiempo, todas esas sencillas vivencias se añoran con nostalgia y cariño. La ausencia de estos compañeros era muy dura de llevar, pero comprendía que era la ley de la vida. Todo lo que se inicia tiene un final y aunque nos duela hay que aceptarlo. Podría ser Manolo, el tendero, con su pequeña tienda en la que tenía casi de todo para la alimentación. También José, el panadero, que todos los días llegaba a la calle donde vivía con su gran moto y ese buen cargamento que llenaba una gran caja de madera adosada como paquete al vehículo que usaba para callejear por los barrios. En esa caja, cubierta con una recia lona beige, venían grandes panes de pueblo de recia corteza y masa amarilla, barras de Viena, teleras, violines, civiles, bollitos, roscas. Siempre los clientes le pedían que estuviera bien cocido y Pepe el panadero, con sus grandes manos hacía crujir el pan que entregaba como señal de su buen cocido. No olvidaba tampoco a la estanquera doña Enriqueta, quien además de vender los “Ideales”, los “Celtas”, los “Chester” los “Camel” etc. tenía los sellos de correo para franquear las cartas. La buena señora solía guardar algún paquetillo abierto de picadura y una caja de cerillas, para regalar pitillos a los convecinos que carecían de dinero para “tranquilizar su adicción. 

De esta manera, Mauricio escribía cada semana una larga carta, con parsimonia, cariño, dedicación y necesidad, como si estuviera hablando personalmente con el recordado destinatario. Pegaba en el sobre el correspondiente sello de franqueo y echaba la carta al buzón de correos, diciendo, con ilusión infantil y en voz baja “algún día me contestarás”. Pero la realidad es tozuda. Esa respuesta nunca llegaba. Y así iban pasando los meses y los días. 

En la estafeta de correos, donde clasificaban las cartas, este tipo de envíos, sin concretar el destino, se echaban en una caja de cartón que tenía una gran etiqueta que ponía SIN DATOS PARA LA ENTREGA. Un funcionario clasificador de correspondencia, llamado VENTURA Santillana, en los ratos libres iba reuniendo estas cartas que tenían el mismo formato y cuyo remitente era un desconocido Mauricio. Como eran sobres sin apellidos ni domicilios concretos, el veterano trabajador de correos podía abrir estos sobres y conocer sus contenidos. Se emocionaba leyendo esas comunicaciones, todas ellas llenas de cariño, nostalgia y franqueza en el remitente. Siempre el mismo. Como era persona laboriosa, fue acotando algunos datos que destacaban en los textos. A través de los mismos no tenía duda alguna de que el remitente y destinatario residían en Málaga. Con paciencia de detective, fue realizando una asombrosa tarea detectivesca para acercarse a la zona de la ciudad en donde podían estar estas personas. 

En unos días de vacaciones, después de haber leído y analizado unos quince sobres, tenía acotada la zona donde podían vivir estas personas (Manolo el de la tienda, Pepe el panadero, Enriqueta la estanquera, Julio el carbonero, Enrico el de los electrodomésticos, don Luis el practicante, etc. Pensaba, con el lógico fundamento derivados de los datos insertos en las cuartillas, en una localización en la zona del centro antiguo de la capital provincial. Plaza de los Santos Mártires Ciriaco y Paula, Comedias, Tejón y Rodríguez, Carretería, Nosquera, Mosquera, Andrés Pérez, Santa Lucía. 


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Se desplazaba a esas calles, después del desayuno, tratando de entablar conversación con unos y otros comerciantes o profesionales de la zona. También lo hacía con los vecinos mayores, por si podían conocer algunos de los personajes a quien Mauricio había escrito. Buscando y buscando, siempre algo se encuentra. Habló con una persona bastante mayor, llamado JULIÁN, que tomaba el sol plácidamente en una cafetería bar, en la esquina de Mosquera. Había trabajado largos años como zapatero remendón, en un portal denominado EL GATO NEGRO, ubicado en la calle Méndez Núñez. Este agradable anciano dio la clave al voluntarioso investigador Ventura.

