VIII. Lied de la noche
Y, de repente,
llega la noche
como un aceite
de silencio y pena.
A su corriente me rindo
armado apenas
con la precaria red
de truncados recuerdos y nostalgias
que siguen insistiendo
en recobrar el perdido
territorio de su reino.
Como ebrios anzuelos
giran en la noche
nombres, quintas,
ciertas esquinas y plazas,
alcobas de la infancia,
rostros del colegio,
potreros, ríos
y muchachas
giran en vano
en el fresco silencio de la noche
y nadie acude a su reclamo.
Quebrantado y vencido
me rescatan los primeros
ruidos del alba,
cotidianos e insípidos
como la rutina de los días
que no serán ya
la febril primavera
que un día nos prometimos.
- - - - - - - - - - - - - - - - - -
IX. Lied marino
Vine a llamarte
a los acantilados.
Lancé tu nombre
y sólo el mar me respondió
desde la leche instantánea
y voraz de sus espumas.
Por el desorden recurrente
de las aguas cruza tu nombre
como un pez que se debate y huye
hacia la vasta lejanía.
Hacia un horizonte
de menta y sombra,
viaja tu nombre
rodando por el mar del verano.
Con la noche que llega
regresan la soledad y su cortejo
de sueños funerales.
Álvaro Mutis
(1923-2013)
Traducir
Todos los poemas que no he escrito están aquí
en la boca de su ingente horneado,
presentes como un pan, aquí
donde toco obscenamente al otro en sus palabras
hago lo mío, vivo
sentado en el umbral de un libro
frontera que como un password
me ataja de las miásmaras del orbe:
traducir, como esperanza
como si a todos nos llamase a jugar
una campana
querer nomás el bien, aunque sea poco
dibujarse un nombre falso,
y que te sea fiel.
Aquí hay certezas. Sucede a veces
que se ajusta la palabra, limpiamente
se desliza como llave que descorre
de memoria su cerrojo. Parusia,
inspiración: algo ajeno revelado
y que yo toco, cual gozoso metemanos
enderezo, no a mi antojo sino al
ritmo que da un trance socarrón.
Toda esta operación se da en privado.
Hay observancia de las formas, tachaduras,
el perdón que sólo dan los muertos.
Y hay algo dulce, como un sueño
que antes de partir nos besa,
dejando en nuestra almohada el porvenir.
"Has sido traducido", dijo el Bardo
a ese joven en burro transformado: has
descubierto de súbito el deseo, has
encontrado tu palabra en otro corazón.
Jaime Arrambide
en la boca de su ingente horneado,
presentes como un pan, aquí
donde toco obscenamente al otro en sus palabras
hago lo mío, vivo
sentado en el umbral de un libro
frontera que como un password
me ataja de las miásmaras del orbe:
traducir, como esperanza
como si a todos nos llamase a jugar
una campana
querer nomás el bien, aunque sea poco
dibujarse un nombre falso,
y que te sea fiel.
Aquí hay certezas. Sucede a veces
que se ajusta la palabra, limpiamente
se desliza como llave que descorre
de memoria su cerrojo. Parusia,
inspiración: algo ajeno revelado
y que yo toco, cual gozoso metemanos
enderezo, no a mi antojo sino al
ritmo que da un trance socarrón.
Toda esta operación se da en privado.
Hay observancia de las formas, tachaduras,
el perdón que sólo dan los muertos.
Y hay algo dulce, como un sueño
que antes de partir nos besa,
dejando en nuestra almohada el porvenir.
"Has sido traducido", dijo el Bardo
a ese joven en burro transformado: has
descubierto de súbito el deseo, has
encontrado tu palabra en otro corazón.
Jaime Arrambide
Sobre el arte y la locura
A propósito de Yayoi Kusama
En el artista "normal" el proceso creativo se da en forma
controlada y es definidamente temporario. En cambio, en el alienado es más
automático, más permanente y, en cierta medida, más necesario. La obra del
alienado participa de las características del pensamiento mágico.
