
Todo comenzó con La Lluvia, quién podría imaginar que un evento al que llevamos asistiendo milenios, como es el llover, podría trastocar nuestro mundo hasta el punto de tronarlo irreconocible.
Algunos dicen que el patógeno escapó de un laboratorio, otros que procede de algún lugar remoto de África, donde comenzó su expansión, los menos, creen que se trata de un arma biológica, o de un mensaje de dios, incluso algo desencadenado por algún ritual wickano.
Lo que es cierto y bien conocido es que la plaga llegó con la lluvia. Y que allí donde cae, el mundo cambia hasta hacerse irreconocible. Los viejos ordenes caen, las organizaciones políticas y económicas se derrumban, sustituidas por un nuevo orden surgido del caos más absoluto que trae el mal desencadenado por la lluvia.
Cuando llegan las lluvias rojas, y el color de la sangre cae sobre una ciudad, o sobre un campo, todo aquel que entre en contacto con la Lluvia Roja sufre una transformación que los líderes del mundo a¡han dado en calificar como terrible.
Desesperadamente, los informativos emiten noticias de cómo las empresas, estados e instituciones se hunden. De cómo las cosechas son quemadas para que no propaguen el mal, de cómo la gente desaparece de las ciudades, de sus puestos de trabajo, y de cómo el orden se derrumba.
Algunos, los menos, hablan de cómo un nuevo orden resurge entre las cenizas del viejo, pero aquellas voces discordantes son acalladas prontamente, por aquellas fuerzas del orden que intentan que la versión oficial no sea cuestionada.
El cambio climático empeoró la expansión, pues los vientos cambiaron sus pautas habituales, haciendo que predecir dónde caerá la Lluvia Roja sea mucho más difícil, así que, hoy en día, las noticias hablan de cómo una aldea, un barco en alta mar o un incluso una ciudad han caído y se desconectan de nuestra Civilización.
Y en estos tiempos de locura y miedo, varias sectas han surgido al albor de lo irracional. Grupos de locos que propugnan que todos debemos aceptar el cambio y quieren extender la Plaga por medios artificiales, como si hiciese falta.
Son perseguidos incluso por los ejércitos de las naciones, pues al menos media docena de países ya han sucumbido completamente a la Lluvia Roja.
Y mientras los gobiernos del mundo emplean todos sus recursos, militares y civiles para encontrar una cura o una vacuna, cada vez más ciudadanos se plantean si la Lluvia Roja no será una liberación de las muchas penalidades de la vida.
Porque, a fin de cuentas, no es la Felicidad el resultado final de los tocados por la lluvia.
Sí, los tocados renuncian a sus trabajos odiados, abandonan las ciudades para vivir sus sueños en el campo, en los pueblos, o simplemente, dejan de pelear por dinero , ambición e influencia, y se dedican a vivir vidas plenas fuera de las construcciones sociales.
El poliamor, compartir, las cooperativas, los huertos urbanos, las escuelas libres, y toda una plétora de nuevas instituciones sustituyen a aquellos basados en explotar al ser humano, es fomentar la escasez, en crear conflicto y propagar el odio.
Parece que cuando la gente tocada por la lluvia se vuelve feliz, feliz de verdad, no hay sitio para los viejos partidos políticos, para el orden internacional gestionado por unos pocos, para las guerras. Las peleas por recursos.
Allí donde los tocados son mayoría, desaparecen los conflictos, aumenta la realización y la productividad pues la gente deja sus trabajos y se organiza para hacer aquello que le gusta, prescindiendo de lo superfluo, y compartiendo lo necesario.
Y mientras, los viejos gobiernos que sobreviven ven con horror como cada vez más de sus ciudadanos anhelan que llegue la Lluvia Roja y les libere, y cómo un mercado negro de alimentos de la felicidad se extiende, escurriéndose bajo sus dedos controladores.
Muchos de ellos se preguntan, en un mundo donde la gente hace aquello que ama, donde no hay cabida para peleas ni rencores, sólo admiración y respeto mutuos, qué necesidad hay de aquellos que vivían del conflicto, el miedo o la escasez.
Y rezan, rezan a los viejos dioses, para que la Plaga se detenga, o para que encuentren una cura, o para que no les alcance antes de que llegue su hora, y puedan seguir viviendo en el viejo orden que aman el resto de sus vidas.