“No tengo duda. Me está hablando de Mauricio Cañadas Cabrillana, que ha sido maestro de escuela. Yo fui compañero suyo allá por los sesenta. Íbamos al Colegio Sagrado Corazón de Jesús. Le perdí la pista cuando salimos del Instituto Ntra. Sra. de la Victoria. Mire, amigo Ventura, yo he sido barbero, aunque al final acabé en un trabajo más tranquilo, como portero del Málaga Cinema. A Mauricio hace décadas que no lo veo, porque dejó de vivir en esta zona de Málaga y no tengo idea en donde pueda residir en este momento. Me gustaría verlo y darle un abrazo. Me parece recordar… que un vecino me comentó hace años que Mauro vivía por el barrio de Martiricos”.  

Los dos nuevos amigos, 58 Ventura, 76 Julián, acordaron verse una vez a la semana. Se pasaron los teléfonos, para compartir los datos que pudieran ir conociendo. Preguntando y preguntando “se llega a Roma”. A final dieron con el “ansiado” Mauricio. La alegría emocional fue inenarrable. 

j“Amigos míos, llevo mal el paso de los años, no sólo por los achaques físicos que soporto, sino sobre todo por echar tanto de menos a muchas de las personas que conocí, valoré. Pero hoy ya no están. Son como las flores que, tras marchitarse, caen al suelo y ya nunca más pueden volver a lucir su mágica belleza, con ese aroma inolvidable a tierra mojada y a hierba fresca. Les escribí con cariño y añoranza, desde aquí, a donde mejor podrán estar. Pero así es la vida. Vivimos y “nos vamos”. Valoro mucho todo el esfuerzo que habéis realizado para localizarme. Es un gran tesoro poder recuperar la antigua amistad con Julián y asombrarme de la capacidad investigativa del buen Ventura”. 

Desde aquel feliz día, los tres amigos salen algunas tardes, para pasear hablar, pensar y merendar. Otros ya se “fueron” pero permanecen en sus memorias, en sus nostalgias y afectos. Mauricio ya no les escribe cartas. Hoy tiene dos buenos amigos, con los que conversar y compartir soledades a través del mapa poliédrico de la gran ciudad. Juntos se sienten más fuertes y caminan trazando hermosas sendas ante el misterioso día que inevitablemente les habrá de llegar. – 

 

 

RECUERDOS

PARA LA ETERNIDAD

 

 

                        José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMIS

Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. MálagaViernes 12 diciembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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viernes, 5 de diciembre de 2025

LÚCIDA DECISION EN TEMPORADA BAJA

 

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Hay dos tipos de zonas turísticas básicas. Aquella en la que se dispone de un tiempo meteorológico agradable, con playas y abundante sol. Y también, la zona de alta montaña, con el incentivo de la nieve para los deportistas del del skí. Durante el verano, la primera de las zonas aludidas está densamente poblada, mientras que las estaciones invernales están en temporada baja, su ocupación es bastante reducida, sólo turistas que desean alejarse del calor tórrido de julio y agosto. Durante los meses invernales la situación turística es la contraria. La temporada baja estará en las zonas playeras. La acción de nuestra historia se desarrolla en una estación de nieve durante los meses del verano.

Era un actor español, reconocido por su buen trabajo ante las cámaras cinematográficas. Pero CAMILO BUENDÍAno era una gran estrella de las pantallas, pero pertenecía al grupo de actores de reparto, aunque normalmente era llamado por los productores, debido a la calidad de su trabajo. Una edad intermedia, 49, apropiada para interpretar muy diversos papeles, defendiéndose bien en la comedia o en los argumentos dramáticos. El tipo de actor que nunca había logrado alcanzar el “papelón de su vida”, pero que como secundario trabajaba con gran destreza y dignidad. 

Sin embargo, formando parte del elenco artístico de una película, adaptación de una novela finalista en el Premio Planeta, la crítica especializada fue bastante severa con el trabajo global realizado. Los intérpretes fueron también señalados en esa inadecuada adaptación de la afamada novela. Para Camilo era su séptima película y el golpe anímico fue bastante importante, en una persona que había llegado al cine a una edad algo avanzada en comparación con otros actores. Su primera intervención ante las cámaras fue a los 41 años, habiendo sido antes actor de teatro, tarea que intercalaba con la de escritor de cuentos para adultos, como simple afición. 

Después del “batacazo” crítico de su séptima participación cinematográfica, tomó la decisión de “aislarse” durante algún tiempo, tal vez semanas, en algún paraje donde pudiera recuperar el sosiego y la fuerza vital para seguir luchando por su tiempo. Quería pensar, reflexionar y reconducir su vida. Sentía un cierto pesar en que siempre lo habían llamado directores noveles o sin una amplia trayectoria tras las cámaras. Lógicamente, los emolumentos que recibía por su participación en esos filmes no podían ser elevados y no le abandonaba la ilusión que alguna vez lo “reclamasen” directores de la talla de un Almodóvar, Amenábar, Isabel Coixet, Bayona, Itziar Bollain, Querejeta etc. 