La del artista normal no carece de magia, en tanto también él
trata de ejercer un dominio y control sobre este mundo, pero no crea para
transformar el mundo exterior de una manera delirante, sino que su propósito es
"describirlo" a otras personas sobre las cuales trata de influir,
teniendo la tarea un significado definido. Aprende, progresa, haciendo ensayos,
sus modos de expresión cambian y su estilo puede transformarse, en tanto no
está estereotipado en ninguna imagen o situación.
El artista alienado está
impulsado a crear con el fin de transformar el mundo real; no busca un público
ni trata de comunicarse. Trata de reparar el objeto destruido durante la depresión
desencadenada por la enfermedad. (…)
Cualquier obra de arte puede expresar un conflicto con la
vida, diríamos mejor, con el modo de vivir, pero ese conflicto asumirá
igualmente características distintas según sea el artista normal o patológico.
En el primer caso, el conflicto está expresado explícitamente; en cambio, en el
segundo caso permanece escondido, actúa sin ser identificado.
Es decir que varían las relaciones entre los conflictos y los mecanismos de producción en atención a la particular naturaleza de aquellos. En el caso del conflicto explícito es "como es"; en el caso de estar implícito es "como sí". Finalmente, no son iguales los sufrimientos que pueden tener un artista normal y uno alienado.
Es decir que varían las relaciones entre los conflictos y los mecanismos de producción en atención a la particular naturaleza de aquellos. En el caso del conflicto explícito es "como es"; en el caso de estar implícito es "como sí". Finalmente, no son iguales los sufrimientos que pueden tener un artista normal y uno alienado.
Un artista normal sufre directamente, en forma más profunda que
un artista alienado, ya que en éste se trata de una situación de
"aparente" sufrimiento, o sea, es como si fuera una pantalla en la
cual se reflejara previamente el conflicto y sus secuelas. Hay distancia con el
sentimiento, es menor el afecto.
Enrique Pichon-Rivière
Otro Poema de los Dones
Gracias quiero dar al divino
Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor, que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de precisos cristales,
Por las místicas monedas de Ángel Silesio,
Por Shopenhauer,
Que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa
Que prodiga color y no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del infierno,
De la torre del fuego que purifica
Y de las esferas gloriosas,
Por Swedenborg,
Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
Por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikings,
Por la música verbal de Inglaterra,
Por la música verbal de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los versos,
Por el épico invierno,
Por el nombre de un libro que no he leído:
Gesta Dei per Francos,
Por Verlaine, inocente como los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba,
Que antes del español escribieron
Toda la literatura española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre,
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Fancisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás el último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
Por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte,
Esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.
Jorge Luis Borges
Laberinto de los efectos y de las causas
Por la diversidad de las criaturas
Que forman este singular universo,
Por la razón, que no cesará de soñar
Con un plano del laberinto,
Por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises,
Por el amor, que nos deja ver a los otros
Como los ve la divinidad,
Por el firme diamante y el agua suelta,
Por el álgebra, palacio de precisos cristales,
Por las místicas monedas de Ángel Silesio,
Por Shopenhauer,
Que acaso descifró el universo,
Por el fulgor del fuego
Que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo,
Por la caoba, el cedro y el sándalo,
Por el pan y la sal,
Por el misterio de la rosa
Que prodiga color y no lo ve,
Por ciertas vísperas y días de 1955,
Por los duros troperos que en la llanura
Arrean los animales y el alba,
Por la mañana en Montevideo,
Por el arte de la amistad,
Por el último día de Sócrates,
Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron
De una cruz a otra cruz,
Por aquel sueño del Islam que abarcó
Mil noches y una noche,
