Tres Tizas

11 julio , 2025

Hola y adiós

Filed under: Blog — Marcos Cadenato @ 10:57 am
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Como el maestro Sabina está haciendo en su última gira de despedida, hoy toca decir “Hola y adiós”, hasta el mes de octubre, cuando nos volvamos a leer, porque esta es mi primera y última intervención en Tres Tizas durante el curso 2024-25 por razones de disponibilidad y calendario en las publicaciones. Este curso ha sido un poco diferente respecto a lo que estoy acostumbrado desde hace muchos años ya. En lo personal, han pintado bastos en la salud, pero vamos capeando el temporal, gracias a la atenta atención médica -por cierto, pública y en tiempo y hora- y seguimos al mando del timón, mientras las fuerzas no nos abandonen. “Sin novedad en el frente” y seguimos navegando…

En lo profesional, la LOMLOE no deja de imprimir su impronta en cuantas tareas académicas y laborales debe hacer un profesor actual. “Cada maestrillo tiene su librillo”, dice el dicho popular. Pues cada reforma lleva su propia terminología y su glosario lingüístico que impregna cuanto toca. “Situaciones de aprendizaje”, “indicadores de logro”,competencias específicas”, “coevaluación”, “autoevaluación”, “DUA”, “ABP”… llenan nuestras agendas, nuestras memorias, nuestras programaciones. Y el tiempo pasa, las promociones se suceden y los alumnos siguen atornillados a sus pupitres durante siete u ocho horas al día para su bien académico, personal y profesional. En mis casi 38 años de docencia, no he visto aún reformas de calado, mejoras educativas definitivas, ni cambios estructurales ni sistémicos dignos de reseñar. A punto de mi jubilación y con ocho reformas educativas desde la llegada de la democracia a mis espaldas, aun reconociendo algunos cambios metodológicos importantes, siguen faltando reformas necesarias e inaplazables para lograr una situación autonómica, nacional e internacional en Educación digna de elogio y aceptada por la mayoría de la comunidad educativa. No puede ser de otra manera: lo que es bueno para Jándula, debe serlo para Iberia y para Europa.

Y, claro, después de más de 20 años enredando con las TICs, las redes sociales, las programaciones por competencias, el aprendizaje basado en proyectos (ABP), en retos, en problemas; la consideración de las inteligencias múltiples, la neurociencia, la educación y la competencia emocional, el diseño universal de aprendizaje (DUA), las situaciones reales de aprendizaje (SA), uno se desayuna hace unos días con un titular tan frustrante como este: Los profesores vascos, los que menos se implican con los alumnos, según un estudio; con un subtítulo, no menos desalentador: Los estudiantes de Euskadi también son los que más interrumpen en clase, lo que afecta al clima del aula. (El Correo, 4-07-2025).

Apaga y vámonos… Es decir, “después de toda una vida viendo a la gente decente / burlarse de todos los que buscan amor a contracorriente”, ahora esto. Quien dice “amor”, dice “pedagogía” -que diría Unamuno-, dice “metodología”, dice “educación”… “Para este viaje, no hacían falta tantas alforjas”, decía mi abuela. Pero, cuidado, no es un tema local ni baladí; por detrás de Euskadi se sitúan Cataluña y Navarra. Desconozco la fiabilidad del estudio, pero detrás de los resultados está un investigador de la Universidad Rey Juan Carlos y director del área de Educación de Funcas, entidad que ha publicado el estudio. Decepción, frustración y enfado es lo único que puedo decir, si estos datos son fiables. Dejo de lado un melón que no me apetece abrir, pero que se apunta también en el estudio: qué sucede en las aulas de aquellos territorios que pertenecen a comunidades bilingües. En efecto, en otros medios de comunicación se afirma expresamente “la lengua cooficial, el modelo pedagogista y las pantallas son las posibles causas” (El Mundo, 04/07/2025).

No es, desde luego, un panorama muy halagüeño y desconozco cómo afectará al profesorado vasco, catalán y navarro este estudio y cómo lo interpretarán los departamentos de Educación de estas tres comunidades autónomas, pero no parece ni fácil ni cómodo de aceptar…

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Dejando a un lado la nueva ley educativa y todas las novedades que ha conllevado en nuestro quehacer diario y, centrándonos en la asignatura de Lengua castellana y Literatura, estos últimos años el profesorado y el alumnado ha tenido que incorporar en su rutina académica la nueva gramática (NGLE) y el glosario de términos gramaticales (GTG), a pesar de las innumerables resistencias en muchos compañeros y compañeras a revisar algunos conceptos gramaticales e incluso a oponerse a una necesaria actualización. En el momento en que la Prueba de Acceso a la Universidad (PAU) incorporó y exigió en los exámenes de selectividad contemplar y aceptar solo respuestas actualizadas y que el profesorado de Lengua abandonase, definitivamente, la Gramática tradicional, solo entonces la NGLE se abrió paso, pero desde su publicación en 2009, ha llovido lo que no está escrito… Y siguen lloviendo locativos, argumentos y adjuntos a diestro y siniestro…

Tampoco las nubes se han despejado en el ámbito de la selectividad y aún seguimos esperando que los rectores de las universidades, los diferentes partidos políticos y los departamentos de educación se pongan de acuerdo para renovar la temida prueba pre-veraniega. Mientras tanto, en algunas comunidades como la vasca se van introduciendo cambios en las lecturas obligatorias para la PAU: el curso 2026-27 nos dejarán La casa de Bernarda Alba y Antonio Machado por Bodas de sangre y Miguel Hernández; y el curso 2027-28 nos dejará definitivamente Nada de Carmen Laforet por otra obra narrativa aún por determinar.