Camilo tenía que descansar, porque la preparación y participación, aun como secundario, lo dejaba bastante agotado. Era verano, el calor apretaba en la mayoría de las ciudades hispanas y tampoco se animaba para viajar al extranjero. Un día se dirigió a una agencia de viajes, donde trabajaba el amigo Irineo, antiguo compañero de estudios. Éste, después de escucharle con la cordialidad y amistad que le deparaba, le recomendó que buscara un sitio en donde relajarse de sus ansiedades y “dolores de cabeza”. 

“Te busco un buen apartamento en Sierra Nevada, ahora que están en temporada baja y tienen precios verdaderamente interesantes. Te trasladas allí para disfrutar de bellísimos y tranquilos parajes, durante un par de semanas o el tiempo que necesites para tu recuperación. Practicas un poico de senderismo, visitas algunos pueblos de la zona granadina y, es importantes, no sufres del agobio del calor. Tendrás todo el tiempo del mundo para escribir, ya que me dices te agradaría elaborar un buen guion para ser llevado a la gran pantalla. Te alquilas una bici y a recorrer caminos, sin el peligro del tráfico urbano. En Pradollano hay restaurantes que permanecen abiertos, en donde puedes consumir la comida que te apetezca. Venga, ¡anímate!”

Le consiguió un cómodo y gran apartamento en el edificio Enebro, en pleno centro de Pradollano para ocuparlo durante tres semanas, en pleno y tórrido agosto, aunque ese plazo podría prorrogarse.  Camilo necesitaba esa “cálida” soledad que dan las cumbres y laderas del paisaje idílico de la Sierra de Granada. Necesitaba pensar, respirar y beber el agua pura de la sierra, escribir, caminar y soñar por las cumbres yermas de nieve, pero con una confortable temperatura de 17-21 grados en el centro del día, cuando en la propia capital nazarí los grados se acercaban a los treinta y tantos o incluso cuarenta. 

Dejó su apartamento en Recoletos y condujo su Peugeot hasta Granada. En la circunvalación de la ciudad tomó la dirección a la Sierra. Ya en Pradollano, la agencia Todosierra le facilitó la llave del apartamento, pudiendo utilizar también una plaza de aparcamiento bajo ese conjunto de edificios. ¿Cuál fue su primera impresión, al llegar a tan idílico lugar? La estación invernal se encontraba casi vacía. Unos restaurantes abiertos, también el pequeño, pero bien dotado de mercancías, súper que le habían recomendado, mientras el resto de los comercios y bares estaban casi todos cerrados. El paisaje resultaba encantador, mostrando las numerosas altas sierras de la cordillera Penibéticas sin un gramo de nieve, pero con una temperatura ideal para desarrollar amplias caminatas por los numerosos senderos abarrancados, relativamente próximos a la estación deportiva. 

El interior de su apartamento estaba muy bien amueblado. Era espacioso y no le faltaba electrodomésticos ni otras comodidades. Además del dormitorio, tenía varias camas supletorias, que serían utilizadas cuando algún grupo de esquiadores utilizara esas habitaciones en las que abundaba la madera. A Camilo siempre le había gustado cocinar. Lo hacía en Madrid y ahora también lo practicaría en esas bellas cumbres más cerca del cielo. 

Paseando por las calles, prácticamente vacías (sólo se encontró con algunas familias que huían del calor granadino y algunos turistas que utilizaban uno de las telecabinas que seguía funcionando en verano, para subirlos a fascinantes parajes de las elevadas cumbres, por encima de los 2000 y 3000 metros de altitud) observó, en algunos escaparates de tiendas dedicadas a la venta de productos para la nieve, algunas grandes litografías de las sierras circundantes, completamente cubiertas de un manto blanco de generosa nieve, con los valientes esquiadores que por sus laderas se deslizaban. 