Por aquel otro sueño del infierno,
De la torre del fuego que purifica
Y de las esferas gloriosas,
Por Swedenborg,
Que conversaba con los ángeles en las calles de Londres,
Por los ríos secretos e inmemoriales
Que convergen en mí,
Por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria,
Por la espada y el arpa de los sajones,
Por el mar, que es un desierto resplandeciente
Y una cifra de cosas que no sabemos
Y un epitafio de los vikings,
Por la música verbal de Inglaterra,
Por la música verbal de Alemania,
Por el oro, que relumbra en los versos,
Por el épico invierno,
Por el nombre de un libro que no he leído:
Gesta Dei per Francos,
Por Verlaine, inocente como los pájaros,
Por el prisma de cristal y la pesa de bronce,
Por las rayas del tigre,
Por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan,
Por la mañana en Texas,
Por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral
Y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos,
Por Séneca y Lucano, de Córdoba,
Que antes del español escribieron
Toda la literatura española,
Por el geométrico y bizarro ajedrez,
Por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce,
Por el olor medicinal de los eucaliptos,
Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría,
Por el olvido, que anula o modifica el pasado,
Por la costumbre,
Que nos repite y nos confirma como un espejo,
Por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio,
Por la noche, su tiniebla y su astronomía,
Por el valor y la felicidad de los otros,
Por la patria, sentida en los jazmines
O en una vieja espada,
Por Whitman y Fancisco de Asís, que ya escribieron el poema,
Por el hecho de que el poema es inagotable
Y se confunde con la suma de las criaturas
Y no llegará jamás el último verso
Y varía según los hombres,
Por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos
Por morir tan despacio,
Por los minutos que preceden al sueño,
Por el sueño y la muerte,
Esos dos tesoros ocultos,
Por los íntimos dones que no enumero,
Por la música, misteriosa forma del tiempo.
Jorge Luis Borges
III
las nubes pasan lentas deshaciéndose
es feriado en el cielo por lo menos
pasan pájaros altos y serenos
y sube un panadero va perdiéndose
arriba por el aire tan liviano
arriba en lo celeste del espacio
lo diáfano del día lo más lacio
del tiempo que parece suburbano
ya las nubes son otras en el cielo
son panes y ahora peces y ahora nada
sólo clima celeste en la delgada
marea de la brisa de tu pelo
es verano en el cielo y acá abajo
dan ganas de largar todo al carajo
Ramón Paz
es feriado en el cielo por lo menos
pasan pájaros altos y serenos
y sube un panadero va perdiéndose
arriba por el aire tan liviano
arriba en lo celeste del espacio
lo diáfano del día lo más lacio
del tiempo que parece suburbano
ya las nubes son otras en el cielo
son panes y ahora peces y ahora nada
sólo clima celeste en la delgada
marea de la brisa de tu pelo
es verano en el cielo y acá abajo
dan ganas de largar todo al carajo
Ramón Paz
Viaje infinito
la mano que te busca en la penumbra
se detiene en la tibia encrucijada
donde musgo y coral velan la entrada
y un río de luciérnagas alumbra.
para el que con su incendio te ilumina,
cósmico caracol de azul sonoro,
blanco que vibra un címbalo de oro,
último trecho de la jabalina,
si, portulano, fuego de esmeralda,
sirte y fanal en una misma empresa
cuando la boca navegante besa
la poza más profunda de tu espalda,
suave canibalismo que devora
su presa que lo danza hacia el abismo,
oh laberinto exacto de sí mismo
donde el pavor de la delicia mora
agua para la sed del que te viaja
mientras la luz que junto al lecho vela
baja a tus muslos su húmeda gacela
y al fin la estremecida flor desgaja.
Julio Cortázar
se detiene en la tibia encrucijada
donde musgo y coral velan la entrada
y un río de luciérnagas alumbra.
para el que con su incendio te ilumina,
cósmico caracol de azul sonoro,
blanco que vibra un címbalo de oro,
último trecho de la jabalina,
si, portulano, fuego de esmeralda,
sirte y fanal en una misma empresa
cuando la boca navegante besa
la poza más profunda de tu espalda,
suave canibalismo que devora
su presa que lo danza hacia el abismo,
oh laberinto exacto de sí mismo
donde el pavor de la delicia mora
agua para la sed del que te viaja
mientras la luz que junto al lecho vela
baja a tus muslos su húmeda gacela
y al fin la estremecida flor desgaja.
Julio Cortázar