En fin, no son momentos precisamente tranquilos para el profesorado, pero nunca lo han sido. En toda mi trayectoria profesional he asistido a diferentes reformas educativas -como he dicho- y los profesores y profesoras nos hemos adaptado sin mayores problemas, así que no es temor a lo desconocido o abandonar la zona de confort, sino a cierto cansancio vital y laboral, lógico y natural después de casi cuarenta años con una tiza en la mano y un ratón en la otra. Probablemente muchos de nuestros lectores sabrán a lo que me refiero porque o lo han vivido o están a punto de vivirlo. Nada nuevo, nada grave, pero es bueno verbalizarlo, es bueno compartirlo

Y hasta aquí todo lo que nos ha dado el curso 2024-25. Ahora toca descansar, disfrutar, leer, pasear, escuchar música y, como nunca lo hemos hecho, nos permitimos desde aquí recomendaros un libro, una serie, una película, una obra de teatro y una canción, por si los planetas se alinean y se da la oportunidad:

  • libro: La península de las casas vacías de David Uclés, Siruela, 2024.
  • serie: los 6 capítulos de la tercera entrega de El juego del calamar 3 (Squid Game3), del escritor y productor coreano Hwang Dong-hyuk, Neflix, 2025.
  • película: Pobres criaturas (Poor Things), del director griego Yorgos Lánthimos, Film4 Productions y otras, 2023, (141 minutos).
  • teatro: 1936, dirigida por Andrés Lima, Centro Dramático Nacional, 2024, (duración aproximada 4 horas y 15 minutos).
  • canción: Un último vals, última publicación de Joaquín Sabina, incluida en su gira de despedida Hola y adiós, 2024.

¡FELIZ DESCANSO, FELIZ VERANO! ¡NOS VOLVEMOS A VER EL PRÓXIMO CURSO!

Marcos Cadenato, 2025

15 mayo , 2025

Las voces de colores

Filed under: Te cedo la palabra — Etiquetas: , , , , , — Aster Navas @ 8:00 am

Josune Rey estudió la carrera de Filología Hispánica con nosotros. En la actualidad, hay una plaza de profesora en el IES Eskurtze de Bilbao que lleva su nombre. Publica su poesía y relatos en una web que es toda una referencia para los docentes de Lengua y Literatura, Hautatzen. Un placer volver a reencontrarla; a reencontrarnos.

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La figura narradora en un texto y en la propia vida es una manguera de pintura que tiñe de algún color la realidad delimitada. El texto es un coto y será bello o terrorífico, según lo decida la voz.

Tono, volumen, selección, sintaxis y costumbre son algunos de los ingredientes de este sibilino y escurridizo susurro que puede levantar o hundir los ánimos. 

Demuéstralo, dirá alguien. 

Y ese alguien tan retador que me acabo de inventar abre la llave imaginaria al país de mis cuentos donde las voces narradoras luchan por salirse con la suya y donde es imposible que se generen más problemas de los que ya hay en ese universo caótico.

Empezaré por el mayor de los entuertos, la voz narrativa trilera: el triple narrador con el que nos armamos un lío debido a los saltos temporales y la poco difundida costumbre de hablar con muertos errantes. 

Unos peregrinos ingleses medievales llegan a Sarriko y mueren o viajan en barca de piedra voladora. Uno de los espíritus se lo cuenta a una médium. Si tienes fuerza, tiempo y ganas de soltar una madeja enmarañada, te invito a leer la barca de Saint Richard.

En confianza, me lo pasé en grande, pero Sailor, no. 

Paso a tratar sobre una voz narradora irritante y un poco menos solemne: la única voz directa en que las tire el crío sale del traje de uno de los huérfanos. El resto de la historia es relatada por una voz que conoce las tascas de pueblo, cómo se disparan las cenizas de las urnas y otros detalles que no acompañan al caso. Es claramente impropia, disruptiva y maleducada. Cae fatal, pero algunas voces son así y solemos escucharlas con fruición.

Para voces narradoras despiadadas, tomemos un té con María Miseria. Es la vocecilla cabrona haciéndose la santa. La voz haciendo mal con bien. Seguramente, no se te hará desconocida.

También hay voces que dicen sin decir, insinúan, lo dejan ahí. Sabes que algo se traen entre manos y manipulan a la pobre gente. Justo como en el juego de los bromistas. Ese cuento me da penilla hasta a mí y eso que me lo he inventado y la voz no existe.

“Vaya voces narrativas más perniciosas que te inventas”, estará pensando el alguien ese.

No. También hay bondad en el barullo del relato y lo dejo para el final para que sea feliz.

Queso y naranjas y Galipó son mis voces narrativas favoritas porque están de acuerdo con los personajes y les ayudan a expresarse. Son las voces que asienten y reafirman, las que animan y acompañan. También es verdad que los personajes están tan desamparados que solo les faltaba.

Para finalizar este recorrido, quiero hacer una mención muy especial al proyecto caracoles y pictogramas:

“Un pictograma es un signo icónico, claro y representativo de un objeto real, una figura, un concepto o una acción. El objetivo de los pictogramas es sintetizar un mensaje y funcionar como un recurso comunicativo visual. Su uso en el aula contribuye a la mejora de la capacidad de la comprensión y expresión lingüística y, ayuda a trabajar las dificultades en la comunicación y en el desarrollo del lenguaje. Es por esto que están recomendados para alumnado con necesidades educativas especiales y/o personas con patologías con afecciones del lenguaje.

Garbiñe Candina utiliza los pictogramas en el aula estable del IES Eskurtze y nos ofrece un ejemplo a partir del poema de Josune Rey Caracoles. La poesía se acompaña de dibujos de la propia autora que representan los distintos sueños del caracol encerrado en la caja de la persiana.

Esta actividad realizada en el aula consistente en la lectura del poema original sin adaptaciones, se acompaña de una charla coloquio para fijar la comprensión, el dibujo y la elaboración de caracoles con materiales de reciclaje y el cuidado y protección de los caracoles del huerto escolar.

Puedes consultar más actividades de Garbiñe en su blog https://www.alealelogopeda.eus

Esta otra voz va muy en serio y su mensaje también.

Josune Rey

12 abril , 2025

Par mínimo: La gramática y la comunicación, La gramática para la comunicación

Filed under: Blog — Etiquetas: , — Carlos Diez @ 8:50 am
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No pretendo en este post defender ni criticar la enseñanza de la gramática, sino invitar e incitar a la reflexión. He leído unos cuantos artículos que destacan la importancia del conocimiento gramatical para mejorar la competencia comunicativa. Por ejemplo, una profesora de la Universidad de Alcalá sostiene que “son extremadamente útiles las nociones de sintaxis para escribir mejor, en tanto que podemos decir, sin tener que dar más explicaciones, que escribimos «porque” cuando introducimos una causa, “por qué” cuando introducimos una interrogativa precedida por la preposición “por”, “porqué” cuando es un sustantivo y “por que” cuando tenemos una relativa precedida de “por”, o bien una subordinada sustantiva término de la preposición “por”. Así, sin ejemplos, esta oración solo es informativa para alguien que sepa algo de gramática.” (artículo completo). Creo que esa finalidad práctica («para escribir mejor«) en este caso concreto -como en muchos otros- se puede conseguir de manera más rápida y sencilla que la de distinguir esos conceptos gramaticales.