Una mañana se fue caminando hacia un interesante paraje, FUENTE NUEVA, “decorado” con una impresionante masa forestal de pinos silvestres. Fuentes naturales en donde seguía manando esa agua pura y fresquita de la hídrica sierra, y unas construcciones etnográficas, en donde la piedra, la madera y el denso ramaje conformaban las viviendas rurales de otros tiempos en la memoria.  Allí mismo se sintió motivado y sacando su libreta y bolígrafo de la mochila, comenzó a trazar líneas de palabras, con la creatividad que tanto había añorado, tras el desaire popular hacia la última película en la que había intervenido. Había sido precavido, por lo que contaba con su cantimplora (previamente llenada en una de las fuentes naturales) y un bocadillo bien relleno de sano combustible para el gasto de calorías. Una jugosa manzana sirvió de apetitoso postre parea convivir con tan espléndida naturaleza. Un matrimonio de turistas, de veterana edad, se le acercaron y, con la cámara en mano, bastones y mochilas, “please, ¿we could take him a pair of photos? Thanks you”. Les había motivado, sin duda, ver al caminante que escribía, allí solo, sentado ante una gran mesa de madera, alguna curiosa historia en su poblada libreta.

Otro día cambiaba de escenario y de desplazaba al CENTRO DE VISITANTES, en donde también podía echar un buen rato escribiendo. No se iba de ese instructivo lugar sin comprar algún material de la zona, como la miel, los panes de higos, queso o el sabroso y aromático chocolate. También visitaba, en sus ratos senderistas, el monumento de la VIRGEN DE LAS NIEVES, el agreste paraje de la FUENTE ALTA y, por supuesto el extenso y bien organizado JARDÍN BOTÁNICO DE SIERRA NEVADA, HOYA DE LA PEDRAZA, agradeciendo llenar su cantimplora de agua fresca y pura en la FUENTE DE DON MANUEL, en aquellos inolvidables parajes. Lógicamente, cuando llegaba el fin de semana, subían más visitantes a la Sierra, para disfrutar del buen tiempo en la estación invernal en pleno verano. Los atardeceres y amaneceres le parecían sublimes, bajo esa realidad del PICO VELETA, que le indicaba caminos para “navegar” sobre la nieve ausente. 

Una simpática experiencia, cuando hacía descansos en sus narrativas, era los encuentros espontáneos que tenía con unas grandes vacas muy lustrosas, cuya piel era de color beige anaranjado, que pastaban tranquilamente por los parajes de la Sierra, muy cerca de Pradollano. Las vacas mugían y se desplazaban con sosiego, subiendo y bajando por las laderas pedregosas con asombrosa agilidad. Buscaban las hierbas de la montaña, que unos meses más adelante, a partir de noviembre/diciembre, quedarían cubiertas con la nieve y el hielo inmaculado que utilizaban los esquiadores para deslizarse en su arriesgado deporte invernal. 

Así, durante días y semanas, Camilo se iba encontrando consigo mismo, en este gran señorío de la Sierra nevada, en temporada baja. Tuvo la suerte de hacerse amigo de un veterano pastor, llamado CECILIO, quien, con el zurrón al hombro, la vara o cayada de caminante y su perro “sultán” controlaba a una piara de cabras, que le proporcionaban buena leche, para hacer quesos fundamentalmente. Las conversaciones con Cecilio le resultaban muy agradables, por la sencillez natural de una persona que siempre había vivido en la naturaleza y con sus cabras, reconociendo que no había tenido oportunidad de estudiar, pues desde adolescente su padre lo puso a desarrollar el oficio que le ha permitido “ganarse el sustento”. Pero gozaba de esa sabiduría natural que se adquiere caminando con sencillez y humildad por la vida. El fornido y veterano pastor le enseñó la propiedad medicinal de algunas plantas, para curar o sanar las dolencias. También le confió que estaba emparejado con una mujer rusa, mucho más joven que él, llamada TATIANA, quien había decidido cambiar drásticamente de vida, ante la tensión política y social del pueblo en que vivía, eligiendo a España y en ella a Granada. La conoció cuando un día bajó a una visita médica y la encontró en el Paseo de la Carrera de la Virgen, tratando de vender algunas labores artesanas elaboradas con piel e hilos de algodón que ella misma preparaba. Ella le pidió, tras una breve conversación, si le podía ayudar para vivir en un mayor contacto con la mágica naturaleza que representaba Sierra Nevada. La singular pareja convive en la pequeña casita de madera y piedra donde Cecilio nació. Tatiana cuida con esmero a la madre de su marido, una señora muy mayor, que se siente feliz con la presencia de una buena mujer que acompaña a su hijo y mantiene ordenada y limpia ese hogar que tanto ella anhelaba.


