Alguna vez me gustar铆a ver a Pablo Garc铆a Canga filmar un western.
Una pel铆cula con h茅roes o con gente que no pide ayuda a cosas, pero no dudar铆a en hacerlo a personas, gente que no necesite creer en Dios ni tomar medicamentos, pero que se quiebra delante un c贸mplice, para que se me entienda. Una pel铆cula de aquel cine pleno donde campaban tantos personajes compuestos por Barbara Stanwyck y Errol Flynn y eran inocentes y se revelaban y se enamoraban y a veces mataban a lo que amaban, nada est谩 escrito, pero al menos aspiraban a amar a lo que mataban.
Supongo que, bromas aparte, ni so帽ando despierto uno se imagina volver a ver eso, a ese cine, volver a sentir a Howard Hawks. Eso ser铆a pedir un imposible. Ya no es justo pedirle eso a nadie, Aqu铆 seguimos aferrados a los 煤ltimos fulgores, desde los tiempos de Nicholas Ray o de Eric Rohmer, a帽os en los que pronto ya nadie no habr谩 ni nacido, mirando qu茅 tal les va a los cineastas que saben que ya solo les quedan peque帽os asideros a los que agarrarse para si ya no se puede filmar algo, dejarse la vida en tratar de hacerlo. Tambi茅n de esos detalles y clavos ardiendo venimos escribiendo desde entonces y quiz谩s no hubiese existido la cr铆tica cinematogr谩fica, que ya hace tiempo que no existe, sin esa gente que se dio cuenta de que se les escapaba el cine, que estaban condenados a buscar verdades, que son las mismas de siempre, que no se han muerto, entre un mont贸n, cada vez mayor, de mentiras. Y era pleno no porque aquel tiempo lo fue y este no lo sea, tambi茅n Max Ophuls y antes Louis Feuillade a帽oraban y reconstru铆an y ninguno vino de Marte, aprendieron y ese es el 煤nico mecanismo frente al azar digno de ser tenido en cuenta. Supongo que era menos ef铆mera la grandeza, grandeza entre la podredumbre moral que ha existido siempre, la que ten铆an sus colegas y la que era patente fuera del oficio, la de escritores, pintores, compositores y dem谩s, muchos de ellos posibles contribuyentes a sus pel铆culas, tal vez reconocidos o tristemente an贸nimos pero de los que se pod铆a saber por medios humanos, y茅ndolos a buscar, hablando, congeniando o enfrent谩ndose a ellos. Tal vez tambi茅n los que alcanzaban magisterios segu铆an aprendiendo y as铆 hasta llegar a ser muy viejos y muy sabios, cosa que ya parec铆an cuando eran muy j贸venes y muy arrojados.
La verdad es que empezando a mirarlo por el final, a los cr茅ditos de este corto, "Por la pista vac铆a" (2022) y casi los de cualquier corto, uno ya duda de si todo esto no es m谩s que una soberana tonter铆a. Toda esa gente listada e implicada, o simplemente cumpliendo con su papel, algunos de frente y otros de perfil, supongo, juntados uno a uno. Reuniones para hablar de tus entra帽as, eso debe ser preparar un corto. Y es solo media hora, tres, quiz谩 solo dos, planos y una actriz. Mala idea multiplicar si ya cuesta sumar.
Pero claro, ¿d贸nde est谩 la noche?. Cualquier noche en la que Ana se encontraba con Juan y trataba de ladear la cabeza para conocerlo sin que se notara mucho que sab铆a que si daba ese paso tal vez ya no ser铆a capaz de dejar de quererlo, como de hecho parece que le sucedi贸.
Un plano secuencia de muchos minutos al menos es lo que necesito, bien prolijo, que desenrollara todo lo que bulle detr谩s de las palabras. Y a continuaci贸n imagino la cantidad de gente que har铆a falta y da v茅rtigo. El 煤ltimo rollo del film lleno de letras y m谩s letras: una empresa de coches de alquiler, otra de drones para sentirse la audacia de no filmar el plano cenital obligatorio, permisos de no s茅 qu茅 Ministerio o Consejer铆a o peor a煤n, subvenciones del fondo europeo, estatal, auton贸mico, local o un mecenas en sustituci贸n de todo lo separado por comas anterior, imagino que ya no un laboratorio serio que no te pierda el negativo porque ya todo se hace con programas inform谩ticos pero un antivirus legal te puede salir por un pico, un dise帽ador de vestuario, sobre todo para preguntarle qu茅 se hace con la ropa de las pel铆culas, qui茅n la usa despu茅s, si ya se utilizaron en otras pel铆culas anteriores o si acaban las prendas en almacenes del extrarradio, un catering que haga como que adem谩s de poner comida, vela porque nadie se intoxique, m谩s de un productor por si a alguno lo trincan en el proceso, acuerdos de distribuci贸n, alguien que sepa poner en fila esos extra帽os logotipos t茅cnicos que aparecen, r谩pidamente, al final como en los comerciales que ve铆a Homer Simpson...