Ya sé que no todo lo que merece la pena conocer ha de tener una aplicación práctica. Y, además, se puede disfrutar de los debates gramaticales. Pero ¿realmente contribuyen a mejorar la competencia comunicativa de los estudiantes? ¿O la gramática es importante en sí misma porque su objetivo es el estudio del código verbal –esa herramienta tan humana- que permite comunicarnos?

Tomemos como ejemplo algunas preguntas de la selectividad del País Vasco: ¿Es relevante para el alumno saber que en la frase “Salí de aquel teatro con una sonrisa que aún no se desvanece del todo”, “de aquel teatro” es un complemento de régimen y no circunstancial? ¿O que en “No soy experto en analizar conductas” hay un sintagma preposicional que funciona como complemento de régimen del adjetivo? Estas preguntas parecen más enfocadas al etiquetado gramatical que a la reflexión y a la mejora de la comunicación.

La LOMLOE aborda la gramática en la Competencia 9, que busca “consolidar y profundizar en el conocimiento explícito y sistemático sobre la estructura de la lengua y sus usos, y reflexionar sobre las elecciones lingüísticas y discursivas, con la terminología adecuada, para desarrollar la conciencia lingüística, para aumentar el repertorio comunicativo y para mejorar las destrezas tanto de producción oral y escrita como de comprensión e interpretación crítica”.

Se propone la reflexión. Y para promoverla, los manuales y algunos profesores recomiendan ejercicios como la comparación de pares mínimos, el esclarecimiento de enunciados ambiguos o agramaticales, hacer transformaciones en los textos… Sin embargo, el alumnado ya distingue intuitivamente las diferencias de significado y uso en frases como “la bolsa de plástico está repleta” y “la bolsa está repleta de plástico”, y entiende la ambigüedad en “Él toma café solo”. Además, sabe ajustar el género de “solo” -si el sujeto pasa a ser “ella”- sin necesidad de terminología gramatical.

Las dudas que me planteo es si para estas tareas es necesario el uso de tecnicismos como «complemento de régimen», «adverbio locativo» o «predicativo del complemento directo», y si estas tareas mejoran la competencia comunicativa. ¿Es necesaria esa “terminología adecuada” de la que habla la ley? (¡ay, el adjetivo “adecuada”, la navaja suiza multiusos de las programaciones!), ¿realmente ayuda a mejorar la competencia comunicativa ese etiquetado que, además, ha cambiado justo en aquellos casos en los que la reflexión es más estimulante y entretenida? Por ejemplo: “las antes consideradas subordinadas causales introducidas por PORQUE, ahora se propone analizar como una preposición más una conjunción (POR + QUE), cuando el término pueda sustituirse por “esa razón” o por “eso”. Por tanto, se trata de un sintagma preposicional que incluye una subordinada sustantiva como término con función de CC Causa.” Vaya, parece que el argumento de la profesora de la Universidad de Alcalá ya no es tan contundente. Vaya, para hablar de la función se acude al significado causal (o a su «función semántica»), pero para la clasificación (en subordinada sustantiva o adverbial) se acude a la forma (prep. + subordinada).  Y cuando interesa se supone un contexto: así es como “este, ese, etc.” no pueden ser pronombres, ya que siempre hay un sustantivo tácito, pero conocido, al que se refieren, existente en una especie de estructura profunda; pero, en cambio, “esto” si es pronombre, porque en “Esto es importante”, ese “esto” no acompañaría a un sustantivo oculto. ¿Y todas estas precisiones y matices tienen que controlar los estudiantes? ¿Mejoran así su expresión y comprensión?

Vale, imaginemos que sí y que, por lo tanto, el profesor debe dominar el análisis de, al menos, oraciones sencillas. Os propongo un reto: que hagáis el siguiente CUESTIONARIO, sin consultar la gramática. Y luego, pensemos sobre si el tiempo y el esfuerzo invertidos en asegurar que los alumnos resuelvan correctamente estos ejercicios está en equilibrio con el beneficio que obtienen. Preguntémonos si estos ejercicios implican una reflexión. Y, finalmente, consideremos si esta contribuye a mejorar su competencia comunicativa.

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Una última pregunta: ¿Las letras de las canciones de Estopa habrían sido mejores si supieran que “me” en “me molesta el ruido” es CI, mientras que ese mismo “me” es CD en “me molesta ese señor”, porque en la primera oración el sujeto es inanimado y en la segunda animado?

En resumen, mientras la reflexión sobre el lenguaje podría resultar valiosa, el enfoque en la terminología gramatical podría no ser el método más eficaz para mejorar las habilidades comunicativas de los estudiantes.

Carlos Díez

10 marzo , 2025

Te cedo la palabra: Quique Castillo

Filed under: Blog — Marcos Cadenato @ 8:00 am

¿Cómo evaluar y no morir en el intento? Una aproximación a la evaluación en tiempos de LOMLOE. Evaluar para que aprendan.

Creo que no se exagera si se admite que la evaluación es una de las actividades que más trae de cabeza al personal docente (con la excepción hecha de la burocratización de nuestra praxis; aunque seguro que habrá quien opinará que es la evaluación la que se ha burocratizado en exceso). A esto podemos sumar el desconcierto que todavía causan los currículos de la LOMLOE, que, en materia de evaluación (y partiendo siempre del –guiño, guiño– “Instituto Nacional de Estadística de mi Experiencia”), al parecer ofrecen dos obstáculos “insalvables”:

  • unos criterios de evaluación extremadamente poco concretos y
  • la prescripción de que se evalúen por medio de un conjunto de instrumentos variados.

En relación con (a), los criterios poco concretos (y sin perder de vista que, en alguna materia, es cierto que alguno presenta una formulación algo etérea), es necesario recordar que la LOMLOE sustituye a la LOMCE y a su infinidad de estándares evaluables, que simplifica. En aras de facilitar la labor docente, se reducen y se “abren” de manera que sea cada docente quien los concrete en el aula. Nada impide, pues, que los hagamos más accesibles, realistas, precisos, etc.

