Con la publicaci贸n del manifiesto por un "free cinema", hace ahora 61 a帽os, un buen n煤mero de retr贸grados intolerables que gustaban del cine de g茅nero, como Val Guest, vieron coartada su evoluci贸n. Trece a帽os llevaba rodando pel铆culas Guest cuando, mientras rodaba el thriller internacional "The weapon", le fue comunicada su mala praxis.
Pel铆culas musicales, de aventuras, policiacas, comedias o de misterio a un ritmo de cuatro al a帽o 煤ltimamente... y ni una cumpl铆a con los dogmas de
Reisz,
Anderson,
Richardson y compa帽铆a, que ya es mala suerte.
Si la c茅lebre misiva de
Truffaut hab铆a relegado al desv谩n de los chismes viejos a
Delannoy,
Autant-Lara y compa帽铆a, de esta nueva proclama se extra铆a que gente como
Guest eran hasta ¡antipatri贸ticos! por no reflejar la diversidad de la moderna Gran Breta帽a.
Lo cierto es que, como conviene desconfiar de cualquier generalizaci贸n y hacer caso omiso de dogmas de toda clase, muy especialmente en el caso de
Val Guest conviene ver todas sus pel铆culas antes de que le afectara negativamente la moda, ya que luego no fue nunca tan libre, ni tan interesante cineasta, ni estuvo tan atinado en mirar cr铆ticamente a cuanto film贸, para terminar cayendo en varias trampas y comodidades de las que por supuesto no se libraron tampoco sus "antagonistas".
Y ya que hablamos de justicia, si estos 煤ltimos no se hubiesen autoproclamado muertos en el 59 con un segundo comunicado - que sonaba a truco -, los hubiese ahogado de todas formas cualquier nueva ola de las surgidas a partir de entonces o, mejor a煤n, hubiesen sucumbido al verdadero tsunami que, esta vez s铆, se levantaba en su pa铆s: basta mirar, hacia 1962 o 1963, por un lado a los entumecidos efectos del movimiento en los films que rodaba
Joseph Losey all铆 y por otro c贸mo de alegre y excitantemente mezclaban m煤sicas americanas las canciones de
The Beatles,
The Kinks,
Small Faces,
The Zombies o
The Who para cambiar para siempre la cara del rock y el pop. Poco m谩s habr谩 que decir si el mismo mes que la polvorienta "
The servant" llega a las carteleras americanas, se graba en el Marquee de Londres "
Five live Yardbirds", a煤n emblema de la modernidad dos a帽os despu茅s cuando
Antonioni rueda "
Blow up".
No hay una gran distancia entre las mejores y las menos inspiradas de las pel铆culas iniciales de
Val Guest que conozco, de modo que cualquiera servir铆a para mirar a sus virtudes, que nunca proclam贸 y hasta es probable que le sonara raro que alguien glosara. Por otra parte, hay varios puntos en com煤n en su trayectoria con la del venerable
Terence Fisher, as铆 que quiz谩 sea buena idea asomarse a los films m谩s alejados de cuanto les une. Musicales y comedias.
Vale la pena ver "
Penny princess" de 1952, la fantasiosa - divertida como un ata煤d de beb茅, en palabras de
Dirk Bogarde, su muy desubicado protagonista -, y 煤nica pel铆cula en color que rod贸
Guest con su mujer,
Yolande Donlan, un caso de colaboraci贸n digamos "simbi贸tica" parecido al de
Paul Czinner con su primera actriz
Elisabeth Bergner. Si se estrenase ahora, muy pocos dudar铆an que la imaginaria Lampidorra era en realidad un muy conocido para铆so fiscal.
Aunque mucho mejor ver la encantadora "
Give us the moon", rodada en plena guerra y barajando una idea que parece ir贸nica pero no lo es: en la creencia de ganar el conflicto (y con la distancia f铆sica, claro, una vez cesaron los bombardeos), fue la 茅poca de mayor empleo, menor conflictividad y mejores posibilidades para los j贸venes, que hasta pod铆an pensar en un futuro sin tener que trabajar.
Es, como tantos de estos a帽os, un film nacido de seriales radiof贸nicos, donde prima la inventiva oral o la capacidad para ambientar con un sonido, un elemento visual o un detalle, precisamente de lo que iba a empezar a adolecer el cine ingl茅s en cuanto trat贸 de recuperar el 铆mpetu documental de otros tiempos... y cay贸 en la teatralidad.
Tampoco deja indiferente la muy astuta s谩tira "
William comes to town" de 1947, a vueltas con un tema muy explotado por los "angry directors" que llegaban, el de la educaci贸n. Tres o cuatro gags del film, nada pol铆ticamente correctos, resultan m谩s ilustrativos de lo que ninguna denuncia de represi贸n podr铆a conseguir.
Queda la misma sensaci贸n al verla que la que asalta al ver un film (a ratos o no constantemente) asombroso como "
Two thousand women" de otro cineasta damnificado por los nuevos tiempos,
Frank Launder.
Y me refiero fundamentalmente a que quienes tratan de enterrar los usos cinematogr谩ficos del pasado, primero deben conocerlos.