A veces es justo inundarse, pero hay que saber hacerlo. No valen nada esas líneas duras justo al término de la noche. Ni extenderla con el agua o humedades de carbón y formas en el techo. Como colgar un vestido, ordenar todos esos libros y quemar estos papeles. The end. Pero tú ya lo sabías cuando aprendí, malamente, a silbar. Y me caía de los árboles. Todos los días estaban en suspenso. Y vivir y morir eran dos caras de algo que conocíamos muy bien... Impulsar la mano hacia el cielo y empezar a sonreír; contar las horas... De un reto humano e infantil, como los dioses pero sin rencores. Me falta reordenar los cajones y llenarlos poco a poco con agua. Volver a sonreír, un poco por ti, un poco por mí. Y poner tiritas; acariciar con nostalgia esta herida que, esta vez, sí, abrí yo...
Mientras, el mundo se abre como una manzana podrida. Los perros ladran todos los domingos y el gato ronronea cada vez que entro por la puerta. Y me mira, vigía, cuando se acerca una pequeña despedida o me muevo con una nueva duda. Casi siempre con los pies descalzos.
Mientras, el mundo se abre como una manzana podrida. Los perros ladran todos los domingos y el gato ronronea cada vez que entro por la puerta. Y me mira, vigía, cuando se acerca una pequeña despedida o me muevo con una nueva duda. Casi siempre con los pies descalzos.