Con respecto a (b), no creo que a estas alturas sea necesario señalar las ventajas pedagógicas de que la evaluación no se limite a una prueba escrita al final del proceso (aunque “examen” sigue siendo una de las palabras más repetidas en las juntas de evaluación a las que asisto). Tradicionalmente, la evaluación se ha entendido siempre como un proceso tedioso que se aplicaba siempre después de otro proceso por medio del cual se transmitía una información al alumnado para que, posteriormente, este demostrara haberla adquirido. Pero con la evaluación no se aprendía: la evaluación se limitaba a ensalzar las virtudes o denunciar los defectos de ese aprendizaje.

Pero la evaluación debe ser la piedra angular del aprendizaje, permitiendo que el alumnado se autorregule (perdón, se me ha escapado el subrayado en azul).

Esta y otras ideas que yo no sería capaz de transmitir de forma tan eficaz comparte Neus Sanmartí Puig en su libro Evaluar y aprender: un único proceso, que recomiendo encarecidamente. Creo que, con mis aciertos y mis errores, su forma de entender la evaluación permea lo que hago en el aula.

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Pero ¿qué hago en el aula? (una aproximación a la evaluación en tiempos de LOMLOE)

En mi caso, como profesor de la materia de Lengua Castellana y Literatura, entendí que, para poder evaluar los criterios asociados a ella, necesitaba concretarlos rubricándolos (no puedo valorar un criterio a menos que lo descomponga en las ideas menores, tangibles, que sí son fácilmente observables, que comprende). Así, por ejemplo, un criterio como el 4.1, que cito a continuación, se puede evaluar observando los indicadores que recojo debajo:

 4.1. Comprender e interpretar el sentido global, la estructura, la información más relevante y la intención del emisor de textos escritos y multimodales de cierta complejidad de diferentes ámbitos que respondan a diferentes propósitos de lectura, realizando las inferencias necesarias.

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De esto resulta una rúbrica por cada criterio como en el documento siguiente, documento que comparto con el alumnado al principio del curso para que conozca en todo momento qué se le va a solicitar, qué tiene que ser capaz de hacer (en adelante me referiré a él como “hoja de evaluación”):

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Porque, además, todas las actividades y trabajos que desarrollamos incluyen un apartado en que recojo los criterios que se van a valorar y lo que se espera en ellos:

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Pero, Quique, ¡esto es una locura! ¿Cómo vas a asignarle una nota a cada uno de estos criterios? Bueno, nadie ha hablado de calificar hasta ahora, solo de evaluación. Además, en muchos de los criterios aportados sería incapaz de determinar si están alcanzados con una nota de 4, de 7 o de 10. Por ello, me limito a utilizar cuatro indicadores de logro: “logrado satisfactoriamente”, “logrado de forma suficiente”, “iniciado o en proceso de lograrlo” y “no logrado”.

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El objetivo es aportarle al alumnado valoraciones, información cualitativa, no notas, con la idea de que cobre conciencia de lo que se consigue o de lo que queda aún por trabajar. Además, la experiencia me dicta que son más receptivos a esta información a la hora de emplearla para reorientar su proceso de aprendizaje (a ver, entiéndaseme, son extremadamente receptivos a las notas, qué duda cabe, pero la relación que establecen con ellas normalmente no es sana: es competitiva, no les aporta mucha información sobre aspectos mejorables en el proceso, etc.).

Pero, por supuesto, me resulta fundamental que el alumnado anote estas valoraciones en la hoja de evaluación de forma abreviada (la leyenda por la que he optado es que, si está logrado satisfactoriamente, anotan “E”; si está logrado de forma suficiente, “B”; si está en proceso de lograrse, “R”; si no se ha logrado, “M”). Si el objetivo es lograr satisfactoriamente todos los criterios trabajados, no serán conscientes de su grado de consecución de no apuntarlos o no serán conscientes de a qué criterios es conveniente que presten más atención una próxima vez. Asimismo, obtenida una valoración, pueden aprovecharla también para intentar mejorar el producto a partir del que la han obtenido (darle a la clase la posibilidad de mejorarlo concede también la posibilidad de que sigan trabajando y consigan finalmente lograr los criterios no alcanzados).

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Vale, vale, esto está muy bien, pero ¿y la nota, de dónde la sacas? Entendiendo que todas las valoraciones emitidas son evidencias del aprendizaje del alumnado que hemos ido acumulando, podemos aprovecharlas para emitir un resultado (al final del proceso, coincidiendo con el momento en que hemos de desarrollar la evaluación sumativa). En mi caso particular, llevo un registro en el que, como con cualquier rúbrica y con cualquier programa de gestión de aula, “logrado satisfactoriamente” equivale a 3; “logrado de forma suficiente”, a 2; “iniciado o en proceso de lograrlo”, a 1; y “no logrado”, a 0. Así, me limito a acumular evidencias (en mi caso utilizo una hoja de cálculo de Excel que he diseñado a tal efecto con las fórmulas correspondientes), evidencias que, en última instancia, al final del trimestre, me permitirán emitir un juicio por cada criterio aplicada la proporcionalidad correspondiente:

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Alcanzado ese momento del curso, descargo el informe individualizado por cada alumno, que me calcula automáticamente la calificación teniendo en cuenta la ponderación de los criterios acordada en el Departamento, y, para aportarle tanta información como me es posible al alumnado y a su familia, se lo hago llegar por correo.

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Conclusión

En esta entrada solo he querido dar a conocer la forma en que evalúo para mostrar cómo es posible (a) alcanzar una cierta concreción en los criterios de evaluación y (b) desarrollar un sistema que puede aplicarse a través de cualquier tipo de instrumento. (No se me escapa que otras personas apuestan o recomiendan utilizar una rúbrica diferente para cada actividad. Por supuesto, si el sistema utilizado es coherente y le aporta al alumnado toda la información posible para mejorar y seguir aprendiendo, ¡adelante! No creo que un método sea mejor o peor que otro, la verdad). Más específicamente, encuentro las siguientes ventajas en el modelo explicado:

  • El alumnado y sus familias conocen desde el principio qué se espera del grupo a lo largo del curso.
  • El foco se pone sobre el proceso (evaluación), no sobre los resultados (calificación).
  • El alumnado lleva un seguimiento permanente de su proceso de enseñanza-aprendizaje, pero también –más importante incluso– de su evolución.