Dinero para que todos parezcan, eso, a gusto con tu quimera.
De modelos a escala, tan peque帽a, del cine que podr铆a filmarse, no se cansa uno nunca y debe seguir haci茅ndose como se debe seguir viajando o conociendo gente, por si acaso, por si se puede vivir un poco. Pero qu茅 placer ser铆a ver aparecer de repente las im谩genes, im谩genes que quieran ser palabras, volver a su materia.
No me extra帽a que la propia Ana borre sus pensamientos o no quiera mandarlos o simplemente piense que no quiere reconocerlos, menos a煤n que se conozcan. Si alguien se acuerda de Roberto Rossellini, como sucede desde que se le ocurri贸 aquella idea con la Magnani o en John Wayne hablando a una tumba, rememorando lo nunca expresado con palabras pero tantas veces con gestos, poniendo verbos y adjetivos donde antes hubo caricias y miradas devueltas, creo que se equivoca, porque Ana se debe haber dado cuenta de que ni eso puede ser, que no tiene nada, ni lo no consumado ni lo no expresado y es desolador, Queda un placebo, el placebo, la m煤sica, una canci贸n de 1984, que al menos sea capaz de dar una vuelta cerca de donde andan los pensamientos o incluso le den forma al recuerdo.
Me llama mucho la atenci贸n el beso. El 煤nico que 茅l le dio y que fue el principio del fin de algo que no hab铆a ni comenzado. De todos los elementos, es el de mayor calado de, esta, lo digo ya porque creo que se me ha olvidado, gran peque帽a pel铆cula. De repente ya no es un corto ni me podr铆a parecer corto, qu茅 cosas. Ese beso es un suceso de primer orden. Por ser 煤nico y estar sobrecargado de los matices que hubiesen tra铆do otros, indescifrables y porque otorga, bonito verbo, un significado capital a aquello por lo que siempre malinterpretaban al m谩s carnal de los cineastas, Carl Dreyer: un peso natural a lo f铆sico, que lo es todo por mucho que nos empe帽emos en neg谩rnoslo.
De lo que ella sinti贸 en ese instante creo que parte todo o es donde termina todo, mejor dicho. Que 茅l se avino a darlo o que fue una concesi贸n, qui茅n sabe, que ese mismo beso se lo pudo haber dado a otra, a cualquiera de esas docenas de chicas que Ana cree que tambi茅n, en el fondo, eran como ella y 茅l pod铆a elegir... es dif铆cil saberlo. El misterio que ensombrece su rostro no permite hacerlo. Y le da vueltas y duda, c贸mo no hacerlo.
Caben dos reflexiones, que no opciones, llegados a este punto, que es el final.
La primera es pensar que como queda registrado para nosotros, que estamos escuchando todo y notando los requiebros de su voz y de su cuerpo, ya somos conscientes de lo que le sucede, aunque no est茅 muy claro, de alguna manera ya la estamos ayudando. Escuchar es muchas veces la mejor ayuda. Ah铆 est谩 su herida y al menos vemos qu茅 tal cicatriza, no podemos hacer m谩s. La replicamos incluso. Seguro que alguien vivi贸 algo que se le parece y otra vez retorna, cuando m谩s lejos parec铆a.
La otra es m谩s vulgar, pero no tiene por qu茅 serlo, aunque sea la que encamina a la forma m谩s repetida. El asalto a la intimidad es una muy dura materia cinematogr谩fica y el abordaje termina arrancando algo a los personajes para utilizarlo y decir algo. Un ultraje si no se tiene cuidado. La soluci贸n cl谩sica es llevar todo a una conversaci贸n y aprovechar las ventajas, linklaterianas de nuevo cu帽o pero tan antiguas como todas las dem谩s, dejar correr la cosa, a su suerte y a ver qu茅 puede entresacar cada cu谩l, sintiendo un rec贸ndito orgullo por cada uno de los que se conmuevan. Es tan c贸modo pensar que son muchos...
Gracias, Pablo, por dejarla a ella elegir.