Poca fortuna ha acompa帽ado a la tercera y 煤ltima incursi贸n de Jacques Tourneur en el mundo, el g茅nero en s铆 mismo que es, de Val Lewton.
Tan breve pero m谩s pobre y "ex贸tica" que sus dos predecesoras - no por lejan铆a geogr谩fica o extravagancia precisamente, m谩s bien por el mayor tanto por ciento de metraje protagonizado por estos mexicanos asentados en la que no muchos a帽os antes hab铆a sido su tierra... y ahora albergaba Los Alamos -, apenas ha podido competir "The leopard man" con la fuerza ic贸nica de "Cat people" y "I walked with a zombie", desmenuzadas de arriba abajo por mil cineastas que poco o nada aprendieron del muy sobrio y elegante Jacques Tourneur.
En realidad, tampoco el mismo Tourneur est谩 completamente en esas pel铆culas.
Con la salvedad de la extra帽a y fr铆a "Days of glory", el cineasta que surge a continuaci贸n de "The leopard man", particularmente entre "Experiment perilous" y su piedra rosetta, "Canyon passage", el mismo que se consolida hacia el final de esa d茅cada una vez dejada atr谩s la Segunda Guerra Mundial, que todo lo alter贸, hab铆a aplicado abundantes recursos pero s贸lo una parte muy limitada de su mirada en aquellos tres primeros largometrajes, gobernados por el magnetismo irresistible de Lewton.
Ser谩 el subsiguiente proyecto de Lewton, "The seventh victim" (firmada por Mark Robson), la obra m谩s radical y evolucionada de la fulgurante carrera del gran productor ucraniano, aunque no la 煤ltima en que brill贸 su sello y no hace falta m谩s que acudir a la postrera que lo lleva, la apasionante "Apache drums" de Hugo Fregonese.
El misterio, ambiental y ancestral, anclado en otras vidas, otras civilizaciones incluso, que irradian los fotogramas y proporciona un aura especial a "Cat people" y "I walked with a zombie", se transfigura vertiginosamente, en apenas meses, en terror "moderno", espor谩dico e insospechado, con una narrativa anti-t贸pica, sin respeto alguno por reglas establecidas, sin hilos conductores meditados para albergar romanticismos, un mecanismo alimentado por una fuerza m谩s poderosa que miedo o leyenda alguna: la ignorancia.
El misterio, ambiental y ancestral, anclado en otras vidas, otras civilizaciones incluso, que irradian los fotogramas y proporciona un aura especial a "Cat people" y "I walked with a zombie", se transfigura vertiginosamente, en apenas meses, en terror "moderno", espor谩dico e insospechado, con una narrativa anti-t贸pica, sin respeto alguno por reglas establecidas, sin hilos conductores meditados para albergar romanticismos, un mecanismo alimentado por una fuerza m谩s poderosa que miedo o leyenda alguna: la ignorancia.
Todas las acciones - vi帽etas, s铆, pero ¿qu茅 otra cosa podr铆an ser? -, dispuestas como en una carrera de relevos, de manera que cualquier desplazamiento espacial de un personaje, introduce al siguiente, est谩n presididas por una dureza y una falta de sensibilidad que puede pensarse que responden a la "americanizaci贸n" del cine amparado por Lewton y a su contagio del cine negro, pero que es por encima de todo un claro fruto de la incultura.Nada parad贸jico tiene por tanto que sea el depositario del 煤nico ascua de conocimiento, el regente de ese Museo desangelado, el perfecto negativo de cuanto sucede en el film, salpicado de muertes y peligros sin culpables ni responsabilidades, tan naturales, tan inevitables como la lluvia o la noche, porque han encontrado el mejor aliado posible en la falta de luces de los habitantes del film, ya sean ricos o pobres, viejos o j贸venes, oriundos o forasteros.
Esta pareja de buscavidas (incorporados por Jean Brooks y Dennis O'Keefe) expulsados de las grandes ciudades americanas - de las que s贸lo conocieron bien los peores barrios - que van en busca de oportunidades a costa de otros incautos, de turismo o que fueron a parar con sus huesos a ciudades fronterizas y los iletrados que muerdan el anzuelo de sus gimmicks, son la actualizaci贸n de tantos y tantos ya vistos en viejos Tod Browning.
Ese mirada a un territorio donde se har谩n fuertes los Hank Quinlan del futuro, que a煤n parece naive, inconquistado, es el "punto d茅bil" de este film, el elemento que impide sea trascendente y que quiz谩 lo ha privado de ascendencia cr铆tica.
Tourneur, exigido por esta estructura ingobernable, que no le debi贸 resultar nada c贸moda, no acent煤a ni apenas esboza correlaci贸n de fuerzas que dote a cada acci贸n de su correspondiente consecuencia, aplic谩ndose de verdad en peque帽os detalles de delineaci贸n de personajes. No hay ley ni por tanto m谩rgenes para salirse de ella (un polic铆a se desentiende de su tarea porque lo fundamental es tener los zapatos lustrosos), buenos ni malos (y hasta alg煤n plano revela que tampoco nada profano ni sagrado, como ese momento fugaz en que vemos a la adivinadora de cartas ante el espejo, por un segundo caracterizada como una Madonna antes de dar una calada al cigarro), s贸lo una sucesi贸n de movimientos inesperados - a煤n sin emisario, para eso habr谩 que esperar a "The seventh victim" - de esa sombra negra que es la muerte.
Producto de esa tarea que emprende Tourneur, resulta no forzada ni postiza, sino perfectamente ajustada c贸mo filma la redenci贸n de los protagonistas, los 煤nicos personajes que de alguna manera Tourneur se esfuerza por comprender.
Desde que aparecen en escena, ego铆stas y aprovechados, hasta la escenificaci贸n final en la procesi贸n, media el 煤nico proceso tourneriano, tan inexplicado y subterr谩neo como perfectamente plasmado en la oposici贸n moral a todo lo que impl铆citamente combate y trata de rechazar: el desorden, el destino.



































