Quique Castillo, 2025

11 febrero , 2025

A, B, C

Filed under: Blog, Mide tus palabras — Etiquetas: , — Aster Navas @ 12:37 am

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Nada de esto hubiera ocurrido si papá me hubiera llevado al zoo. A falta de otro ejemplar tuve que conformarme con el león que aparecía en la página 396 del Diccionario Ilustrado.

La definición estaba bien pero, en el dibujo, al león se le veia abatido, desorientado. No era de extrañar: compartía hoja con una lentilla, un leño, un leotardo, un lerdo, una lesión, una letanía y un letón. Se le veía al felino con ganas de volver a la sabana y, ni corto ni perezoso, lo saqué de aquel bazar con unas tijeras.

Lo mismo hice con el tigre, con el puma, con el leopardo, con el lobo… Todos los depredadores acabaron tarde o temprano en una caja de zapatos del 34.

La cebra, la gacela, la jirafa, el ñu y sobre todo la cabra montesa, no contentas con ocupar sus páginas correspondientes, fueron -sabiendo guillotinados a sus enemigos- multiplicándose y tomando las restantes. Sí; los herbívoros, haciendo caso omiso al alfabeto se apoderaron del volumen.

Días después eché de menos la palabra «alfalfa». Con el tiempo no quedó ni rastro de «pasto», «brote» y «heno». Cuando desapareció «hierba» cerré el libro y lo coloqué entre un voluminoso Manual de Anatomía y una interminable Historia de España, con la esperanza de que pudieran contener la catástrofe inminente.

Hoy, quince años después, he tropezado con él. Sus páginas vacías e inmaculadas me han inquietado. Sólo queda en la página 683 el término «virus»: germen patógeno microscópico.

En la foto, créanme, no parece tan letal.

En fin.

17 diciembre , 2024

Otro asesinato olvidado

Filed under: Blog — Gorka Fernández @ 1:03 am
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Diario de un docente.

17 de diciembre de 2018.

Imparto clases en la especialidad de Lengua Castellana y Literatura del Máster de Educación Secundaria en la Universidad de Deusto, comienzo haciendo referencia al hashtag #poema27 iniciado por Toni Solano que brinda un homenaje a la generación del 27 que hace 91 años se reunió en Sevilla.

Lo primero que hago es preguntar: ¿Qué hubieseis planteado hoy en clase de Literatura? Una alumna, Eli, plantea que ella hubiese incidido en las figuras femeninas de dicha generación.

Al salir me entero del asesinato de Laura Luelmo

18 de diciembre de 2018.

Vuelvo a la Universidad, frente a mí quince estudiantes que aspiran a ser docentes. He querido proponerles un supuesto: “imaginaos que hoy a segunda hora habéis tenido una clase de tutoría con un tercero de la ESO “¿cómo empezáis?” Una responde “en función del plan de acción tutorial”, otro pregunta “¿hoy también hay alguna efeméride importante como ayer?”, a este le respondo: “hoy hay una noticia de actualidad”. 

Acoto un poco más: “pensad que vuestra tutoría se da en un instituto de Nerva, provincia de Huelva”.

[silencio dramático]

Mientras tanto Lola Urbano publica este tuit:

@NoLolaMento: Cuando os hayáis olvidado de Laura, que será pronto porque suele ser así, os recordaré que hay muchas formas de ayudar que no son proyectarse, dramatizar o utilizar. Cada día, cada minuto, en cada escuela, un Plan de Igualdad para hombres y mujeres está siendo ninguneado o peor.

Una de las reflexiones de esos futuros profesionales coincide con este tuit, una de ellas expresa que no puede educar a golpe de oportunismo, los 25 de noviembre u 8 de marzo. Hablamos de planes de convivencia, se les ve interesados en el debate. Los silencios nos visitan. Valoro la importancia del silencio en un aula. La reflexión se ha dado. Tengo que cortar el debate para centrarme en el tema programado del día. 

Hoy ha pasado un cosa mi curiosa, en seis años que llevo de docencia en la Universidad de Deusto, nunca me habían aplaudido al finalizar las clases. Me he sentido un poco señor Keating en su aula del Club de los poetas muertos. Un premio inesperado pero que refuerza la idea de que en un aula (desde infantil hasta universidad) hay que plantear dinámicas reflexivas, que hagan pensar, no sesiones presididas por lecturas en público de powerpoints, o pobrepoints como alguien los definió en su día. 

Como decía Lola, a estas alturas quizá no lo recuerdes/recordemos. Laura Luelmo fue una profesora zamorana que a la semana de empezar a trabajar en un Instituto de Nerva fue asesinada por su vecino. 

Gorka Fernández

10 noviembre , 2024

Acoso entre iguales

Filed under: Blog — Gorka Fernández @ 9:46 am
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Hace un tiempo charlé con Jose Antonio Luengo sobre acoso entre iguales, comencé preguntándole si era posible subsanar el error de un acosador. Su respuesta tajante: sí, sí es posible. Además en la mayor parte de las ocasiones se consigue, pero este tipo de cuestiones salen poco a los medios de comunicación. Dentro del fenómeno de acoso hay muchas facetas que son desconocidas por la gente, razonablemente no todo el mundo tiene que conocer todo pero debemos insistir en una idea y es que la mayor parte de nuestros chicos son saludables, gente que tiene relaciones razonables, que se equivocan, que meten la pata, que a veces gastan bromas, que se meten en pequeños o grandes líos de los que acaban saliendo con la ayuda de algunos adultos y algunos compañeros. Hay algunos casos que se ensalzan demasiado que es lo que se denomina acoso entre iguales, que básicamente es maltrato o violencia entre iguales. Aquí hay que dejarlo claro desde el principio, esto no son cosas de niños, ni bromas, ni tonterías… suponen situaciones muy dolorosas para quienes lo sufren. Pero incluso en esas situaciones trabajando con los chicos, con los agresores se puede conseguir mejorar su capacidad para empatizar. 