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Las tres semanas previstas se convirtieron en dos meses, a través de los cuales el Camilo actor se había transformado en el Camilo escritor. Volvió a la capital madrileña en el otoño, tras su saludable terapia en la sierra granadina, habiendo recuperado el buen y dispuesto a luchar para reconducir su camino en la vida. Llevaba “bajo el brazo” decenas de folios, con interesantes historias que podían ser útiles para elaborar curiosos y novedosos guiones. Programó una serie de visitas a productoras cinematográficas. Para su sorpresa, algunas de estas empresas le llamaron, con el objeto de concertar nuevas entrevistas. Al parecer les había interesado los materiales que Camilo les había propuesto. 

Una de estas productoras, propiedad del empresario Marcos Lama, le ofreció integrarse en su equipo de guionistas cinematográficos. Al menos tenía un sueldo mensual asegurado y trabajaba en una tarea que le agradaba desde su juventud. Pensaba, con agradecida nostalgia, su experiencia veraniega en Sierra Nevada “sin nieve”, cuando el vacío que sentía en su actividad como actor secundario y también el vacío numérico de personas, en un fascinante paisaje de montaña, estación invernal en temporada baja, desarrollaron esa potencialidad creativa que ahora le reporta esperanzadores caminos para su expresividad artística. -

 


LUCIDA DECISIÓN EN TEMPORADA BAJA

 

 

                     José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

 Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga        Viernes 05 diciembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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jueves, 27 de noviembre de 2025

UNA MAÑANA ENTRE FLORES

 

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Era un soleado domingo de primavera. La familia Cerrada-Carretilla, integrada por don ZOIDO Y doña CONSTANZA, deseaban aprovechar bien la luminosa mañana dominical, junto a sus hijos JAIMITO, BERTIN y CLAMIA, 10, 8 y 6 años. El padre se autocalificaba profesionalmente como agente comercial colegiado, aunque con lo que realmente ganaba el sustento era actuando como intermediario, entre las personas que querían comprar, vender o alquilar una propiedad residencial. Colaboraba, buscando clientes, con la Inmobiliaria PARASOL, a la que cargaba porcentajes de ganancia por sus hábiles e interesantes gestiones, que le permitían vivir sin estrecheces e incluso poder gozar de una o dos semanas de relajante turismo, preferentemente insular.

En principio sopesaron echar una mañana de playa, inaugurando la temporada, pero el fuerte viento de levante les aconsejó posponer la propuesta para otro domingo. Este día de fiesta tampoco “abría” el IKEA, “tabla de salvación” para familias aburridas, que tienen dificultad para encontrar distracción. Tampoco era factible una salida senderista, pues a doña Constanza sus problemas óseos le producían rozaduras y dolores, cuando la caminata era de mediana o larga distancia y el sol castigaba con generosidad. Entonces don Zoido sugirió una “vegetativa” opción, que exigía un limitado o razonable esfuerzo al margen de contingencias imprevistas.  

“¿Y por qué no ocupar la mañana visitando un vivero de plantas? Me han hablado muy bien de uno que está instalado en el pueblo cercano de ALHAURIN EL GRANDE. Me comenta mi amigo Ambrosio que ocupa una gran extensión de terreno, con diversos patios dedicados al cultivo y venta de preciosas plantas, tanto de interior como de exterior. No faltan tampoco los árboles frutales. Hay piezas de adorno para jardines, terrazas y lugares emblemáticos de los domicilios. Todo ello montado con un estilo moderno, profesional y verdaderamente espectacular. Las bien organizadas instalaciones, permitan a los visitantes llegar hasta la puerta con su automóvil. La empresa ofrece con servicios complementarios, como restaurante, bar, panadería, confitería y objetos de regalo. En resumidas cuentas, dice que es el mejor criadero vegetal de Málaga y de otras muchas capitales de provincia. Se denomina VIVEROS GUZMÁN. Lleva funcionando hace muchos años, por lo que han ido aplicando reformas y comodidades, como un suelo bastante cómodo para el paseo y el goce de todo un paraíso vegetal”.

Tras esta muy documentada exposición del “cabeza de familia”, la familia Cerrada-Carretilla tomaron el desayuno, “arreglándose” después con el fin de no “desentonar”, pues era domingo, el día en la gente bien cuida su vestimenta con decoro, vayan a donde vayan. 