La terminología acoso entre iguales desecha la tradicional acoso escolar eximiendo de culpa a la escuela. La escuela no es responsable de todo, mucho menos de una violencia. Hay que tener en cuenta que nuestro chicos pasan 175 días al año y seis horas al día juntos en las escuelas, esto implica lógicamente que sus vivencias tenga repercusión en los espacios escolares, pero básicamente este tema es un asunto social de la misma forma que anida en las escuelas, se da en las redes sociales, parques o demás espacios de relación. Lo importante es concebir la idea de que hay jóvenes que agreden, se muestran violentos y agreden a sus compañeros y en ocasiones se amplifica incluso banaliza en los medios de comunicación. La función de estos últimos tienen una responsabilidad de informar pero también de formar, siendo esta una cuestión que debería valorarse más. Los jóvenes no reciben tanta influencia de los medios de comunicación, actualmente los medios digitales suponen una referencia a tener en cuenta, pero sin un acompañamiento de un adulto o mayor. Esto supone que la influencia que reciben se centre en una serie de imágenes que se relacionan con el sexo, violencia, alimentación o comportamientos autolesivos… Todo este tipo de mensaje se transmiten como vasos comunicantes entre sus teléfonos inteligentes. Permaneciendo ajenos los adultos a este tipo de influencia. Cada vez conocemos más lo que pasa. Pero no estamos en esos momentos, de esta forma no podemos influir. En esa situación el concepto de violencia se idealiza, se llega a la conclusión que es una forma factible de relacionarse, que entra dentro de lo normal. Esto nos lleva a pensar que el problema es social y familiar, no únicamente escolar.

José Antonio se encuentra en los diferentes programas de intervención en acoso entre iguales con padres y madres, que bienintencionados, se dan cuenta de que disponen de pocos medios, tiempo y recursos para desarrollar acciones cargadas de sentido común como puede ser ver la televisión o navegar por internet juntos, pasear, ir a comprar juntos o pasar un fin de semana en el campo. Recuperar, por ejemplo, esas cenas en las que cada uno cuenta cómo le ha ido el día. Intentar que las habitaciones no se conviertan en apartamentos para adolescentes, en donde tienen absolutamente todo. Sin duda, donde se produce el conocimiento es en el diálogo.

José Antonio coordina el equipo de apoyo contra el acoso entre iguales en la Comunidad de Madrid, mediante un asesoramiento en grandes trazos se elaboran documentos de apoyo en los centros, que permiten por ejemplo adoptar ideas con las que construir un plan de prevención del acoso. También abordan asesoramientos puntuales a centros y la intervención más directa en casos en los que el acoso se ha tornado especialmente virulento, aquellos casos que se enquistan y se vuelven especialmente complicados. Una cuestión importante es la generación de empatía en los chicos agresores, hemos de ser consciente que ellos también necesitan nuestra ayuda. Para ellos y sus familias es tremendamente reconfortante ver cómo son capaces de reconocer, pedir perdón, restaurar, retomar la vida de otra manera. Pero todo pasa por hacerles ver el dolor que han causado, que sean conscientes del sufrimiento que ha padecido su víctima. Algo que se consigue también gracias a la colaboración de la víctima. Jose Antonio asegura que se le ponen los pelos como escarpias cuando veas que la emoción invade a un chaval, que llora y cuida a quien en otro momento fue su víctima. Además muchos de ellos se incorporan en grupos de ayuda y se convierten en defensores del buen trato, de la atención entre iguales.

Hay opciones para paliar el acoso entre iguales en nuestras escuelas, hay recursos a los que acudir. Lo que no vale es mirar hacia otro lado o cargar la responsabilidad a la persona responsable del departamento de orientación. Comentarios como “a mí no me compete, que lo aborde la PT”, perpetúan el problema. Quizá no tengamos las herramientas suficientes, pero eso no quiere decir que podamos buscarlas. En este asunto es donde los adultos debemos demostrar que somos capaces de resolver conflictos descartando visceralidades. Como aseguraba José Antonio no es un asunto a resolver por la escuela, es social.

Gorka Fernández

6 octubre , 2024

Tú, sí, tú

Filed under: Blog — Etiquetas: , , — Aster Navas @ 12:59 pm

Aquellos de nuestros lectores que hayan visto El paciente inglés recordarán la escena en que el protagonista se enamora de un valle que descubre en el cuerpo de su amante y decide colonizarlo con la palabra: «pediré al rey que esta maravilla se llame el Bósforo de Almasy». En realidad, ese hueco, esa vaguada que se nos forma bajo el cuello se conoce con el aséptico nombre de «escotadura supraesternal». En Monstruos S.A. el entrañable Wazowski reprocha a su compañero que haya dado nombre a esa niña intrusa que ha puesto sus vidas patas arriba porque comprende que nombrándola, dándole una identidad, ya será imposible deshacerse de «Boo».

Apenas han pasado unas semanas de curso y me emociona que haya muchos alumnos que ya «nombran» con naturalidad a sus profesores y a sus compañeros y el esfuerzo a contrarreloj, las estrategias para memorizar cuanto antes los nombres de más de cien adolescentes. Sinceramente no se me ocurre en estos momentos tarea más urgente: todo lo demás puede esperar. Desde el primer día debemos nombrar a esos chavales: cada uno, también el docente, puede poner el suyo en un pin o una pegatina que les facilitemos; en un folio plegado sobre la mesa, como un serio conferenciante… Porque el nombre es la primera puerta a la que tenemos que llamar delicadamente con los nudillos para llegar hasta ellos; necesitamos aprenderlos lo antes posible si queremos ganárnoslos y caldear el ambiente, frío, al ralentí aún, del grupo. Hay que pronunciarlos una y otra vez saltando de pupitre en pupitre hasta espontaneizarlos. Un «tú, sí, tú», un «la que está al lado de la ventana», un «sí, el de gafas» esconde un mensaje subliminal terrible que no les pasará desapercibido: están esperando un gesto de acercamiento que no debería tardar en producirse, una prueba que les demuestre que, efectivamente, son singulares, únicos y que nos importan.

Como dice la mediadora Myriam Z. Albéniz, «infinitamente más importante que llamar a las cosas por su nombre es hacer lo propio con las personas». Y los que nacimos en los sesenta lo entendemos aún mejor pues a nosotros en la escuela, nos «apellidaban». Nosotros mismos nos «apellidábamos»: «Navas, tío, pasa el balón, Tellitu, déjame los deberes de mate, Cadenato siéntese, Mínguez, ¿qué le tengo dicho…?». Solo cuando regresábamos a casa recuperábamos el Carlos, el Pili o el Luisma. Nadie nos nombraba salvo parientes y parejas: es un dato muy elocuente sobre la relación que en aquella época se fomentaba consciente o inconscientemente en la escuela y que se reproducía -González, esos expedientes- en el ámbito laboral.

Pocas veces se comenta que Roosevelt basó sus triunfos electorales en Jim Farley, quien más tarde dirigiría el servicio de correos estadounidense y, durante treinta años, Coca Cola. Cuando se le preguntaba cuál había sido el secreto de sus éxitos solía responder: «recordar nombres»; según dice la Red –uno arriba o abajo– 50.000. Detrás de todo esto hay un principio que ya enunció Dale Carnegie a principios del siglo pasado aunque enfocado más bien a la mercadotecnia y a la política: resulta posible cambiar el comportamiento de los demás si cambiamos nuestra actitud hacia ellos.

Tanto Carnegie como Farley fueron auténticos «influencers» en su época y, aunque se movían por intereses muy diferentes a los nuestros, nos señalan pilares básicos de las relaciones personales y de grupo que a los educadores no nos deberían pasar desapercibidos. Nosotros buscamos algo muy diferente: el tejido afectivo, la sostenibilidad emocional del aula, ese bastidor del que hemos hablado aquí ya en varias ocasiones, y sin el cual nada de lo que intentamos enseñar tendría mucho sentido. Vamos allá con otro curso apasionante.

En fin.

26 julio , 2024

“Siempre que me confieso, me doy la absolución”

Filed under: Blog — Etiquetas: , — Marcos Cadenato @ 10:30 am
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Hace exactamente siete meses escribí en esta bitácora un artículo titulado “De ilusión ya no se vive” y reconocía públicamente que “por más vueltas que le doy al asunto y por más voluntad que le echo, no consigo salir de mi pesimismo, de mi cansancio vital y profesional y no me gusta transmitir esa sensación, pero eso es lo que siento en estos momentos de mi vida”. Pues bien, como confesaba entonces, no me sentía nada orgulloso de escribir lo que escribí, pero eso es exactamente lo que vivía en aquel momento personal, a escasos dos meses de comenzar el curso escolar. Después de casi 36 años dedicado exclusivamente a esta labor profesional, parecía que me había llegado la hora de tirar la toalla, de admitir con cierta tristeza -eso sí- que hasta aquí hemos llegado y que aquella ilusión que tenía cuando empecé a dar clases, se había convertido en rutina, desilusión y desmotivación permanentes. Recibí entonces muchísimos gestos de solidaridad, de comprensión hacia la situación que describía, pero en absoluto me sentía satisfecho por algo que me causaba una cierta desazón.

Nueve días después de escribir aquel post, recibí un correo electrónico que me dio tranquilidad, serenidad, me reconcilió con nuestra profesión y, sobre todo, me hizo recuperar la ilusión que creía perdida. Una antigua alumna del Máster de Secundaria -hace más de 12 años que imparto una asignatura relacionada con las nuevas tecnologías (TIC) y la didáctica de la Lengua y la Literatura en ese Máster- me escribió, después de leer aquel post, entre otras cosas, para decirme lo siguiente:

“Y me he visto llorando, con momentos en los que me preguntaré si merece la pena y estaré tan cansada que me replantearé toda mi existencia. Pero este sentimiento que siento (que a ti en confianza te admito que no sé cómo llamarlo) me hace querer seguir desarrollando mi carrera como docente. Es la primera vez en mi vida en la que no me cuesta ir a trabajar y que espero con ilusión las clases. Ojo, sin romantizar la dureza que corresponde hoy en día ser docente: desprestigio del trabajo, poco apoyo por parte de las familias a nuestra labor, alumnado sobrepasado emocionalmente, docentes agobiados por la excesiva carga de trabajo…”

No es nada frecuente que nuestros alumnos y alumnas agradezcan ni en público ni en privado nuestra labor -forma ya parte del día a día- pero los docentes sí lo agradecemos muchísimo porque no es muy frecuente y sí es de agradecer en lo personal un elogio, un guiño cómplice o una palabra amable. Y para mi satisfacción personal, esta exalumna, me siguió describiendo la situación por la que estaba atravesando en su periplo educativo y en privado me agradeció la labor que desarrollamos todos los profesores del Máster y me reconoce en su carta “que no cambio por nada del mundo mi profesión.” Y añade: “Puede que algún día me queme (que no lo dudo), pero por ahora seguiré navegando impulsada por vosotros. Haces una gran labor en el máster que nos ayuda a muchas y muchos docentes a seguir ejerciendo: ¡GRACIAS! Te mando un sincero abrazo, un cordial saludo, todos mis buenos deseos para este curso y mucho agradecimiento”. Y entonces entendí por qué tenía que escribir aquel post, aunque me dejara un sabor agridulce… ¡Para recibir un correo como este!

Lo dije en privado, lo hago ahora en público: ese correo me produjo muchísima felicidad y, visto con la perspectiva que dan los meses pasados, reconozco que me supuso mucha serenidad, mucho sosiego y mucho ánimo para seguir y para afrontar el curso con otra perspectiva y otra disposición anímica diferente. ¡Muchísimas gracias!

Al hilo de esta correspondencia epistolar cruzada entre profesor y alumnos, me han venido a la memoria otros dos correos que he recibido al final de este curso escolar. En uno de ellos otra exalumna me agradece mi interés, trabajo y dedicación para preparar las pruebas de Selectividad de este año (EAU 2024), que tanto les agobia y que tanto nos preocupa también a los profesores. En un estilo muy juvenil, me agradece sinceramente el tiempo que le dediqué en clase y fuera de ella para que pudiese preparar esa prueba con mayor tranquilidad y seguridad. “Lo siento por haberte pegado la chapa que te pegué los últimos días, pero me ha salido super bien el examen. En serio, gracias por todo”, me escribe. Y es que, como se puede ver, son mucho más importantes esos momentos, esos minutos que dedicamos a nuestros alumnos de forma personal, de forma individualizada, que los cientos de horas de clase que pasamos con todo el grupo.