Una vez que don Zoido, doña Constanza y sus tres hijos llegaron al gran vivero, comprobaron (eran las 10:45) que ya no era fácil aparcar en la zona acotada para los vehículos. Estaban prácticamente todas las plazas ocupadas y no era cosa de dejar el coche cortando la salida de otros vehículos. Entonces Zoido, como todos los conductores que seguían llegando, tomó el camino hacia arriba de la carreterita, ya que los coches se iban estacionando en la cuneta de la no ancha calzada, ocupando lógicamente parte de la misma. Ya, en una curva, pudo encontrar un hueco en el arcén. Pero al bajar del vehículo tomaron conciencia de que tenían que hacer un largo paseo hasta alcanza la puerta de entrada al recinto. De inmediato doña Constanza puso el grito en el cielo, al ver la distancia que los separaba del vivero. La caminata iba a llevar sus minutos, especialmente con personas de mediana edad que no están habituadas al senderismo. Hacía calor y los perfumen que se habían echado se volatizaron de inmediato. 

Al fin alcanzaron la señorial entrada, entre resoplido y resoplido. La imagen que tenían ante su vista era verdaderamente espectacular.  Numerosos grandes patios, unos totalmente abiertos, mientras otros estaban techados y dedicados a las plantas de interior. La decoración elegante y bien pensada. No sólo se exponían miles de macetas y macetones, sino también figuras para adornar los jardines y el interior de las grandes mansiones, con los más diversos y divertidos motivos.

Como era domingo, habían acudido una gran cantidad de visitantes (lo indicaba los vehículos bien o mal aparcados). Muchos de los clientes habían cogido carritos metálicos, que se encontraban en la entrada del complejo floral, con el buen sentido de poder echar en los mismos las macetas y macetones que iban eligiendo, aunque otros se “hacían los fuertes” llevando en sus brazos las unidades florales que iban eligiendo para su compra, A tenor de sus rostros, el peso de las macetas era elevado. 

Doña Constanza comenzó a quejarse de sus pies, a consecuencia del mucho caminar y no llevar los zapatos adecuados. Los tres niños corrían de aquí para allá, divertidos y contentos, pues imaginaban estar en una gran selva, con “millones” de flores a cuál más bella. A medida que iban recorriendo el inmenso espacio se iban escuchando entre las distintas familias diversos comentarios acerca de sus sensaciones: 

“Esto es grandísimo, Para verlo todo bien acabas agotada. Me he equivocado en no coger un carrito. Llevo más de una hora con los dos macetones en los brazos y ya me están entrando unas agujetas que no te quiero decir ¿Tú crees que esta gran maceta quedará bien entre el tresillo y la mesa blanca lacada del salón? Vamos a buscar la confitería, que he visto a varias personas que en vez de flores llevan unos papelones de dulces, para ponerse como el kiko. Ten mucho cuidado con las plantas que eliges. Esas macetas están regadas por unas sustancias que días después, cuando las tienes en casa comienzan a languidecer, a marchitarse o incluso a secarse. En casa no tenemos esos “polvos” mágicos que se los preparan en los laboratorios. Por favor, me he perdido con todas las vueltas que dado. Me puede indicar cómo se llega a la puerta de salida. Habrá que llevar algunos regalos para la familia, pues ayer les comenté que hoy veníamos al mejor vivero de Málaga”.

Jaimito, Bertín y Clamia, en distintos momentos repetían esa frase tan familiar y entrañable en todas las familias con niños pequeños. “Mami, papi, tengo hambre”. 

Otro de los momentos destacada de la mañana dominical fue cuando doña Constanza se acercó a uno de los operarios que, con su uniforme color verde, se paseaban dando la imagen de plena actividad. “Por favor, joven, ¿le importaría dedicarme unos minutos, para que me explicara cómo se debe cuidar esta planta tan bonita y delicada? No le eche mucha agua, sólo cuando vea que la necesita. Tenemos unos medidores para comprobar el grado de humedad, introduciéndolos en la tierra. Se venden en la caja de la entrada al precio de 7 euros. La vida útil de cada medidor son unos diez usos, Después ya van perdiendo vitalidad o eficacia. Cada quince días esta planta necesita un aporte de nitrato, fosfato y calcio. Para ello tenemos unos botes combinados, que puede dar para unos 20 usos, utilizando la medida del tapón. Cuestan 15 euros la unidad. Hay otro bote, muy conveniente, que favorece la generación de bacterias orgánicas que duplican la vida de la planta. Este bote “restaurador” tiene un precio de 12 euros. Lo aplica en seis usos quincenales, durante tres meses. Don Zoido iba pagando y echando en una bolsa de plástico todos los botes que su señora, muy convencida de la explicación del operario, llamado Valeriano centella, le iba mostrando. La tarjeta bancaria del marido estaba en continuo uso. Zoido suspiraba para que el técnico biológico se callara de una vez y no sacara más botes de una estantería que parecía la de una botica.   