Para terminar -y para no extenderme más-, quiero cerrar este post con otro correo electrónico que he recibido estos días de julio, después de realizar la EAU 2024, en la que otra exalumna se quejaba amargamente de la corrección y la doble corrección que le habían efectuado en su prueba de Lengua castellana y Literatura y que, entre otras, le va a impedir optar al grado universitario que pretendía, después de cursar un excelente segundo curso de Bachillerato con notas brillantes y buenísimos resultados en casi todas las asignaturas. No entro ahora en este tema porque es muy peliagudo y nos llevaría mucha más tinta de la que disponemos ahora en este artículo -lo abordaremos en otra ocasión al hilo de la nueva PAU 2025-; baste con manifestar hoy nuestra permanente sorpresa con algunos resultados de alumnos que hemos tenido uno o dos años seguidos y sabemos que van de sobra preparados y que no es una cuestión de buena o mala suerte, sino de diferentes criterios de corrección que usan los profesores de los distintos tribunales y ese sí que es un tema espinoso, preocupante, lacerante y muy lesivo. De todos modos, esta nota va de agradecimientos y esto es lo que hace esta exalumna en su carta: “más que nada era para verificar que no lo había hecho tan mal como la nota que me han puesto, ya que cuando hice el examen salí contenta. ¡Gracias por todo!”.

Cada día que pasa lo tengo más claro: no hay nada más importante en el aula que nuestra actitud, nuestra disposición, nuestra generosidad y nuestra comunicación con nuestro alumnado. Un segundo que dediquemos a un alumno o a una alumna con cariño y atención tiene siempre su recompensa y, más tarde o más temprano, veremos los resultados.

Con esta última nota positiva e ilusionante ponemos fin oficialmente al curso escolar 2023-24, os esperamos a todos el próximo en esta misma bitácora y os deseamos un feliz verano de encuentros, reencuentros, felices lecturas y descanso infinito… ¡Feliz verano 2024!

Marcos Cadenato, 2024

11 junio , 2024

Masa madre

Filed under: Artículos, Blog — Etiquetas: , — Aster Navas @ 11:17 am

Amanece gracias a los panaderos y a los repartidores de prensa. Son ellos los que colocan los primeros adoquines, los primeros azulejos del día; el resto, aceras, farolas, bancos, semáforos, surgen gracias a ellos por un efecto dominó. Por supuesto que no tengo pruebas sólidas de esta evidencia incontrovertible pero basta recordar esos días excepcionales del año en que no hay periódico o pan; la luz no llega a cuajar y las calles pasan buena parte del día desdibujadas, inconsistentes, deseando que llegue la noche. «Más largo que un día sin pan», decimos…

Con gusto hubiera pedido una excedencia y me hubiera dedicado, durante un año al menos, a hacer pan. Levantarme de madrugada y hacer pan, bregar en un obrador. Eso me pedía el corazón, el cuerpo: hacer algo con las manos. Darle una tregua a la cabeza. Porque el regreso al aula el pasado setiembre, tras cinco años en el equipo directivo del centro, me producía cierto, bastante, mucho vértigo. Ya no bastaba con ser profe, sino, como señala la LOM-LOE, un «generador de situaciones de aprendizaje». No, no sabía si iba a estar a la altura. «Situaciones de aprendizaje…», «generador…» Vértigo. Para qué negarlo.

Ese lustro, ese paréntesis me había servido para replantearme la docencia; ver el bosque desde cierta distancia te ayuda a entenderlo en su conjunto. Hasta hace nada la educación se reducía a una transmisión de conocimientos o de habilidades a las generaciones que tomarían el relevo: lo que se enseñaba en el aula y lo que necesitabas en la vida real corrían parejos. Esto ha dejado de ser así y nos está costando darnos cuenta. Desde la última década vamos por detrás, a rebufo de lo que a esos adolescentes les va a pedir el mercado laboral y una sociedad que ha comenzado a llamarse «líquida». Las nuevas tecnologías dejan sin sentido de un año para otro lo que con tanto tesón explicamos en el aula. Resultaba evidente que no queda otra que desarrollar lo que se va a demandar: «competencias».

Y lo que sobre el papel, que todo lo aguanta, no resulta difícil, lo he visto más complicado a pie de aula. La última reforma ha resultado abrumadora y nos puede hacer perder el norte. Porque esta película no se trata simplemente de buena voluntad –se suele decir que a menudo los voluntarios causan más bajas en una contienda que el propio enemigo– sino de trabajar con cierto criterio, con la vista puesta en un horizonte y alimentando, mimando la motivación. Muy recomendables al respecto tres manuales, tres brújulas con las que he tratado de ponerme las pilas, de actualizar muchas de las aplicaciones de mi sistema operativo como educador que ya no pitaban bien o se bloqueaban. Las dejo aquí por si alguien se las quiere llevar a la playa.

En cuanto a criterios, Enseñar distinto: Guía para innovar sin perderse en el camino, de Melina Furman. Especialmente interesante el capítulo que dedica a contextualizar y a extraer de los problemas una oportunidad: «Educar cuando baje la marea: los tesoros educativos que nos deja la pandemia». Plantea además cuestiones preliminares a cualquier currículum y a las que quizá no hemos respondido o no lo hayamos hecho con la suficiente profundidad: «¿Se trata de reinventar la rueda o de pulir, limar los bordes?» ¿Qué es lo más inteligente?

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Crédito de la imagen: Duncan Kidd

En cuanto a horizonte, Educar y formar a la generación Z: experiencias derivadas de la investigación, obra de algunos compañeros con las manos perdidas de tiza como Juan Manuel Trujillo, Pilar Cáceres o Josean Marín. Dejan muy claro que los verdaderos protagonistas de su aprendizaje son los alumnos; nosotros estamos ahí para acompañarlos.

Y en cuanto a motivación Estrés y burnout en la enseñanza, de María Antonia Manassero, una excelente reflexión sobre las grietas y el deterioro anímico en nuestro trabajo; la manera de prevenirlas y, en su caso, de enfrentarlas.

Con estos mimbres volví a clase allá por septiembre. Sí, definitivamente decidí aparcar lo de la panadería. Y eso que es muy cool, se ha puesto muy de moda lo de hacer pan, la masa madre… Y el trabajo en sí tampoco me echaba para atrás. Lo que me provocaba mucha ansiedad era ser el encargado de que amanezca. Impone un poco… De buena gana me hubiera metido en harina pero no sé si podría con esa presión, con esa responsabilidad. Bastante he tenido, hemos tenido este curso, con ser «generador de situaciones de aprendizaje», con llegar a Junio.

En fin

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