Sobre las 12:45, a fin de que los niños se callaran, sus padres los llevaron al bar /restaurante para comprarles sendas hamburguesas y los refrescos correspondientes. Don Zoido resoplaba, pues iba arrastrando por superficies horizontales e inclinadas, dos grandes macetones, cuatro macetas más pequeñas para regalar y el gran lote de productos que el técnico fitosanitario les había encarecido comprar. Si querían prolongar la vida de las plantas que llevaban. 

Ya sobre las 14 h. con la desesperación propia en el rostro del agente comercial, bien entrado en carnes, debido al cargamento de portaba en el carrito, cuando ya enfilaban la salida los niños se pusieron muy pesados porque querían llevarse una conejita de cerámica, para ponerlo en la terraza del piso juntos a las demás macetas. Tanto insistieron que Zoido tuvo que hacer el recorrido inverso dejando el pesado carro en la caja de pago, hasta llegar al conejo, La figura tenía un tamaño real, pero pesaba lo que no estaba escrito. Era cerámica casi maciza. A la coneja, los niños ya le habían puesto el nombre de Lucy. 

Una vez pagada toda la mercancía, había que llevarla al coche. Entonces el muy cansado Zoido se encamino por el borde la carretera hasta donde estaba “mal” aparcado su vehículo, para traerlo hasta la entrada del recinto y cargar las macetas y macetones, los productos químicos y por supuesta a la coneja Lucy. Un supuesto vigilante se le acerca y le pone la mano “por haber cuidado del coche en su ausencia”. El ya superado agente comercial, no quiere más problemas y entrega el euro correspondiente que el joven se guarda con presteza en el bolsillo.

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La familia Cerrada Carretilla por fin abandonaron el afamado vivero, con todo el material acomodado en el maletero e incluso dentro del vehículo, compartiendo el asiento trasero con los niños pequeños que juguetean de continuo con las ramas de uno de los macetones.  Tomaron el camino hacia Alhaurín, pero en las ventas del pueblo no quedaban mesas libres a esa hora del almuerzo: no habían reservado el almuerzo en un día de tan elevada clientela como era el dominical. Encontraron el oxígeno alimentario en un Mac Donald en la zona de Ikea. Allí consumieron felices los menús de esta potente multinacional de comida rápida. 

Sobre las 16:30, después de una jornada floral tan intensa, grata y esforzada, Zoido se dispuso a subir los macetones desde el garaje del bloque a la ubicación del ascensor. Eran bastantes los escalones hasta el ascensor. Pero tuvo la suerte de encontrarse a Damián, el hijo de Wenceslao, policía local, para que le ayudara en la labor. Los kilos que sobraban en su cuerpo dificultaban el esfuerzo de mover la flora que habían comprado. Los niños iban encantados con Lucy, la coneja de cerámica. Pero como ocurre con muchos críos, pronto se cansaron de jugar con la linda figura de color blanco, cuyo coste había sido de 26 euros. Doña Constanza la colocó en una esquina de la terraza, mientras hacía cábalas acerca de la mejor situación de los macetones. 

Don Zoilo fue a echarse una siesta, pues se sentía cansado de todo el trajín floral que había vivido. Antes de hacerlo, buscó en Netflix una película apropiada para que los pequeños pasaran la tarde. Doña Constanza llamó por teléfono a su amiga de la infancia Dorita, para contarle como habían aprovechado ese domingo en familia. Un día en la vida de los Cerrada -Carretilla. – 

 

UNA MAÑANA

ENTRE FLORES

 

 

                  José L. Casado Toro. PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA AMISTAD

 Antiguo Profesor del I.E.S. Ntra. Sra. de la Victoria. Málaga

Viernes 28 noviembre 2025

                                                                                                                                                                                                                  

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